Purificación Ceballos Jiménez lleva un año y tres meses como directora de la Residencia de Mayores ‘Cortijo El Limonero’, en Pechina, con una capacidad de 33 plazas, aunque ahora solo están ocupadas 28.
Apenas llevaba tres meses esta psicóloga, de 34 años, al frente del centro cuando se declaró la pandemia del coronavirus, enfermedad de la que se han contagiado 9 residentes y 2 trabajadores.
“Escuchábamos los casos de contagios en otras residencias y teníamos la incertidumbre de no conocer la enfermedad cara a cara. No sabíamos si estábamos o no preparados, pero, con el primer contagio, el Servicio Andaluz de Salud nos ayudó muchísimo a tener material de protección. El primer caso nos pilló bastante preparados”, recuerda Ceballos.
En plena pandemia, había que trabajar “muy duro”. “Teníamos que cambiarnos de equipo de protección individual, el EPI, sudábamos, y los ánimos a veces se nos venían un poco abajo, pero de todo esto ha salido un equipo más unido que nunca, hemos aprendido muchísimo más de la enfermedad, y eso nos ha ayudado a estar más preparados para futuras infecciones o a prevenir futuras infecciones”.
Para los mayores, “lo peor fue la sensación de estar desorientados. Llevábamos todo el cuerpo cubierto y no nos reconocían y solo podían ver a sus familiares con videconferencias”. “Se iban deteriorando por no poder salir al exterior y cuando pudieron salir de las habitaciones lloraban de alegría”.
Cinco residentes de Pechina han fallecido a lo largo del último año, cuatro de ellos en el propio centro. “Nos llamó la atención el caso de una persona mayor que se contagió y prácticamente de un día para otro murió. Estábamos impotentes por no poder hacer nada y por cómo explicárselo a sus familiares”.
Y así hasta que llegaron los primeros días del año 2021 cuando el protocolo mandó que las primeras personas que se vacunaran contra el coronavirus fueran los internos en residencias de mayores y quienes les cuidan, entre ellas la propia Ceballos.
“No se puede imaginar cómo fue el momento en el que recibieron la primera dosis de la vacuna. Muchos de ellos lloraban de alegría, como cuando se les permitió salir de las habitaciones. Precisamente hemos tenido contagios después de recibir la primera dosis, pero nos dijeron que la sintomatología era mucho más leve. Y cuando nos pusieron la segunda dosis fue como un alivio y una esperanza. Todos aplaudieron al equipo sanitario que se desplazó a la residencia. Todos estaban muy contentos porque se abría una esperanza a no contagiarnos de nuevo, aunque hay que mantener las medidas de seguridad”.
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