En la misma puerta principal de la Plaza de Toros, cuando todavía había más tierra que asfalto, los niños del barrio organizaban partidos de fútbol interminables. Eran los últimos años sesenta y la Avenida de Vilches conservaba aún su naturaleza de calle de barrio alejada del centro, por donde pasaba un coche de vez en cuando. Los vecinos de la zona alta de la avenida siempre estuvieron más cerca del cerro de las Cruces, de la Rambla de Belén y de la Molineta que de la calle de Granada, la gran vía que unía las afuerzas con el centro de la ciudad.
La vida de la Avenida de Vilches estuvo siempre unida a la de la Plaza de Toros. La calle vino de la mano del gran coso taurino y estuvo tan ligada a su construcción que para poder expropiar las casas que existían en esa zona y hacer realidad la nueva avenida se tuvo que solicitar la ayuda de la empresa constructora de la Plaza de Toros. En mayo de 1888 se empezaron a gestionar las expropiaciones para levantar la nueva calle de veinticinco metros de anchura que partiendo de la Plaza de Toros fuera a desembocar a la calle de Granada.
El 22 de octubre de 1888, la comisión municipal encargada del proyecto se reunió con la empresa constructora de la Plaza de Toros que accedió a comprometerse a hacer por su cuenta la expropiación de las fincas, debido al estado angustioso del erario municipal. El Ayuntamiento se comprometía a su vez a reintegrar estos gastos por mensualidades. Fue así como se puedo hacer realidad la aparición de la nueva avenida que le iba a dar mayor realce del templo taurino. Desde entonces, la avenida fue un lugar de referencia en la ciudad, no sólo por las corridas que se organizaban en los días de Feria, sino por acontecimientos tan importantes como las sesiones públicas de cinematógrafo que en las noches de verano se celebraban en medio de la calle, y a las que los vecinos del barrio asistían llevándose cada uno la silla desde sus casas. En los primeros años del siglo veinte, la referencia de la avenida, además del coso taurino, era un establecimiento de bebidas llamado 'La Parra', que en los veranos montaba sobre la puerta un tinglado de madera a modo de fachada que hacía las delicias de los clientes.
Hasta la Guerra Civil, la Avenida de Vilches mantuvo su aspecto de barrio alejado, casi rural, flanqueado por dos filas de casas de planta baja y árboles, donde el sol reinaba a sus anchas. En sus terrenos podían jugar sin reservas los niños y organizar partidos de fútbol, aunque hubo un tiempo en el que esta actividad estuvo prohibida y eran los municipales los que se encargaban de guardar el orden, realizando batidas por la zona.
En los años de la guerra, las autoridades dispusieron que uno de los refugios para resguardarse de los bombardeos se excavara en la Avenida de Vilches. Se trataba de un túnel con capacidad para más de mil personas, con entrada y salida a ambos lados de la calle.
A pesar de estar a un paso del corazón de la ciudad, la Avenida de Vilches formó una manzana aislada del centro al no tener una salida diáfana hacia el sur que desembocara en la calle de Granada, que siempre fue una de las principales de Almería por su cercanía con la Puerta de Purchena y el Paseo y por ser camino de entrada. El acceso a la avenida por el sur se hacía entonces principalmente a través de la calle del Capitán García Hernández.
La construcción de un gran bulevar que bajara desde la Plaza de Toros hasta la misma calle de Granada fue una vieja aspiración de la ciudad. Ya en mayo de 1925 se hablaba de la necesidad de demoler ese corralón que tapaba la salida: “Es necesario tirar las casas que se interponen, entre ellas la de la antigua posada del Águila”, se destacaba en un artículo. En 1929, la prensa local volvía a pedir un esfuerzo por parte de las autoridades para abordar el proyecto que supondría, además de contar con una arteria de 25 metros de anchura con salida y entrada por el norte y por el sur, acabar con un serio problema que se producía cada año durante las tardes de Feria: la congestión de la avenida en las inmediaciones del coso con el peligro que llevaba aparejado por el gran tráfico de coches de caballos.
Pero no fue hasta el verano de 1950 cuando el Ayuntamiento aprobó el proyecto definitivo de prolongación por el sur para darle salida por la calle Granada. En el pleno celebrado en junio se dio luz verde a las primeras obras del Plan de Ordenación Urbana, que se centraban en la expropiación y derribo de las casas que impedían la apertura de la avenida y en la construcción de 42 viviendas destinadas a maestros. Los derribos de las viviendas expropiadas comenzaron un año después, en el verano de 1951. En esta prolongación la calle se hizo avenida de verdad y propició la construcción de nuevos edificios. Allí se levantaron cuarenta y dos viviendas destinadas a maestros nacionales, las conocidas popularmente como ‘casas de los maestros’, ya demolidas.
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