Rafael es de lo que piensan que deberían inventar algo para que los días tuvieran más de 24 horas. Tantas cosas absurdas que inventan y a nadie se le ha ocurrido intentar estirar los días, ganarle tiempo al tiempo. El único remedio que conoce para creer que vive más es hacerle competencia a los gallos y ver amanecer todos los días desde su balcón en Aguadulce.
Se levanta a las seis de la mañana, cuando ya no encuentra un rincón amable dentro de la cama ni una postura nueva en la que ponerse. Es hiperactivo. Si hubiera sido músico estaríamos delante del hombre orquesta, de los que antiguamente iban por los pueblos con los instrumentos colgados en el cuello, capaz de tocarlos todos y de pasar el plato después para recoger la recompensa de los más generosos.
Rafael es taxista como podía haber sido pintor, corredor de seguros o camarero, una de las vocaciones que se le quedaron en el camino. Nació en Beires, el día de los Inocentes de 1957, un invierno de nevadas cuando todavía nevaba en la sierra, un invierno de buenas cosechas cuando todavía había familias que cultivaban la tierra. Como tantos niños de su generación, creció con la idea de conocer nuevos horizontes, de tener otro oficio distinto al de sus padres, de no tener que estar mirando al cielo todos los días ni encorvado frente a la tierra. Había que estudiar para poder volar del pueblo y hacerse un hombre de provecho, a ser posible con un trabajo que no le manchara mucho las manos y le permitiera saber lo que era un día de fiesta y unas vacaciones.
Cuando terminó la etapa escolar, a finales de los años sesenta, tomó un camino que entonces estaba de moda, la hostelería y se vino a la ciudad a estudiar en la escuela para formarse como camarero, que en aquel tiempo era una profesión muy atractiva debido al empuje imparable del turismo.
En la escuela de Hostelería recibió sus primeras nociones del oficio y en su primer destino, Benidorm, aprendió casi todos los secretos de la vida. A comienzos de los años setenta Benidorm era una bomba para un muchacho de pueblo que todavía no tenía claro si la historia que le habían contado de la cigüeña era verdadera. Allí, en la playa, aprendió algunas nociones de inglés gracias a la generosidad de las turistas británicas, auténticas samaritanas de la vida a las que no les importaba dar lecciones particulares aunque fuera a altas horas de la madrugada.
Cuando Rafael regresó a su pueblo ya no era aquel niño de Beires que miraba a las muchachas con timidez la tarde de la verbena en la plaza del pueblo. Vino siendo camarero y con varias milis en el cuerpo. En esos años existía la creencia, sobre todo en los pueblos, que en el servicio militar los jóvenes se hacían hombres. A Rafael el de Beires no le hizo falta la disciplina castrense y se vino de Benidorm con los galones de capitán.
Quiso seguir siendo camarero y probó suerte en el oficio con dos experiencias con las que no llegó a hacerse rico. Primero montó el bar los Candiles, en el Barrio Alto, cuando aquel arrabal empezaba a quedarse sin gente, y luego abrió el pub Papillón en la calle de Maestría, cuando la moda de los pubes de barrio ya estaba en declive.
Un día, viendo que no se iba a hacer millonario, decidió cambiar el rumbo, se sacó la licencia y se compró un taxi. La decisión fue un acierto ya que acaba de cumplir 28 años en el oficio. Rafael Barranco Ruiz es un taxista total, de los que ha estado sentado frente al volante en los días más duros del confinamiento. En aquellos meses de marzo y abril no dejó de trabajar, pero tuvo que renunciar a su gran vocación, a salir tres días de la semana a correr por esos caminos de Dios, como buen fondista. El camarero-taxista es también un atleta de corazón que desafía a los años corriendo como un niño. El atletismo ha sido su gran invento para alargar el tiempo.
Como no puede estar parado, como necesita llevar varias vidas a la vez, además del taxi y de las carreras en pantalón corto se ha aficionado a la política y en las últimas elecciones salió elegido concejal en la oposición en el ayuntamiento de Beires, o lo que es lo mismo, un serio candidato a ser alcalde algún día.
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