Esto nos ha golpeado a todos, sí. Pero el punto de partida de cada cual no es el mismo, y puede ser determinante. Y, claro, si eres invisible, la pandemia llega para atropellarte.
Es lo que sucede en distintos puntos de la provincia de Almería, pero especialmente en Níjar, donde trabaja desde 2012 Antonio Sánchez, coordinador de Almería Acoge en este municipio que no solo es el más grande de la provincia y tiene núcleos de población dispersos: tiene una realidad invisible en los asentamientos chabolistas que también están pagando las consecuencias de una pandemia que nos ha pillado a todos con el pie cambiado.
“No se quiere reconocer lo que sí existe: se quiere hacer invisible. Los asentamientos no tienen luz eléctrica ni agua. Se buscan la vida para traer garrafas de agua o conectar alguna manguera, aunque no sea de agua potable. Chabolas de plástico y madera… Hay familias, hay menores”, desmenuza Sánchez.
La de los asentamientos de Níjar es “una realidad muy cambiante y muy difícil de censar”. Almería Acoge estima en estos momentos que hay cerca de 4.000 personas viviendo en poblados chabolistas solo en Níjar.
Y, de pronto, llegó el estado de alarma. Y cuando a ellos les faltaba una vivienda digna y suministros básicos, les faltó algo más: información. “La gente de los asentamientos se asustó mucho. Sobre todo por el desconocimiento: no llegaba información veraz”.
A partir de ahí, en Almería Acoge decidieron seguir a contracorriente: “Si nos vamos, van a estar muy perdidos”, recuerda Sánchez. “Decidimos seguir al pie del cañón, acercarnos a los asentamientos, explicarles qué es el coronavirus, trabajar en prevención, explicar mascarillas, geles, legislación…”.
La enfermedad
El Covid-19 llegó, claro. No se sabe exactamente cuántos se contagiaron, porque la situación irregular de estos asentamientos y sus habitantes, sumada al cierre de los centros de salud, hace que lo que ha sido difícil de medir en la ‘civilización’ haya sido directamente incontrolable en los asentamientos ‘invisibles’ a los ojos de la administración.
Y ahora, “no se ha recuperado la situación. No llega la normalidad”, se lamenta Sánchez, quien recuerda que, cómo mínimo, habría que empadronar a los habitantes de estos asentamientos para empezar a revertir su situación.
Claro, qué normalidad va a haber en un poblado chabolista cuando una enfermedad es el menor de tus problemas: si vives en una chabola, quizás te preocupas primero por lo que vas a comer y, más tarde, si eso, de la enfermedad que ha parado el mundo.
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