José Manuel iba a casarse tan solo tres meses después, pero dejó a su prometida viuda antes de pasar por el altar. José tenía pensado comprar unos terrenos en Cantoria, justo esos en los que hoy se levanta Cosentino, pero no llegó a adquirir ni un metro cuadrado. Pedro era padre desde hacía solo un año, y aquel Día del Padre de 1980 dejó a su hija huérfana. Ana Belén se casó una tarde en San Antonio de Padua, en una boda que jamás olvidará por lo que pasó fuera de la iglesia...
Estas son solo algunas de las pinceladas de unas vidas que se quedaron a medias por culpa de ETA. Son las cicatrices almerienses que la banda terrorista dejó en sus más de cincuenta años de actividad armada.
En las páginas de este diario se contó cada uno de estos asesinatos a almerienses que, en su mayoría, fueron jóvenes miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Pasadas las décadas, el periodista Javier Pajarón recopiló esas heridas mortales provocadas por ETA a la sociedad almeriense. Manuel León, por su parte, se aproximaba hace ahora justo diez años al drama familiar que habían supuesto los asesinatos. Y, al mismo tiempo, el joven Rafael Rodríguez dedicaba su trabajo fin de grado de Derecho a los crímenes de lesa humanidad de la organización terrorista. En definitiva, hay memoria, por mucho que pasen los años.
Una década
Es precisamente en el mes de octubre de hace diez años cuando ETA anuncia el cese definitivo de su actividad armada. Y aún tendrían que pasar más años para poder dar por terminada su vida: en 2017 se desarmó y en mayo de 2018 anunció su disolución definitiva, aunque aún haya quién vea con recelo este adiós de la organización terrorista que sembró el terror en todo el país.
Y por el camino, ETA también sembró el terror en Almería. Con nombres propios. Esteban Maldonado. José Luis Martínez. Francisco Gómez. José Antonio Martínez. José Artero. José Manuel Rodríguez. Juan Maldonado. Pedro Ballesteros. Ellos son los ocho almerienses a los que ETA asesinó entre 1975 y 1988. Y aún quedaba por delante el susto de diciembre de 2004: un paquete bomba desactivada por los artificieros de la Guardia Civil rompió la habitual calma de la Plaza de España, en Ciudad Jardín, donde Ana Belén celebraba su boda.
Los asesinatos
Al cumplirse una década del cese de la actividad armada de ETA, también se cumplen 46 años del primer asesinato de un almeriense a manos de la banda terrorista.
Fue en octubre de 1975 cuando el guardia civil Esteban Maldonado Llorente, criado en Almería, tenía 20 años y un coche bomba estalló al paso de su furgoneta.
Un año y medio más tarde, en 1977, el Policía Nacional José Luis Martínez fue secuestrado por etarras en San Sebastián, donde estaba destinado. Tenía 30 años y apareció muerto en Hendaya, con las manos atadas y los dedos cortados.
Francisco Gómez fue asesinado en 1979. Casado y padre de dos hijos, tenía 28 años cuando un explosivo colocado en un talud destrozó el furgón de la Guardia Civil en el que viajaba el agente almeriense.
Un año más tarde, en febrero de 1980, el guardia civil José Antonio Martínez fue asesinado por un comando etarra que atacó con ametralladoras el convoy en el que viajaba este joven de 26 años nacido en Oria. El mes siguiente, en plenos ‘años de plomo’, el empresario almeriense José Artero, dedicado al sector de la piedra natural, fue asesinado por ETA en la cafetería Toki-Alai de Escoriaza, en Guipúzcoa. Él fue el único civil almeriense asesinado por ETA, recibiendo ocho balazos.
Ese mismo año, en mayo, ETA asesinó al policía nacional José Manuel Rodríguez Fontana, de Pescadería. En junio de 1983, asesinó al guardia civil Juan Maldonado, de Adra. Finalmente, en marzo de 1988, pistoleros de la banda mataron al guardia civil Pedro Ballesteros.
El otro lado: el ‘caso Almería’
Precisamente la pasada semana, Cantabria inauguraba un monumento en memoria de los tres jóvenes trabajadores cántabros asesinados el 10 de mayo de 1981 a manos de miembros de la Guardia Civil en Almería.
Fue el lado más oscuro del ‘otro lado’: si el Estado ejerció la fuerza para luchar contra ETA, en el ‘Caso Almería’ se escribió uno de los más oscuros capítulos de lal lucha contra el terrorismo.
Sucedió cuando Luis Cobo, Juan Mañas y Luis Montero cruzaron España para acudir a la celebración de la primera comunión del hermano de Mañas. Distintos avatares de su viaje (una avería en el coche, un viaje en tren y el alquiler de un vehículo a toda prisa para llegar a tiempo a la celebración) hizo que la Guardia Civil sospechara de los tres jóvenes, ya que solo un día antes ETA había asesinado a tres militares. Detenidos en Roquetas por la Guardia Civil, los tres jóvenes aparecieron muertos, calcinados y con múltiples impactos de bala, en Gérgal, en el interior del coche que habían alquilado.
El teniente coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo fue condenado a veinticuatro años de prisión como autor de tres delitos de homicidio. El teniente Manuel Gómez Torres y el guardia Manuel Fernández Llamas fueron condenados por los mismos delitos a quince y doce años de prisión respectivamente.
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