Juan Figuera de Vargas y Coche, ingeniero de minas en Almagrera y Bédar, empeñó la parte mollar de su boyante capital y el de su mujer, la cuevana Magdalena Martínez Soler, en producir películas de cine mudo. Fue un Quijote de la gran pantalla en los años veinte, del mayor espectáculo de la época, que empezaba a encandilar al mundo. Eran los gloriosos tiempos de la minería en el Levante almeriense, en los que la plata y el plomo lucían en todo su esplendor.
Fundó la productora Goya Film, junto al director Florián Rey y a Juan de Orduña, el galán del momento, y se dedicó a financiar películas pioneras como El Negro que tenía el Alma Blanca, La Revoltosa, Malvaloca o Boy, que dieron la vuelta a España y Latinoamérica en aquellos felices años: la gente podía, por fin, soñar viendo otras vidas, otros elegantes ambientes. Detrás de todo ese glamour iniciático del cinematógrafo, detrás de las estrellas, de las vedettes y de los directores, estaba siempre Figuera, permitiendo con su dinero y con su gusto por las cosas bien hechas que el cine escalara sus primeros peldaños en aquella España lejana.
Las pantallas -frecuentadas hasta entonces por Chaplin, El Gordo y el Flaco o Tom y Jerry- se llenaron de chulapos, verbenas y organillos; de dramas humanos con la Guerra del Moro y Conchita Piquer, emergiendo como una gran estrella de cine patrio.
Juan Figuera, un desconocido almeriense de adopción, no fue solo un productor de cine. Fue muchas cosas más. Nació en París en 1874 en una familia de afrancesados exiliados tras la Guerra de la Independencia. Su padre, Juan Manuel Figuera de Vargas y Silvela y su madre Marta Coche Macelín volvieron a España y se instalaron en Cartagena.
Juan Figuera llegó al Levante almeriense de la mano de su tío Luis Figuera de Vargas y Silvela que había fundado la Compañía de Águilas como representante de la banca suiza Rothschild y que construyó el ferrocarril aéreo de Bédar a Garrucha para embarcar el mineral de hierro.
Un hermano suyo, Manuel Figuera de Vargas, casado con la Condesa de San Julián de Lorca, se había establecido antes como ingeniero de minas. Juan también se graduó como ingeniero y se convirtió en socio de su hermano. Se casó con la rica cuevana Magdalena Martínez Soler, que amasaba un gran patrimonio de fincas, minas y cortijos por todo el Levante almeriense, desde Pino Real, en Pulpí, hasta Bédar.
El joven ingeniero levantó una fundición de plomos en Villaricos. Pero su espíritu inquieto le lleva a flirtear también con la política y se presentan 1918 como candidato a diputado por el distrito de Sorbas, apoyado por su tío Francisco Silvela, que fue años antes Jefe del Gobierno. Pero fue derrotado por un estrecho margen y no pudo ocupar el escaño.
Lo suyo, más que la política, más que los proyectos mineros, más que la administración de fincas de su acaudalada esposa fue siempre el cine, el universo de la imagen silenciosa en movimiento, que estaba dando sus primeros balbuceos.
A este noble arte, como financiador de grandes filmes de la época, dedicó los mejores años de su vida, su talento y sus generosos reales. Hasta Garrucha y Cuevas del Almanzora llegaron, en algunas temporadas de baños, sus socios en la incipiente industria del cinematógrafo, Benito Perojo y Juan de Orduña, que pasearon por esas tierras y se bañaron en sus playas.
Figuera fue considerado también el descubridor de una jovencita actriz que después adquirió tronío como faraona de la copla, Conchita Piquer.
Como al protagonista de The Artist, el francés Juan Dujardin, el cine sonoro acabó con su ímpetu, ilusión y con sus proyectos de nuevas películas que quedaron en el olvido. Eso, unido a una dolencia estomacal, hizo que Goya Film acabará en liquidación y que, Juan Figuera de Vargas, el ingeniero romántico, el mecenas del cine mudo, falleciese prematuramente en 1932 con 58 años.
Juan Figuera de Vargas fue ante todo un hombre de negocios con cierto aroma idealista, aunque a veces no tuviera suerte. Una de sus principales actividades en este campo fue como miembro de la Sociedad Hispano Africana de Crédito y Fomento, de la que fue vicepresidente y administrador, junto al Conde de Caudilla, Carlos Cuartielles Catalá, José Rodríguez Carril y su pariente Luis Silvela Casado.
Ganaron mucho dinero contratando obras públicas y estudios agrícolas y mineros en territorios de Tánger, Tetuán y Ceuta y Llegaron a montar una fábrica de hacer hielo que funcionó hasta la sublevación de Abdelkrim.
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