La Guardia Civil arrestó el pasado mes de abril a un agente destinado en el cuartel de Roquetas de Mar por su presunta vinculación con la red criminal desarticulada en la llamada Operación Izabela. Un mensaje de firmeza. Tolerancia cero con el narcotráfico.
La detención de un presunto agente corrupto G. era, en este sentido, estratégica. No solo colaboraba en la eliminación de una banda dedicada a la introducción de grandes cargamentos de hachís a través de puertos deportivos, sino que además anulaba el riesgo de filtraciones futuras.
Según informes a los que ha tenido acceso LA VOZ, el presunto capo Cosmin I. mantenía una relación directa con el agente G. destinado en Roquetas de Mar. El objetivo de Cosmin I. era conseguir una cobertura de seguridad para las operaciones de descarga de la droga y para ello necesitaba un ‘topo’ en la Guardia Civil, un agente con acceso a datos secretos sobre las vigilancias en tiempo real.
La presunta colaboración se materializaba de manera muy concreta, según las investigaciones internas. “Se dedicaría a facilitar información a la organización”, dice el juez instructor en un auto de abril. “Haría coincidir descargas con sus turnos”.
Según estos informes, el capo consultaba al agente sobre matrículas y personas sospechosas en el puerto de Aguadulce. Alarmado ante la posibilidad de estar siendo vigilado por agentes de paisano, acudía directamente a su contacto.
Las diligencias reflejan un pasaje esclarecedor el 20 de octubre, la tarde previa al alijo del barco Mare Izabela. Cosmin I. fue identificado por una patrulla mientras cargaba en su Porsche Cayenne garrafas de gasolina en una estación de servicio de Roquetas. El ‘encontronazo’ encendió las alarmas. A las 12.26 horas del día siguiente el guardia G. consultó el NIE y la matrícula del coche de Cosmin I. en las bases de datos para saber si estaba siendo vigilado e introdujo una modificación de contenido.
Un informe del grupo OCON Sur afirma que “el guardia G. estaba consultando cualquier hecho de interés relacionado con el líder de la organización para poder informarle (...) si tenían indicios sobre su participación en algún hecho delictivo”.
Las matrículas
Aquel dispositivo del 20 y 21 de octubre acabó con el decomiso de 1.230 kilos de hachís por parte de la Guardia Civil y los primeros arrestos de la Operación Izabela.
El barco tuvo que ser remolcado por Salvamento Marítimo con el alijo en la bodega y la banda trató de sacarlo a la desesperada. “Mira eso, porfa, rápido”. A las 12.50 horas, el guardia G. consultó una matrícula que le enviaron y remitió un mensaje tranquilizador a Cosmin I por WhatsApp. “Mujer roketas”.
Por otra parte, existían indicios de otro cargamento anterior, el 15 de octubre. Los investigadores también destacan aquí la presunta implicación del agente G. Cosmin I. remitió una matrícula a su colaboradora I. L. Necesitaba saber inmediatamente si el coche era de un agente de paisano o una simple casualidad. I. L. contactó con el guardia G. y 24 minutos después, a las 18.36 horas, éste accedió al sistema policial SIGO.
El Juzgado de Instrucción número Uno de Roquetas de Mar menciona en un auto del mes de abril un precio de 300.000 euros por estos trabajo, aunque las conversaciones captadas describen con mayor precisión esa cantidad como el coste total de la seguridad, es decir, desde los ‘chivatazos’ hasta las contravigilancias en El Cañarete o el propio puerto de Aguadulce.
En cualquier caso, Cosmin I. parecía tener muy interiorizado el recurso del soborno. Durante una maniobra para descargar de hachís entre los días 15 y 16 de octubre, una colaboradora le alertó de la llegada de una patrulla de la Guardia Civil. “Si han llamado esos por algo tendremos que rascarnos los bolsillos”, afirmó Cosmin I. en un audio.
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