Hace solo unas pocas semanas, la eurodiputada de Unidas Podemos Sira Rego estuvo recorriendo algunos de los asentamientos chabolistas de inmigrantes en el Campo de Níjar. La visita era consecuencia de la iniciativa planteada por dos ONG, una de Huelva y otra de Almería, a través de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo para que las instituciones de la UE tomen cartas en lo que consideran una situación de clara vulneración de los derechos humanos en territorio comunitario.
De aquel viaje de comprobación in situ, la política valenciana salió impactada, a pesar de haber sido antes testigo directo de la crudeza de los campamentos de refugiados en otras partes del mundo. Sus reflexiones en torno a los poblados chabolistas de Almería y sobre el fenómeno migratorio en la frontera sur de Europa cobran especial actualidad con los acontecimientos de las últimas horas y días por el terrible incendio en uno de los asentamientos de Níjar y por la entrada de miles de personas desde Marruecos a Ceuta.
¿Qué encontraron en los asentamientos de Almería?
La verdad es que fue una experiencia dura. Esto que decía el informe del relator de pobreza extrema de Naciones Unidas de hace casi un año, que señala con contundencia la situación vulnerable que tienen las personas en estos asentamientos, es verdad. Quizá impacta más porque está en nuestro territorio. Y la reflexión inevitable es que si hay asentamientos con tantas personas en esta situación es porque hay quien las contrata para un trabajo del cual nos estamos beneficiando de alguna manera todos y todas. Al final, tienes esta sensación de qué coste humano tiene la verdura que llega a tu supermercado y cuánta gente hay beneficiándose de un patrón de contratación y de un sistema de exclusión para hacer caja. Es una situación que hay que abordar, porque en algunos casos llevan ya años. Algunos nos contaban que incluso tenían que negociar casi a diario el jornal, sin contrato, sin garantía social, laboral o jurídica. La impresión fue muy dura, pero con muchas ganas de trabajar para ponerle voz y para dar solución.
¿Y cuáles son esas acciones desde el Parlamento Europeo para darle solución?
Nosotros, como parte de nuestro trabajo en el Parlamento Europeo, hemos ido a Almería para ver in situ lo que está sucediendo y hemos ido especialmente preocupados porque hay una petición de la Asociación Multicultural de Mazagón y Almería Acoge, a través de la Comisión de Peticiones en la que yo estoy, señalando elementos que podrían constituir una clara vulneración de derechos humanos. Estamos hablando de miles de personas sin agua, sin luz, con infra viviendas y en una especie de limbo a nivel de derechos humanos,
En las instituciones europeas, ¿qué información real hay sobre el contexto real en provincias como Almería o Huelva?
Esto es importante porque hay que visibilizar los problemas de los distintos territorios de Europa. Es importante señalar las características de Andalucía, el paro extraoridinario, la falta de recursos que ha tenido históricamente, y es importante llevar el debate a Europa para revelar la asimetría que sufren muchas regiones, sobre todo las que están en el sur. La Comisión de Peticiones es especialmente útil porque es una vía de entrada para poner luz, dar información y datos de lo que está sucediendo en muchas regiones. Cuando nos llega al Parlamento Europeo esta petición de estos colectivos, automáticamente se abre un debate, se investiga, se interpela a las autoridades locales, se ve qué ha generado esta situación. Se trata de resolver las asimetrías.
Cada cierto tiempo surgen en Europa noticias negativas sobre la producción agrícola de Almería relacionada con los asentamientos. ¿Hay algo de hipócrita en una parte de la UE de querer esconder los problemas y de vez en cuando sacarlos?
Nosotros decimos constantemente que esto de las migraciones es un enorme negocio para muchísima gente y que detrás de todo este sufrimiento humano hay gente haciendo muchísimo dinero. La cuestión de los asentamientos no solamente se produce en Andalucía, se está dando en otros puntos de Europa y está resolviendo en muchos casos la mano de obra en condiciones de extraordinaria precariedad. A veces hay una cierta laxitud que sorprende francamente a la hora de resolver ese tipo de conflictos. No hay más que acercarse a estos asentamientos, tomar el testimonio de quienes están aquí, cómo han llegado, la voluntad de tener trabajos decentes para tener un futuro digno, y ver cómo están operando las autoridades y los poderes públicos en Europa, que no siempre están respetando los derechos humanos y no siempre están promoviendo políticas de acogida dignas.
Esto nos lleva a la crisis migratoria de estos días en Ceuta y Melilla, ¿cómo están viendo desde las instituciones europeas esta situación?
Muy preocupadas. Desgraciadamente, lo que revela es que la externalización de fronteras y la financiación de regímenes autoritarios para controlar la política migratoria europea era un error. Cuando tú le das la llave del candado a Marruecos para que controle los flujos migratorios, eres rehén de una monarquía feudal. El gobierno de Marruecos está haciendo chantaje a España y a Europa para blindar su ascendente sobre el Sáhara, utilizando vidas humanas. Desde el punto de vista humanitario es una atrocidad. Ojo, esto es muy parecido a lo que ha pasado en la frontera greco turca con Erdogan, que para sus intereses geoestratégicos, abre y cierra la puerta a voluntad utilizando vidas humanas. Esto hay que ponerlo en la agenda en Europa. Desde la izquierda mantenemos que hay que repensar por completo la política migratoria europea.
¿Europa deja algo solos a los países que somos frontera? ¿Es así?
Bueno, yo creo que hay una connivencia perfecta. Lo que es una vergüenza absoluta es la política migratoria de la Unión Europea, basada en la militarización y en erigir muros. Al final hay una responsabilidad compartida entre los Estados miembro, pero también de las propias instituciones europeas que no están respondiendo a criterios humanitarios, ni de responsabilidad política histórica. Europa es una contraparte en la generación de muchos de esos conflictos que luego generan procesos migratorios que nos llegan aquí. Yo creo que hay muchísima hipocresía en torno a la política migratoria, porque hay mucha gente viviendo del negocio migratorio y no se quiere atender a los derechos humanos.
¿Está la UE apoyando suficientemente al gobierno español en esta crisis?
En este caso la voz de Bruselas es el Gobierno de España y al revés. Podíamos entrar en si se vive de la misma manera dentro del Gobierno de España, y ahí tengo que responder que no. Somos dos espacios políticos en el gobierno y tenemos enfoques distintos de muchos temas y el tema migratorio es uno de ellos. Ahí están las declaraciones de algunas ministras poniendo el acento en la cuestión de los menores no acompañados y los derechos humanos. El eje que ha mantenido el Gobierno de España es el eje que mantiene Bruselas. En cuanto los intereses de Europa se ven comprometidos, hay una actuación sin fisuras.
¿Qué solución plantean cuando hay una crisis como la de Ceuta?
La devolución en caliente nunca puede ser una solución porque puede suponer una vulneración de derechos. Tenemos que tener una política de acogida diferente que permita hacer frente a situaciones extraordinarias como ésta. Pero fundamentalmente tenemos que evitar que se den este tipo de situaciones. Para que haya una entrada de estas características es porque hay una bolsa de personas retenidas un poco más abajo. Si tú articulas vías legales y seguras desde los países de origen, las bolsas de concentración de migrantes en terceros países desaparecen. Es una cuestión de enfoque diferente. Es muy llamativo ver a muchas personas en el mar tratando de entrar en Ceuta, pero en el volumen global de personas demandantes de asilo o de entrada a Europa no es tan alto en relación a la población. Y hay otra cuestión sobre la que insistimos mucho. No podemos dejar desatendidos a los territorios que son la primera puerta de acceso a Europa. Nosotros estamos haciendo una tarea que le viene bien a muchos países del norte. Esto se debería traducir en un aumento de las inversiones para esos territorios.
¿Por qué no ven deseables las medidas de control de flujo migratorio basadas en negociación con los estados emisores o de tránsito como Marruecos?
Hay que recordar que una buena parte de los fondos europeos están destinados a esto. Lo que sirven es para externalizar fronteras, que los conflictos no se den directamente en las fronteras con la UE, sino en un paso anterior. Y ahí operan muchos intereses, el negocio migratorio hace que mucha gente gane mucho dinero y lógicamente interesa mantener determinados puntos de tensión. Pero si estos recursos se plantean para que haya vías legales y seguras para que quien necesita llegar a Europa lo haga sin jugarse la vida, seguramente las cosas serían distintas. Nosotros insistimos mucho en que hay una política de externalización de fronteras porque hay mucha industria en torno al negocio migratorio. Si resuelves el problema migratorio, automáticamente toda la industria deja de ganar dinero.
¿El proyecto europeo proyecto europeo está en horas bajas?
Yo creo que está en un momento bastante complicado. Tenemos la pandemia, se suma el Brexit, la alianza de países de extrema derecha que tienen una agenda diferente para Europa… el proyecto está debilitado. Ahora bien, también ha habido un esfuerzo por reorientar la cuestión de cómo se debe construir Europa. El problema que tiene el proyecto europeo es que es un proyecto configurado desde la perspectiva de los intereses de las élites económicas, sin ningún fondo social, y esto se ha visto clarísimamente en la pandemia. Se ha visto la incapacidad para coordinar un proyecto sanitario común. Se ha visto cómo determinados países bloqueaban material sanitario. Y se ha visto como algo paradigmático la compra centralizada de vacunas, que es un fiasco. Hemos pagado muchísimo dinero público para adquirir vacunas que en muchos casos ni siquiera han llegado. Se ha invertido muchísimo dinero público para la investigación, y no tenemos ningún control sobre las patentes. Y hemos visto cómo los poderes públicos están velando por los intereses de la gran farmacéutica, impidiéndonos a los diputados acceder a los contratos. Esto es algo gravísimo. Han privatizado la transparencia.
¿Hacia dónde debería reorientarse el proyecto de la UE?
En un proyecto con un corte más basado en los derechos humanos, en los servicios públicos y en una economía para la gente, para que a la gente corriente, de los barrios, de los pueblos, les lleguen los recursos económicos de Europa. Al final da la sensación de que nunca descienden a la calle, a la economía de la gente corriente, sino que terminan en manos de las mismas élites económicas.
En un contexto de globalización ¿es imprescindible estar en estas organizaciones supraestatales?
La verdad es que apostamos por un concepto del mundo más multilateral, en el que haya más relaciones entre distintos focos del mundo, y un modelo de relaciones globales no tan basado en la competitividad. Sí nos parece útil una alianza de países del sur de Europa, que tenemos determinados ejes de interés que pueden ser comunes, pero no basados en elementos de competitividad, sino de complementariedad y de oportunidad.
¿Qué conocimiento hay de la agricultura almeriense en las instituciones europeas?
Tiene mucha presencia, pero no nos tenemos que olvidar que el eje europeo está construido fundamentalmente por Alemania y Francia, y Francia tiene un peso específico agrícola bastante grande. De todos modos, la agricultura española progresivamente se ha hecho con un espacio propio. Nosotros en el Parlamento Europeo estamos muy interesados en defender los intereses de nuestra agricultura nacional, no sólo en lo estrictamente vinculado a la PAC, incluso en la disputa comercial con los Estados Unidos en torno a la cuestión de los aranceles. Pero también, desgraciadamente, esta cuestión de los asentamientos de temporeros es una cara B de todo esto y se trata de resolverlo porque es justo y necesario.
¿En qué momento está el proyecto de Unidas Podemos?
Estamos demostrando como espacio político que podemos estar en el gobierno, y más allá de tener una tradición peleona en la calle, cuando llegamos a las instituciones, desplegamos medidas que tienen que ver con defender los intereses de la gente trabajadora, que al final es para los que estamos en las instituciones.
¿Cómo toman los resultados del 4M?
Desde la perspectiva de la izquierda, ha sido un mal resultado. La mala noticia es que las tres izquierdas no suman para gobernar en la Comunidad de Madrid. Ayer leí la primera acción de Ayuso en coordinación con sus socios preferentes de la extrema derecha, que va a recortar en 2.000 puestos de trabajo la atención sanitaria. Ahí tienes la libertad. Pero bueno, nosotros somos una organización política acostumbrada a trabajar en condiciones complicadas. Desde luego, nos vamos a dejarnos la piel para que la cosa cambie dentro de dos años, también con la buena noticia del liderazgo de Yolanda Díaz en Unidas Podemos, que creo que es una extraordinaria oportunidad. Ya se está viendo que Yolanda viene a repensar el espacio de una manera muy positiva. Creo que tenemos espacio para trabajar y para trabajar bien.
¿Ser UP socios minoritarios de Gobierno puede hacer que el grande fagociete al pequeño de cara a unas elecciones generales?
No, en absoluto, no tiene por qué fagocitar. Hemos demostrado que se pueden hacer las cosas de una manera diferente. Esto que nos dicen a menudo, es que discrepáis. Somos fuerzas políticas distintas en torno a un acuerdo de gobierno que nos ha permitido avanzar en muchos puntos. Hay otros elementos que no compartimos y no pasa nada. Es saludable tener debates en los consejos de ministros y lógicamente luego se tiene que consensuar. Esta capacidad de emitir matices es lo que permite también que nosotros mantengamos un perfil propio.
¿Fue un error o un acierto unir IU y Podemos en cuanto al futuro de las siglas y de la identidad de cada una?
Yo creo que fue un acierto porque a nosotros nos importa nuestro país y nos importa construir espacios fuertes de izquierda transformadora, que garanticen que a nuestra gente le va bien. Seguimos siendo Izquierda Unida, seguimos operando políticamente, pero la izquierda es diversa y tenemos que ser capaces de convivir y de conformar un espacio ilusionante. Al final lo que se ha visto es que funciona y que después de 80 años, tenemos ministros comunistas y de la izquierda transformadora y no ha supuesto ningún problema a pesar de las voces de que iba a venir una catástrofe. Hay un escudo social que está garantizando que la gente no se quede atrás. Yo creo que esto es una buena noticia.
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