El vapor que iba al faro de Alborán

Durante más de medio siglo, el buque Tintoré mantuvo una estrecha relación con Almería

El vapor Tintoré en el puerto de Almería cuando el andén de costa estaba todavía en fase de construcción.
El vapor Tintoré en el puerto de Almería cuando el andén de costa estaba todavía en fase de construcción.
Eduardo de Vicente
00:14 • 15 oct. 2020 / actualizado a las 07:00 • 15 oct. 2020

El puerto, en las dos últimas décadas del siglo diecinueve, era todavía un escenario cambiante, un lugar en construcción donde las obras avanzaban al ritmo que marcaban las partidas de dinero que siempre llegaban con retraso. Cuando las arcas se llenaban, el puerto era un hervidero de carros, de grúas, de grandes bloques de piedras que venían de las canteras próximas, de obreros que llegaban hasta de los pueblos más lejanos en busca de un jornal.



El puerto iba avanzando lentamente, pero la actividad marítima nunca cesaba. Llegaban los barcos a cargar el mineral y por el mes de octubre los grandes vapores que venían a por la uva para distribuirla por los principales mercados del mundo. Desde 1883 empezó a visitarnos todos los años un vapor con matrícula de Barcelona que acabaría tejiendo una larga relación comercial y sentimental con Almería. Se trataba del vapor Tintoré, el antiguo buque Roquelle, de la marina inglesa, que en 1882 había sido adquirido por don Pablo María Tintoré para completar su flota de cuatro barcos mercantes. 



El Tintoré llegaba a comienzos de octubre, cuando el verano daba sus últimas pinceladas y el puerto en obras se convertía en un inmenso zoco durante varias semanas. La consigna principal de todos aquellos barcos que arriban al puerto era la eficacia, que consistía en estar amarrados el menor tiempo posible. Llegaban en el momento en el que los barriles de uva ya estaban amontonados en el muelle después de haber pasado las inspecciones reglamentarias, y unas horas después volvían a partir cargados con la mercancía.



El vapor Tintoré disponía de dos potentes calderas que le daban una velocidad de doce nudos, casi veintitrés kilómetros por hora y en su vientre tenía espacio suficiente para transportar cuatro mil barriles de uvas.



Cuando llegaba el Tintoré los hombres trabajaban día y noche por turnos para poder partir cuanto antes. El camino de vuelta hasta Liverpool lo hacía directo, sin ninguna parada, para que la fruta pudiera estar pronto en los mercados. La eficacia era su bandera: trabajar duro para conseguir los mejores resultados.



A comienzos del siglo veinte la casa Tintoré extendió sus vinculos con Almería al establecer un servicio de transporte de pasajeros en varios puertos del Mediterráneo. Era un servicio semanal de muelle a muelle que salía todos los lunes desde el puerto de Almería con rumbo a Alicante, Valencia y Barcelona. Los martes cubría la línea con Málaga y Motril.



En mayo de 1907 la empresa dispuso que el vapor Tintoré comenzara a prestar el servicio de conducción de viajeros entre Almería y Orán, destino de cientos de familias que se vieron obligadas a emigrar. Los días uno, once y veintiuno de cada mes partía desde nuestro puerto hacia aguas argelinas, haciendo el camino de vuelta los días siete, diecisiete y veintisiete de cada mes.



Además, el vapor Tintoré se encargaba del suministro del faro de la isla de Alborán. La vida del farero y de su familia dependía de aquel barco que le llevaba el combustible, el fuego, las medicinas, la ropa, el pan y la sal para que los inquilinos del faro pudieran sobrevivir en medio del aislamiento más absoluto. Seis veces al mes, el vapor paraba en la isla para dejar las provisiones.


La historia del vapor Tintoré con Almería se prolongó durante más de cincuenta años. Empezó en 1883, cuando llegó por primera vez al puerto a llevarse los barriles de uvas para Liverpool, continuó con el servicio semanal de pasajeros hacia Barcelona y con los tres viajes mensuales a Orán.


Mantuvo los servicios con Almería hasta la segunda mitad de los años treinta, cortándose de raíz cuando empezó la guerra civil. El viejo vapor de gran marcha fue testigo directo de la construcción y desarrollo del puerto de Almería, desde aquellos primeros viajes en los que el muelle de Levante y el andén de costa estaban en obras, hasta la modernización y mecanización de las instalaciones que se llevaron a cabo en los años treinta.


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