A mediados de enero, la periodista almeriense Ruth Becerro publicó en este periódico un artículo en el que revelaba cómo, diez años atrás, vivió una situación de acoso sexual por parte de Tico Medina, un histórico de la prensa española. Antes y durante la entrevista que tenía que hacerle, Becerro tuvo que soportar miradas libidinosas, preguntas capciosas sobre si tenía pareja e insinuaciones con evidente carga sexual que él lanzaba envueltas en el papel de regalo de una presunta “galantería” a la antigua usanza.
Cuando estaba a punto de finalizar la entrevista, ella le dijo: “Maestro, ¿qué le gustaría que le preguntara yo que no le hayan preguntado ya?”.
“Pregúntame, por ejemplo, si me gustan tus piernas”, respondió él, como si aquella fuera la contestación más normal del mundo.
La mayor parte de los casos de acoso sexual, que existen en un porcentaje mucho más elevado de lo que podría parecer, no aparecen, como éste, en las páginas de los periódicos. Sus víctimas deciden silenciarlos, la mayor parte de las veces por temor a perder el trabajo y a que su entorno laboral y familiar las crea, en una ecuación tan fácil como perversa que termina beneficiando siempre al acosador, que se siente inmune para seguir campando a sus anchas. “Sigue habiendo mucho miedo a denunciar, a que te echen del trabajo y hay miedo también a que luego los testigos avalen tu denuncia”, explica Carmen Vidal, secretaria general de UGT-Almería.
Desde el sindicato reconocen que las denuncias son pocas y esporádicas. El año pasado, cuenta Vidal, solo se dictaron 49 sentencias en toda España por acoso sexual, la mayor parte por hechos ocurridos en el ámbito laboral. También, según datos de UGT a nivel andaluz, una de cada tres mujeres de entre 19 a 29 años reconoce haber sido acosada. El porcentaje sube a una de cada cuatro en la franja de edad de 30 a 39 años.
Buena parte de los casos que llegan hasta las Secretarías de Mujer de UGT o Comisiones Obreras se producen en empresas pequeñas, muchas de ellas relacionadas con la hostelería o el comercio, los sectores que acaparan más denuncias. Apenas unos cuantos acaban en los juzgados. “Si la mujer tiene pruebas, lo idóneo es que denuncie el caso por lo Penal, para que el acosador no se vaya de rositas”, afirma Luisa González, responsable del área de Mujer de CC.OO. Almería, que admite también que, ante situaciones tan complejas, es difícil, sin embargo, dar una respuesta unívoca.
González relata, por ejemplo, un caso que ella vivió de cerca y que tardó en resolverse más de diez meses. Un día, llegó a su despacho de la calle Javier Sanz una chica joven, de veintipocos años. Llevaba tres trabajando en una cafetería de barrio. Para poder organizarse con su pareja en el cuidado de su hijo, la mujer había accedido a trabajar en el turno de noche. Acababa todos los días sobre las tres de la madrugada, cuando se cerraba el bar. Y, en ese entorno, aprovechando que muchas veces estaban ellos dos solos en el establecimiento, el dueño se había dedicado a acosarla. “Le decía cosas, insinuaciones, se le restregaba por detrás... todo muy asqueroso. Ella no quería denunciar porque temía que su pareja se enterara. Nos costó mucho arreglarlo”. Finalmente, la amenaza de una inspección de trabajo hizo que el empresario aceptara despedir a su empleada para que ella pudiera cobrar el paro y concederle una indemnización “de mierda” por el tiempo que había estado contratada.
Según un estudio realizado por CC.OO., el 18% de las trabajadoras se enfrenta a situaciones en las que jefes y colegas invaden su espacio físico con insinuaciones sexuales no deseadas o son objeto de chantaje por parte de superiores jerárquicos que condicionan su futuro en el trabajo a la aceptación de una relación sexual. Por otra parte, el 54% cree que su ambiente laboral es “sexualmente hostil”.
Casi un 30 por ciento de los incidentes tienen como protagonista a una trabajadora con contrato precario. Además, el estudio revela que las mujeres con responsabilidades familiares soportan más tiempo el acoso por temor a perder el empleo. “Mientras más tiempo, peores son los resultados”, señalan desde Comisiones Obreras.
“A casi todas nos ha pasado alguna vez”
“Cuando leí el artículo de Ruth Becerro me sentí muy identificada porque es cierto que la mayor parte de nosotras hemos vivido situaciones parecidas. Una insinuación velada, un comentario inapropiado que te hace sonrojarte… nos ha pasado a todas, incluso con algún jefe o un compañero. Quizás ocurra más a menudo cuando eres más joven, porque los resortes que tienes a los 40 no los tienes a los 20. Pero pasa y eso hace que muchas veces te pienses si ir a una entrevista en pantalón corto aunque sea pleno verano. El sexismo y la desigualdad existe en todos los ámbitos, por supuesto también en el periodismo”, explica Lola López, responsable de la vocalía de Mujer de la Asociación de la Prensa de Almería. La entidad, añade, no ha recibido hasta ahora ninguna denuncia o petición de amparo por acoso sexual.
“Posiblemente, ahora pase menos porque se habla más de ello. Y tampoco es igual en los medios públicos, donde todo está muy estipulado, a una empresa pequeña, donde las situaciones están menos reguladas”, añade López.
“El trato igualitario debe empezar en el colegio”
“La situación social sigue siendo un obstáculo para que la mujer denuncie. Siempre se la pone en duda. No hay testigos o es muy difícil que los haya, puesto que también para ellos existe el riego de ser despedidos o de que se enfrenten después a un ambiente laboral hostil. Detectada esta situación, desde el IAM hemos abierto otra linea paralela, que es la prevención desde la educación. Que el trato no discriminatorio, igualitario, se dé también dentro del aula, porque en los colegios también existe acoso”, explica Francisca Serrano, directora del Instituto Andaluz de la Mujer en Almería. Serrano cree que es necesario insistir en las posibilidades de asesoramiento que ofrecen los sindicatos o entidades como el IAM ante casos de acoso, porque, todavía hoy, muchas mujeres desconocen aún qué tipo de recursos públicos les permiten asesorarse de forma gratuita “y que después decidan si quieren denunciar o no”.
En esta línea, el Gobierno andaluz trabaja ya en la modificación de La Ley de Igualdad regional, que estrechará las relaciones con la Inspección de Trabajo, de manera que se detecten más fácilmente las vulnerabilidades a las que se enfrenan las mujeres en el ámbito laboral. Al mismo tiempo, se están reforzando los planes de igualdad, “fundamentales para prevenir el acoso”, explica Francisca Serrano. A finales de 2017, se presentó una plataforma on line llamada ‘Equipa’, que asesora de forma gratuita a las empresas que quieren diseñar su plan de igualdad. De momento, son pocas las que han solicitado realizarlo.
“La administración valorará en positivo que existan estos planes cuando las empresas quieran acceder a determinadas subvenciones. Creemos que, aunque queda mucho por hacer, se está caminando hacia adelante. Pero también hay que denunciar que la última reforma laboral, entre otras cosas, ha conseguido desplazar a la mujer a empleos más precarios. Existe un alto porcentaje de contratos a tiempo parcial y este es un condicionante que aumentan la desprotección ante un empresario y un compañero acosador. Cuando el principio de igualdad se encoge, aumenta la discriminación”, sentencia.
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