Conocimos la tienda de ‘El ‘Aguila’ allá por los primeros años setenta, cuando ya había comenzado su declive. Sin embargo, a los niños de entonces nos parecía un lugar mágico, uno de esos bazares donde en diciembre nos encontrábamos con los juguetes que seguramente jamás íbamos a poder disfrutar, pero con los que soñábamos sin límites cuando nos pegábamos al cristal del escaparate.
Si en aquel tiempo de decadencia todavía nos parecía una tienda majestuosa, qué tuvieron que ser estos grandes almacenes cuando en el otoño de 1912 abrieron por primera vez sus puertas en el número siete del Paseo del Príncipe.
Cuando la sociedad catalana Bosch Labrús decidió montar una sucursal de su acreditada empresa en Almería lo hizo sabiendo que llegaba a una ciudad donde el comercio seguía anclado en los métodos y en las estrategias del siglo diecinueve, un escenario propicio para convertirse de forma inmediata en un establecimiento de referencia.
Eligió un hermoso edificio de tres alturas en la acera de los números impares, la menos explotada, la que menos llamaba atención y donde era más fácil marcar las diferencias. El lugar escogido estaba a pocos metros de la Puerta de Purchena, por lo que cumplía todas los requisitios que la empresa se había marcado a la hora de buscar el emplazamiento.
En aquel otoño de 1912, la mayoría de los negocios que existían en el Paseo conocían ya el adelanto de la luz eléctrica, pero mantenían una iluminación primitiva y escasa que apenas llamaba la atención. La primera estrategia que pusieron en marcha los responsables de ‘El Águila’ fue romper con las tinieblas y poner en funcionamiento un sistema de potentes focos eléctricos como no se habían visto hasta esa fecha en Almería. Contrató a los peritos industriales más reconocidos de la ciudad, los señores Pérez Almansa y Tonda, que montaron ocho potentes focos repartidos por la fachada. En la noche del 24 de octubre de 1912, una semana antes de la apertura de los grandes almacenes, se procedió a la prueba definitiva de la iluminación. El acontecimiento no defraudó a nadie cuando a las nueve de la noche los focos de la tienda no solo llenaron de luz sus paredes y sus escaparates, sino que sirvieron para iluminar la mitad del Paseo del Príncipe.
La inaguración del establecimiento llegó rodeada de una enorme expectación en la ciudad. En la noche del 30 de octubre, la víspera de la apertura, ‘El Águila’ organizó una gran exposición para que toda Almería se quedara con la boca abierta ante tal derroche de iluminación y la divesidad de sus secciones: ropas confeccionadas, peletería, camisería, sombrerería, zapatería, artículos para viaje, y regalo, ropas a medida y juguetería.
Fue tal el impacto que los Grandes Almacenes El Águila causaron en la ciudad que desde entonces aquella acera del Paseo fue bautizada como ‘la del Águila’ y se igualó en prestigio comercial con la acera de los números pares.
El nuevo negocio puso de moda la acera y un eslogan que fue aprovechado por algunos comerciantes de la competencia para subirse al carro de los nuevos tiempos: “Para vender hay que tentar al público con el encanto de mil cosas”. Eso era la tienda de ‘El Águila’, una tentación permanente, mes a mes, sin tregua.
Las exposiciones y la renovación de sus escaparates eran continuas, en invierno para presentar las coleccionees que traía la temporada, en primavera para dar a conocer las nuevas tendencias, en verano para promocionar la moda estival y por Navidad para convertirse en un bazar de los regalos.
Por si no tenían los otros comercios con la competencia que suponía la suntosidad, la iluminación, la variedad y los precios de aquellos grandes almacenes, la familia Bosch decidió apretar un poco más tuercas colocando en su establecimiento otro adelanto moderno: el ascensor. En noviembre de 1912 los responsables de la firma solicitaron al Ayuntamiento la licencia necesaria y el 12 de febrero de 1913 se ponía al servicio del público el moderno ascensor de los Grandes Almacenes El Águila, el único que existía en Almería. El aparato fue montado por técnicos que fueron contratados en Barcelona.
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