La Almería austera del niño poeta

Fermín Estrella tenía solo 10 años cuando tuvo que dejar su tierra para irse a Buenos Aires

Los muros terrosos y austeros de la fortaleza formaron parte del último recuerdo de su ciudad natal.
Los muros terrosos y austeros de la fortaleza formaron parte del último recuerdo de su ciudad natal. La Voz
Eduardo D. Vicente
21:15 • 30 jul. 2018

“Y allí en lo alto, la Alcazaba, con sus almenas y sus torres, toda ella terrosa y austera”. Con esa frase contaba el poeta almeriense Fermín Estrella el último recuerdo que se llevó de su ciudad cuando siendo un niño de diez años tuvo que abandonarla para irse con su familia a Buenos Aires, en una mañana de primavera de 1910.




Desde el barco, aquel niño cargado de la melancolía que provoca el destierro dejó caer su última mirada sobre las calles que tantas veces había recorrido. Buscó, desde la lejanía, la Plaza de Pavía, donde había dado sus primeros pasos; las palmeras del Parque, por donde tantas tardes había paseado de la mano de sus padres. Buscó las últimas casas de San Antón, donde jugaba a las hogueras con los niños del barrio, y por último, cuando el barco empezaba a perder de vista el horizonte querido, se encontró con las viejas murallas que se le quedaron clavadas en el corazón en un recuerdo que siempre mantuvo intacto a lo largo de su vida. “No puedo olvidar los hondos sollozos de mis padres, abrazados, mientras agitaban sus pañuelos despidiéndose de la ciudad, lejos, cada vez más lejos. Los que han vivido siempre en Almería y no conocen el drama del desarraigo total, no saben lo que es la tremenda, la dolorosa nostalgia del solar nativo”, escribió Fermín Estrella años después cuando recordaba el momento de la partida.




El último recuerdo que se llevó de Almería, mientras las lágrimas le tapaban los ojos, fue el de las murallas de la Alcazaba y San Cristóbal, unas murallas desvencijadas, tan erosionadas por el tiempo y por el abandono que parecían de cartón piedra. Entonces, Fermín Estrella era un niño de diez años, pero un niño cargado de recuerdos, un niño que llevaba la cicatriz de la nostalgia, melancolía de una tierra que se quedaba atrás, impresiones inolvidables de sus primeros años de vida, tesoro de ese trozo de la infancia que nos marca para siempre.




Fermín tuvo que emigrar con su familia a Buenos Aires siendo un niño, pero la presencia de su ciudad natal fue una constante hasta el último día de su existencia, tanto en su obra como en su vida.  




Por dondequiera que fue contó la historia de aquel rincón de la Plaza de Pavía donde aprendió a dar los primeros pasos, donde iba a beber el agua de su fuente derrumbado ya por el cansancio;  de los paseos por el hermoso Malecón bajo la tímida sombra de las palmeras; de las tardes interminables de verano, cuando con su madre y sus hermanos correteaba por el puerto en construcción buscando caracolas; del Cuartel de la Misericordia, frente al que le gustaba sentarse para ver a los soldados jugar a la pelota contra el frontón de la pared; de la pequeña playa de los Cuescos donde se bañaba en compañía de sus primos rodeado de las barcas de los pescadores y de gaviotas; de los muros de la Alcazaba que estaban allí, siempre atentos, como centinelas de los juegos infantiles.




Su Plaza de Pavía, sus amigos de la infancia con los que jugaba hasta el anochecer a cielo abierto, el día que se mudaron a la casa de la calle Pedro Jover, donde su padre, cónsul de Cuba y Ecuador, tenía el despacho; una casa de grandes ventanales por donde una mañana, convaleciente de una enfermedad, su padre le ayudó a asomarse para que viera al Rey atravesando el Parque en un coche de caballos. La figura de don Vicente Gomis, el buen maestro “ejemplo vivo de nobleza, de honradez y de ecuanimidad”, arquetipo moral para todos aquellos niños que entre 1905 y 1910 recibieron sus enseñanzas.




La algarabía de la calle de las Tiendas, la impresión que le dejó la primera vez que vio el Paseo alumbrado en la Feria, el alboroto de los obreros al amanecer, cargando en los depósitos de esparto que se alineaba  junto a la calle del Arsenal antes de ser embarcado para Inglaterra, recuerdos intensos de su Almería natal que siempre fue mostrando orgulloso, como un tatuaje del alma.




Temas relacionados

para ti

en destaque