En casa - Día 35

“Ese recuerdo me trae la visión de una bóveda de celeste humanidad en este pandémico desierto”

"Allí, en el desierto, he sufrido un par de alucinaciones momentáneas en diferentes ocasiones".
"Allí, en el desierto, he sufrido un par de alucinaciones momentáneas en diferentes ocasiones". Pixabay
Ricardo Alba
02:55 • 21 abr. 2020

Podría comenzar con bromas sobre la clase didáctica dirigida a los niños e impartida al alimón por el ministro astronauta y el doctor Simón. No, no es un asunto de chiste y, además, nuestros niños son sobradamente inteligentes. Otro comienzo pudiera ser con la frase pronunciada por el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Manuel Santiago en referencia a que los servicios de inteligencia de la Benemérita trabajan “para minimizar el clima contrario a la gestión del Gobierno”. No, no es información de última hora, esto ya se sabía de antiguo. Otra apertura posible sería la profecía del presidente socialista de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que suena como sigue: “Esta crisis se llevará por delante a la clase política española al completo, salvo que algunos se escondan debajo de la cama y nadie se entere de que existen. Todo el que haga cosas, lo que hay que hacer no lo que dé votos, muy probablemente se tenga que marchar a su casa”. Algunos ya están tardando y lo saben.



Con su permiso voy a comenzar conmigo mismo, no es lo usual, quizá tampoco lo debido, pero con pandemias como esta permitámonos unas cuantas excepciones. En uno de mis frecuentes viajes a Marruecos acampé en las cercanías de las dunas de Erg Chebbi, el gran desierto. Poco antes de la anochecida inflé mi colchoneta, me tumbé sobre ella. En escasos minutos se hizo la negrura, sentí estar alojado en el hotel de las cinco mil estrellas. Tenía todo el firmamento brillante ante mis ojos. Hacía verdaderos esfuerzos para no dormirme, deseaba prolongar cuanto pudiera la contemplación de constelaciones, de estrellas fugaces que parecían caer al otro lado del universo. Me desperté en el suelo. Había llenado de aire el colchón, pero se me olvidó poner el tapón. Mi sueño fue tan plácido, tan profundo, que no lo advertí en toda la noche. 



Este imborrable recuerdo, como tantos otros vividos en tierras marroquíes, me ha traído la visión de una bóveda de celeste humanidad en este gran pandémico desierto universal. No se distinguen constelaciones, sino generosidades; no hay estrellas fugaces, sino meteoritos de ternura; no se ven planetas, sino sueños de esperanza.



Allí, en el desierto, he sufrido un par de alucinaciones momentáneas en diferentes ocasiones. El calor, el cansancio, ya se sabe. No veía oasis con sus palmeras y estanque de agua; tras la masa de aire caliente creí reconocer la figura distorsionada de un ciclista y, en la otra, se me vino a la mente un almendro en flor. 



A veces, al despertar, creo estar residiendo en una alucinación. Al abrir la ventana recibo la bofetada de la realidad. Miro el desierto de la calle, escucho las cifras, ya saben cuáles, abro el ordenador y me asalta un anuncio de las mejores webs para ligar con mujeres solteras, casadas y divorciadas. ¡Ya te digo! Para mí que se equivocan, no es el momento más oportuno, pero de todo hay en la viña del Señor. Allá cada cual, yo, sin dudarlo, me quedo en casa.






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