23:23 • 29 dic. 2015
Pasadas las elecciones generales, el panorama político para el PSOE resulta extraordinariamente complicado, por dos motivos: la composición política fragmentada y heterogénea de la Cámara y por las tensiones políticas internas derivadas de un liderazgo aún no consolidado.
La irrupción de Podemos y Ciudadanos, que acosan por ambos costados al PSOE, pescando en su caladero electoral, hacen que su posicionamiento político esté sembrado de minas y, a la vez, sometido al exigente escrutinio de un electorado cansado y defraudado, pues, junto a una larga y fecunda trayectoria política, jalonada con las mayores conquistas sociales de la democracia (salud universal, el acceso general a la educación pública, los derechos de colectivos excluidos, las políticas sobre la dependencia, etc) también ha acumulado errores graves de gobierno, que le hicieron perder el contacto cercano con los ciudadanos, a lo que se vino a sumar el rastro insoportable de casos y procesos de corrupción, que no fueron asumidos y depurados a tiempo.
La verdad es que nadie lo tiene fácil en este Parlamento para formar gobierno. El que peor lo tiene es el PP. Su herencia de la Legislatura anterior (la grave crisis independentista en Cataluña, el rodillo legislativo en el Parlamento, los recortes al estado de bienestar, el manejo sectario de las instituciones,…), no le proporcionan los aliados suficientes y estables que se necesitan. Pretender ahora, so pretexto del “interés general de España”, que el PSOE se sume a un pacto con ellos y C’s, es pedirle al PSOE se suicide pública y fulminantemente.
Pero tampoco es fácil buscar una alternativa en torno al PSOE, pues aunque la suma general de las fuerzas de izquierda daría una mayoría suficiente, nadie podría garantizar la congruencia y estabilidad del nuevo gobierno de Pedro Sánchez. Por eso, se equivocan muchos de los analistas, así como los “barones” y “baronesas”, si pretenden encontrar una salida en la clave clásica: pacto de derechas o pacto de izquierdas. En España hoy, con la composición multicolor de su Parlamento, no cabe ni lo uno, ni lo otro. En España el único pacto posible –por chocante que parezca- es un Gobierno derivado de un Pacto Programático por el Cambio de Ciclo político-constitucional (PSOE-Podemos-Ciudadanos). ¿Qué partidos concurrieron a las elecciones con un programa de cambio profundo de la legislación estructural, las instituciones y de regeneración política? Pues, además de otros minoritarios, fueron el PSOE, Podemos y Ciudadanos. ¿No es posible, por tanto, en una situación como la actual, alcanzar un programa común y pactado de gobierno entre dichas fuerzas?
Evidentemente, ese pacto exige renuncia de veleidades y propuestas estrambóticas de los programas de cada uno. Probablemente, los dos máximos escollos sean el “referéndum soberanista” de Podemos y el “contrato único” de Ciudadanos.
En el PSOE, lo primero que se debe eliminar es el coro “baronil”, que le debilita y socava. Y ello, más por intereses de poder interno que por intereses de política de Estado. Porque el PSOE no puede dejar de impulsar y protagonizar esta “segunda transición política en España”; y, si al final, no fuese posible tal pacto, el PSOE podría presentarse explicando su razonable intento de alcanzar un pacto. Las fuerzas emergentes también darían su verdadera talla: Podemos debería explicar por qué no fue capaz de desembarazarse de sus aliados catalanes, gallegos y valencianos, que le llevaron a proponer el referéndum; y, Ciudadanos, por qué su talla de estadistas sólo le alcanzó para entregarse en los brazos de un gobierno del PP.
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