Estos días de disfraces y de fácil travestismo indumentario se prestan para hacer una metáfora sobre lo que está ocurriendo en el noble ejercicio de la política. Habrán observados ustedes que los líderes se acusan unos a otros acerca de los escondidos fines que mueven sus aspiraciones. El argumento más socorrido es el amor a España. Así según Rajoy, Pedro Sánchez buscaría el sillón de la Moncloa y no el bienestar de los españoles. Por tanto el PP no dará nunca su aprobación a un gobierno progresista, tal como pide Rivera.
Está de más decir que Rajoy busca igualmente el sillón y no es suficiente haberlo gozado durante 37 años. El caso es entorpecer la llegada de la investidura, ahora que se había abierto una posibilidad tras las conversaciones Sánchez-Rivera. Claro que esta parálisis crónica viene de lejos. El Presidente en funciones se empeñó en decir que la solución para la estabilidad y para contento de los mercados era una coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. Era los más sensato. A esto los socialistas respondieron tres veces no, contradiciendo incluso los sabios consejos de Felipe González y de Alfonso Guerra. ¿Y por qué? Pues por la corrupción que pudre al PP. ¿Qué partido no obnubilado todavía por el dinero se haría a la mar en un barco de piratas? Para colmo Rajoy renunció por dos veces al mandato del Rey para formar gobierno.
¿Qué quiere Rajoy? A mi juicio entorpecer, paralizar la ascensión de Pedro Sánchez, que tampoco lo tiene fácil, pero al menos es de alabar su gesto joven y valiente. Nunca falla una buena encuesta, aunque sea vieja. Probablemente en Génova 4 se hayan animado ante la notician de que en unas elecciones, el PP ganaría otra vez y dándoles a Podemos el segundo puesto. Así que dejen ustedes la prédica del patriotismo y el falaz sermón cuaresmal de la derecha que dice propiciar los intereses de la nación frente a las falsas utopías de la izquierda revanchista. Si tenemos tanta dificultad para entendernos se debe justamente a la doble falsía de los eufemismos enmascarados. Admitan sin más que casi todos los políticos desean la Isla Barataria de Sancho Panza, y déjense de cuentos. Sancho salió del gobierno como entró, otros en cambio se forraron por el delirio del coche de alta gama y el chaletito con vallas electrificadas a las orillas de la playa.
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