"En el laberinto de invernaderos, multitud de plásticos vuelan por el aire; las balsas de agua que riegan las hortalizas tienen un color verde intenso y algunas están cubiertas de una espuma amarilla sospechosa; los jornaleros inmigrantes circulan en bicicleta por caminos angostos […], y en los escasos descampados que hay entre nave y nave proliferan vertederos donde se arrojan ilegalmente envases de pesticidas, altamente tóxicos para las personas y muy contaminantes para el medio ambiente."
Con este párrafo comienza el periodista Marcos García Rey su reportaje sobre el uso ilícito de pesticidas en España y en la Unión Europea. Unas palabras muy elocuentes que a lo largo del artículo proyectan en la mente del lector esta imagen del campo almeriense mientras el autor expone los peligros de la aplicación de pesticidas ilegales sobre los cultivos y explotaciones agrarias.
En la información se especifica que, a pesar de las grandes restricciones comunitarias al uso de agroquímicos, Bruselas estima que la utilización de agroquímicos ilegales supone el 10% del total en la UE, subiendo hasta el 25% en algunos países. Unas cifras que se explican por la multitud de canales –barco, avión- a través de los cuales entran estos productos en los países comunitarios
El nombre de Almería no vuelve a aparecer hasta que se hablan de las infracciones que la Guardia Civil ha impuesto en la provincia en 2015 y 2016 por este caso: 122 y 67. Lejos de hablar de la reducción de cerca del 50% de las infracciones detectadas por la Benémerita en apenas un año, el periodista suma los datos para hacer un cómputo global de estas detecciones.
No hay ni rastro, sin embargo, del reconocimiento de Almería como la provincia donde el control biológico supuso una revolución medio ambiental. En la actualidad, esta técnica de prevención y control de plagas y enfermedades vegetales ocupa más del 80% de la superficie de cultivos bajo invernadero de Almería, según los últimos datos de la Junta de Andalucía.
También se pasa por alto el hecho de que la agricultura almeriense lleva cerca de ocho años sin tener una alerta sanitaria grave por sus productos, por no hablar de los controles y análisis de residuos tóxicos a los que los supermercados del continente someten la producción agrícola almeriense, mucho más estrictos que los de las propias autoridades europeas.
El autor obvia proyectos que involucran tanto al sector público como al privado en la gestión sostenible de los residuos vegetales (Frutilados, Biovege, etc.), las mejoras y adecuaciones de las carreteras rurales en municipios como El Ejido o Níjar, la recogida de pluviales en las cubiertas de los invernaderos o los reconocimientos internacionales en materia de buenas prácticas sociales que reciben las empresas hortofrutícolas almerienses entre otros muchos aspectos.
Las entrevistas con profesionales del sector sobre el fraude en este tipo de productos, sin embargo, dejan entrever algunas realidades del campo, como la limitación en el número de materias activas a nivel europeo y sus consecuencias a nivel agronómico. Pero, aun sacando a la luz un problema real, el periodista juega con la percepción de la gente pese a que los datos que él mismo ofrece desmienten esa imagen de los invernaderos almerienses.
Si comparamos el volumen de producción de frutas y hortalizas almerienses con otras provincias, se muestra que el uso de pesticidas ilegales en Almería es más bajo de lo que el autor quiere hacer creer. El volumen de producción hortofrutícola almeriense es el más alto de España con 3.375.000 toneladas (Cajamar), seguida de Murcia, cuya producción de frutas y hortalizas es de 3.056.189 toneladas (Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca de la Región de Murcia).
Con una dimensión similar en cuanto a producción de frutas y hortalizas, el campo murciano usó un 61,03% más de pesticidas ilegales entre 2015 y 2016 (485) que la provincia de Almería (189). Zonas productoras como Santa Cruz de Tenerife, Granada o A Coruña, con un volumen de producción ínfimo en comparación con Almería, registraron un mayor número de este tipo de delitos.
Pese a estas evidencias, que son reflejadas en el mismo reportaje, el autor opta por utilizar la imagen del 'mar de plástico' difundida en la serie televisiva que lleva ese nombre para situar al lector en un entorno más parecido a 'Mad Max' que a la principal región productora de frutas y verduras de Europa. Quizás porque, al fin y al cabo, la ficción es la herramienta más poderosa para intentar contar la realidad.
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