Investigadores de la Universidad de Cádiz, en colaboración con el departamento de Ecología integrativa de la Estación Biológica de Doñana, han llevado a cabo un estudio que constata el hecho de que las plantas con flores se agrupen con plantas de la misma o de diferentes especies afecta al número de visitas de polinizadores que éstas tienen y, por tanto, a la reproducción de las plantas y al mantenimiento de la biodiversidad de su comunidad.
Hay que tener en cuenta que muchísimas plantas dependen de los insectos polinizadores para reproducirse. Para que los polinizadores encuentren y visiten las flores, la distribución de las plantas en el espacio importa. “Tener vecinos de la misma especie puede ayudar a atraer más polinizadores (más flores juntas son más visibles), pero estar cerca tiene un coste, las plantas también compiten por agua y nutrientes”, como explican los investigadores de la UCA.
Este trabajo, publicado en la revista Web Ecology, analiza el balance entre estas dos interacciones y cómo esto termina afectando a la producción de semillas de las plantas, de lo que depende la supervivencia de estas especies en su ámbito local. El estudio se ha realizado en una pradera anual en La Finca de Caracoles, en el Parque Nacional de Doñana, con tres especies de plantas anuales y varios grupos de insectos polinizadores (abejas, moscas y escarabajos). “Nuestra hipótesis es que el balance de las interacciones planta-planta y planta-polinizador cambia según cómo de agregadas en el espacio estén las plantas con plantas de su especie y de otras especies”, según sus autores.
El estudio, participado por la Estación Biológica de Doñana, evidencia cómo la competencia en algunos casos de especies vegetales puede anular el efecto positivo de los polinizadores.
Lo primero que hicieron los investigadores fue analizar si las especies de plantas y polinizadores estaban distribuidas de la misma manera en la zona de estudio. Observaron que cada especie tiene una distribución espacial diferente, pero que tanto plantas como polinizadores tienden a agregarse en algunos lugares. Las plantas estaban repartidas de manera más uniforme que los polinizadores, debido a que son sésiles (fijas) y los insectos son móviles, tal y como esperaban los investigadores en su hipótesis de partida.
A continuación, analizaron el efecto de esta agregación sobre las interacciones planta-planta y planta-polinizador. Encontraron que tener vecinas de la misma especie las hacía más atractivas para los polinizadores, pero aumentaba la competencia. Por último, se analizó también si estos efectos opuestos se producían a distintas escalas espaciales y se observó que “la escala importa pero que el efecto depende de la especie de planta considerada. Mientras que la competencia entre plantas se produce a escala pequeña, la atracción de los polinizadores se produce en una escala espacial mayor, debido a que ellos se mueven para buscar alimento”.
“El mensaje principal de nuestro estudio es que debemos de tener en cuenta la distribución espacial de los organismos cuando se estudian sus interacciones, pero también la escala espacial a la que se producen dichas interacciones. Además, en general el efecto positivo de tener vecinas de la misma especie para atraer polinizadores no compensa el efecto negativo de la competencia entre plantas de la misma especie”, como señalan desde la UCA.
Los investigadores María Hurtado y Óscar Godoy, del área de Ecología y pertenecientes al grupo RNM-923: Fuego, Ecología y Biodiversidad en Ecosistemas Mediterráneos de la Universidad de Cádiz, han realizado el trabajo recogido en esta publicación, en colaboración con Ignasi Bartomeus, del departamento de Ecología Integrativa de la Estación Biológica de Doñana.
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