Las siete mujeres toman asiento en la sala de juntas de la Comisaría Provincial con cierta timidez, entre bromas cómplices y sonrisas improvisadas. Están ordenadas jerárquicamente, de forma casual, como si el azul marino de sus uniformes impregnara sus cuerpos de una disciplina irrenunciable en el servicio.
Florentina, inspectora jefe y secretaria general de la Comisaría de Almería, ocupa el extremo más cercano a los periodistas. Mientras, el extremo más alejado pertenece a Carmen González, en fase de formación. Entre ambas existen 25 años de carrera profesional de diferencia.
“La Policía Nacional ha ido avanzado con los tiempos, nos hemos tenido que poner al día con las nuevas tecnologías, pero el espíritu y el ánimo de los agentes continúa siendo el mismo”, señala la secretaria general. “Las veo a ‘ellas’ y me recuerdan mucho a mí, a mi primer destino, con esas ganas de aprender”.
‘Ellas’ son la inspectora Yolanda Miguélez, la subinspectora Raquel Domínguez, la oficial María Paz, las policías Lola Martín y Carolina Cófreces y la futura inspectora Carmen González.
La Policía Nacional tiene casi dos siglos de historia, sin embargo, la incorporación de la mujer es mucho más reciente. La primera promoción de inspectoras juró en junio de 1979, en plena transición, y no solo política.
El entonces Cuerpo Superior de Policía ponía las bases de la Policía Nacional (Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986) e iniciaba un proceso de modernización fundamental para entender su configuración actual y su proyección.
Plantillas
Hoy las mujeres representan el 15 por ciento de la plantilla y ganan espacio entre los mandos con siete comisarias principales, 24 comisarias u 168 inspectoras jefas repartidas por dependencias de todo el país.
“Aportamos, sobre todo, psicología en la calle. A veces acudes a una intervención donde la situación está caliente y tenemos esa capacidad de hablar, de aplacar los ánimos, de usar la psicología”, valora Raquel Domínguez, coordinadora de servicios en El Ejido.
“Nosotras aportamos empatía”, añade Carolina Cófreces, adscrita a la UPR (Seguridad Ciudadana). “Además, una mujer con carácter, luchadora, hace mucho por la unidad del grupo”.
Ellas son parte clave en la estructura de las plantillas. Medio centenar de mujeres trabajan para mejorar la seguridad de los ciudadanos en las comisarías de Almería y El Ejido, con presencia en todas las escalas y en todas las unidades.
Hablan de igualdad y demuestran un rechazo frontal, claro y rotundo antes posibles privilegios en los servicios. Son parte de la Policía Nacional. Tan importantes como ellos.
Y eso a pesar de soportar sacrificios personales. “He visto a compañeras en el vestuario con el sacaleches”, señala Lola Martín (UPR). “Es una manera de normalizar la lactancia”, indica María Paz, incorporada a la Comisaría de Almería solo dos días antes de la charla.
Durante el embarazo, las agentes permanecen en sus puestos mientras físicamente pueden realizar las tareas, se adaptan a otros puestos cuando existe riesgo y viven con naturalidad el periodo de gestación.
“En mi primer hijo, yo rompí aguas cuando estaba saliendo de casa para un registro por tráfico de drogas y pensé que podía haberse esperado un poquillo, porque era trabajo que llevábamos esperando mucho tiempo con los compañeros y no me lo quería perder”, recuerda entre risas la inspectora jefa Florentina.
Desde 1979, la normativa se ha adaptado progresivamente para garantizar la incorporación efectiva de las mujeres y, al mismo tiempo, para desterrar cualquier tipo de discriminación.
“La primera mujer en hacer las prácticas en Almería no tenía ni siquiera vestuario para ella”, explica Yolanda Miguélez, coordinadora de servicios en Almería. Eran los años 80. “Se sorprendían de que hubiera mujeres en la Policía y ella decía que era una sensación increíble porque a la gente le parecía muy extraño; los compañeros les presentaban a sus mujeres”, añade entre risas.
La situación ha cambiado notablemente en estas décadas. Las dependencias comenzaron a contemplar la nueva sociología de las plantillas y las agentes ganaron mayor presencia entre los mandos.
En mayo de 2013, una circular de la Dirección General de la Policía añadió nuevas medidas para facilitar la conciliación laboral para agentes con hijos menores de 12 años de edad o con familiares directos con discapacidad o enfermedades graves. También se introducía la posibilidad de un cambio de servicio justificado en los casos de separaciones o divorcios para poder atender las obligaciones como progenitor.
Carrera
De hecho, la Ley Orgánica de Régimen del personal de la Policía Nacional obliga a adoptar las medidas necesarias para facilitar la conciliación de la vida personal, familiar y laboral.
Sin embargo, todavía quedan cuentan pendientes. Las agentes recuerdan el sacrificio de los traslados de destino en los ascensos y lamentan el freno que supone para las carreras profesionales. “No es solo el tiempo que te quitas durante la oposición, sino antes”, expone Raquel Domínguez. “No sé si seguiré ascendiendo, pero con niñas tan pequeñas no puedo permitirme el lujo de irme, los hombres lo ven de manera diferente”.
“Al final, la reducción de jornada la pides tú y la excedencia la pides tú. En mi caso tuve que pedirme una excedencia porque me hacía falta”, insiste María Paz.
Carmen González, alumna de Aula Abierta y futura inspectora, observa grandes distancias. “Al curso vienen muchos hombres con treinta y pico y cuarenta años, pero muchas menos mujeres porque para ellas es más difícil estabilizarse y necesitan entrar más jóvenes”.
Hablan de la necesidad de medidas como el acceso a ludotecas o el acercamiento entre parejas de agentes que, por destino, se encuentran separadas en distintas comisarías. También de la equiparación salarial con policías autonómicas, un vieja reivindicación que ha cobrado mayor relevancia en los últimos meses y que está pendiente de los acuerdos suscritos entre los sindicatos y el anterior Ejecutivo.
También coinciden en la misma visión de la Policía Nacional. Pasión, vocación y servicio público.
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