La cara que nunca salía en las postales

La Junta va a restaurar, por fin, el frente norte de la Alcazaba, su cara oculta

El frente norte de la Alcazaba es la cara menos conocida, pero tan bella o más que la fachada principal porque conserva ese aire de decadencia.
El frente norte de la Alcazaba es la cara menos conocida, pero tan bella o más que la fachada principal porque conserva ese aire de decadencia.
Eduardo de Vicente
00:07 • 09 oct. 2020 / actualizado a las 07:00 • 09 oct. 2020

La Junta de Andalucía va a rescatar el frente norte de la Alcazaba, su cara menos conocida, su lado oculto, ese trozo de monumento que se perdió para la ciudad por la falta de inversiones y porque en los años setenta instalaron en su valle el centro de rescate de la fauna sahariana que cerró definitivamente el paso natural que comunicaba el centro de la ciudad con la Chanca, a espaldas de la Alcazaba.



Toda esa gran franja de terreno que ocupan los animales constituye uno de los escenarios con mayor encanto de Almería. Es un territorio lleno de magia, rodeado de murallas y con una ubicación estratégica que permite tener una visión más romántica de la ciudad. Hace años, ante de que llegaran las primeras  cabras de África, aquel espacio estaba salpicado de fértiles huertas donde iban muchos tenderos de Almería a por la verdura recién cogida. Los niños de entonces solíamos hacer incursiones los sábados por la mañana a la huerta, por si podíamos traernos algún regalo burlando la vigilancia del guarda, que según contaban la mitología infantil de la época, era un señor con muy mal genio que tenía al lado de la cama una escopeta preparada con cartuchos de sal para ahuyentar a los piratas que venían a robarle las lechugas.



La historia de la cara norte de la Alcazaba y su hermosa huerta está ligada a la del barrio de Chamberí, conocido también como el barrio de la Hoya o como dicen sus vecinos, el barrio de ‘la Joya’.



La Joya fue siempre un territorio al margen de la ciudad, que se fue formando a partir de su calle principal, la de Chamberí. Esta calle tomó el nombre de una hermosa finca que ya existía en 1870, propiedad del rico terrateniente don Juan de Olmos. Él descubrió que aquella zona, ligeramente elevada y habitada sólo por algunas cuevas bajo los muros de La Alcazaba, era una de las más bellas, con las mejores vistas y abierta a los vientos frescos que entraban desde el sur por el mar. 



El único problema era la falta de agua, por lo que para mantener las tierras de cultivo había que estar mirando siempre al cielo esperando la lluvia. Para asegurarse el suministro, don Juan de Olmos consiguió que se construyera un importante entramado de acequias que cruzando cerros trajeran el agua de la fuente de Benahadux. Las obras, que recorrieron diecisiete kilómetros de terreno accidentado, se prolongaron durante más de dos años y fueron dirigidas por el arquitecto Enrique López Rull. Por fin, en noviembre de 1878, el agua del cauce de San Indalecio llegó a la hacienda llamada Chamberí, que no tardó en convertirse en un vergel. Tenía tres norias, dos balsas, una era empedrada, una casa para el labrador y otra de recreo con postes a la entrada para emparrado, y una superficie de riego de casi treinta tahullas.  La finca fue a menos a raíz de la muerte de su propietario, en diciembre de 1882, y cuando pasó a manos de sus herederos al poco tiempo salió a subasta por el Juzgado de Almería en 15.800 pesetas.



Todas aquellas tierras y posesiones acabaron en manos del Estado, que cedió parte de los terrenos al ayuntamiento para que iniciara el proceso de urbanización que tuvo su punto de partida cuando en 1892 se proyectó la calle principal con el nombre de Chamberí. 



En el cerrillo que coronaba el barrio, aparecía la finca de dieciocho hectáreas y las dependencias del Instituto de Aclimatación de Plantas que puso en funcionamiento el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en diciembre de 1950.  



Al final de la calle de Chamberí, en una de las faldas del cerro de San Joaquín, se levantaba el chalet de este centro de experimentación donde se llevaban a cabo importantes trabajos de investigación. Durante años se centraron en nuestras chumberas para darle otra utilidad que no fuera comerse su fruto en verano. Se construyeron cuatro fosas de fermentación del chumbo para poner en marcha un proceso en el que se llegaba a la extracción de alcohol a partir de mostos del chumbo, y a la elaboración de un caucho sintético con probable rendimiento industrial.



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