El monumento al Sagrado Corazón de Jesús fue como un milagro para los vecinos del humilde arrabal de San Cristóbal, que en los años veinte estaba tan dejado de la mano de Dios que no tenía un camino de subida decente por donde pudiera transitar con holgura un simple coche de caballos ni una sola bombilla de luz eléctrica que lo sacara de las tinieblas en las noches sin luna.
Cuando se puso en marcha el proyecto de construir una imagen de mármol que presidiera la ciudad desde el cerro en el lugar donde se encontraba la vieja y abandonada ermita, aquel barrio olvidado se acercó un poco más a la ciudad y se convirtió en el escenario más llamativo junto a las murallas de la Alcazaba. Ya lo dijo el Obispo don Bernardo Martínez Noval el 13 de abril de 1928, cuando iba a bendecir el terreno elegido para la erección del monumento: “El viajero, al llegar a nuestra ciudad, no encontrará grandes riquezas materiales ni el movimiento febril de otras poblaciones, pero sí un cielo espléndido, un clima ideal y sobre la ciudad, como un heraldo de su grandeza moral, el monumento al Corazón de Jesús”.
Más claro no lo pudo haber dicho el prelado. Como aquí no teníamos nada que enseñar, ya que la Alcazaba estaba medio derrumbada y ocupada por una estación radiotelegráfica militar y apenas había vida comercial ni actividad industrial, teníamos al menos la riqueza espiritual del Señor de los Cielos subido en una roca para admiración y devoción de todos aquellos viajeros que llegaran en barco a nuestro puerto.
La historia de aquella estatua divina, en el sitio más abandonado de la ciudad, empezó en 1924, cuando doña Ángela Fornovi, una cristiana de lucha, trajo la idea de levantar en Almería un monumento al Corazón de Jesús. Su insistencia fue creando una ilusión colectiva que se plasmó con el acuerdo del Pleno del Ayuntamiento del 30 de junio de 1926 en el que se aprobó la consagración de la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús y la erección de una escultura en el cerro de San Cristóbal. Desde aquel día, el cerro donde subía la gente una vez al año para celebrar la romería junto a la ermita se iba a transformar en un referente religioso, en un lugar de peregrinación para varias generaciones de mujeres que durante décadas subieron hasta los pies del santo para cumplir sus promesas.
El 13 de abril de 1928, durante el acto de bendición del solar donde se iba a levantar el monumento, la campana de la ermita repicó incesantemente y se dispararon numerosos cohetes. El padre Alfonso Torres, toda una institución de la Compañía de Jesús, dirigió unas palabras a todos los que se congregaron aquel día en la cumbre del cerro: “Que el Corazón de Jesús sea el faro que nos señale, como a los navegantes, nuestro seguro puerto de refugio”, dijo,
Durante un año, el tiempo que tardó en culminarse la obra, el boceto del monumento estuvo expuesto en el escaparate de la Papelería Sempere, en el Paseo de Almería, para que todos los almerienses pudieran disfrutar del proyecto que ya estaba ejecutando en sus estudios el escultor granadino Navas Parejo.
El mismo día de la bendición del solar, la comisión encargada de realizar el proyecto se comprometió a poner en marcha la construcción de un camino que partiendo del final de la calle de Antonio Vico llegara hasta la explanada que se extendía delante de la ermita. Hasta ese momento, la subida al cerro de San Cristóbal se hacía a través de las estrechas veredas que el tiempo y la gente había ido abriendo por las laderas del monte, entre chumberas y piedras. Para facilitar el acceso y que en un futuro pudieran subir también los coches, las autoridades asumieron el reto de levantar la ansiada carretera. El domingo 27 de abril de 1930 llegó el gran día de la inauguración y la bendición del monumento que consagraba definitivamente la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús. Para un acto de tanta importancia se rehabilitó la ermita y la casa del santero, se abrió el nuevo camino de subida y las casas amanecieron con una mano de cal.
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Eduardo de Vicente