El último bar de la calle de la Reina

Eduardo de Vicente
07:00 • 23 sept. 2020

Cuando el bar abrió sus puertas, allá por el otoño de 1983, trajo un vendaval de vida nueva a esa esquina de la calle de la Reina con la calle de Bailén, que estaba pidiendo a gritos un nuevo comercio que animara el barrio. 

El café-bar Violeta llegó con un torrente de luz que iluminó la calle y una nueva forma de entender la hostelería. Traía una idea nueva, un supermercado de la hostelería, un tres en uno donde mezclaba los conceptos tradicionales de los bares de toda la vida con las nuevas exigencias de los tiempos modernos que se imponían con fuerza en la nueva década.

No quería ser el clásico bar de tapas de barrio, que olía a plancha y a pescado al mediodía, y a coñac y a copa de anís por la mañana temprano. 



Su fundador, José Francisco Rueda, emprendía esta aventura después de una larga experiencia comercial que  le permitía partir con una base importante de clientes, cimentada en la confianza y en el trato cercano. Habían sido muchos años conviviendo con el público, desde sus comienzos con los barriles de uvas, pasando después por su etapa como heladero, su periplo en el mundo de los rodajes de las películas, llevando la comida hasta los mismos escenarios, y su época como gerente de la cantina del campamento militar de Viator.


La puesta en marcha del café-bar Violeta, en 1983, significaba para él un punto y aparte, un comenzar de nuevo en el que tendría que ser, por razones lógicas del paso del tiempo, su última aventura en el mundo de los negocios. Por eso se volcó tanto con la empresa y puso tanto empeño en crear algo diferente que revolucionara el concepto clásico y sirviera de resumen a sus anteriores aventuras empresariales.  El establecimiento tenía un espacio reservado a la heladería, recordando a esa primera etapa de su propietario como gerente de los helados ‘La Violeta’ de la calle de la Almedina; disponía de una extensa barra de madera en forma de ‘ele’, con taburetes de hierro para que se sentaran los clientes y un espacio reservado con mesas y asientos, que nos recordaban a los pubes del centro que en aquel tiempo estaban de moda. De esta forma, el ‘Violeta’ introducía la novedad de ser a la vez un café donde poder desayunar y merendar con todo tipo de dulces, un bar con cocina propia que disponía de un amplio surtido de tapas caseras y un pub para que las parejas y los grupos de amigos pudieran reunirse por las tardes a disfrutar de lo que entonces estaba de moda entre los jóvenes, los vídeos musicales y las tertulias.



El café-bar Violeta, que no escatimó esfuerzos en su montaje, puso a disposición de los clientes una pantalla gigante donde se proyectaban las creaciones de los cantantes y los grupos de moda, en vídeos que eran auténticas joyas del arte visual. Además, el establecimiento tenía un espacio de sillas y mesas que servían como escenario para las partidas de dominó que se organizaban a primera hora de la tarde. 


Otro aliado del negocio en los primeros años fue el fútbol de pago. Su dueño fue de los pioneros en el barrio en abonarse a Canal Plus, y los domingos, cuando televisaban al Madrid o al Barcelona, había que irse con tiempo para coger sitio delante de la pantalla gigante. Fueron años de éxito comercial: helados, pasteles, buenas tapas, partidas de dominó, reuniones de amigos para oir música y domingos de fútbol que le daban al ‘Violeta’ un aire distinto al de los otros establecimientos. 



Sin embargo, los buenos tiempos se fueron marchitando y como el propio barrio, el bar fue languideciendo sin que nadie encontrara la forma de recuperarlo. Tras  una década soportando lo más duro del temporal, el café-bar Violeta cerró sus puertas definitivamente la pasada primavera, dejando a la histórica calle de la Reina sin un solo bar de referencia.


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