Las luces de colores de los Segado

La iluminación de Navidad y la de Feria corría a cargo de los operarios de la Casa Segado

Juan Manuel Segado, tercero de la saga que continuó con la empresa eléctrica que también iluminaba la carroza de la Patrona.
Juan Manuel Segado, tercero de la saga que continuó con la empresa eléctrica que también iluminaba la carroza de la Patrona. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 06 dic. 2021

Los Segado han sido y siguen siendo una familia de técnicos de electricidad, que fueron heredando la vocación y el oficio de generación en generación. El primero de la saga que se inició en el oficio fue Manuel Segado Rodríguez (1866-1953), que a comienzos del siglo veinte, cuando la luz eléctrica empezaba a extenderse en la ciudad, trabajaba como operario en la Casa Lebón, encargada de la luz en Almería.



Fue su hijo, Francisco Segado Ruano (1900-1972), el que recibiendo las continuas enseñanzas de su padre montó la primera empresa familiar dedicada a los montajes eléctricos. Empezó a comienzos de los años veinte recibiendo los encargos en un kiosco que instaló a la entrada del Bulevar, y fue tanto su éxito que en 1926 fundó una de las industrias de su género más acreditadas que hubo en la ciudad, ‘La Instaladora Moderna’, en el número 36 del Paseo. 



Francisco Segado Ruano era entonces un joven incansable, con una ambición que lo llevó a recorrer los pueblos de la provincia haciendo grandes montajes eléctricos en compañía de su padre. En septiembre de 1926, el diario local ‘La Independencia’ se hacía eco de la siguiente noticia: “Han regresado de Cantoria los mecánicos electricistas Francisco y Manuel Segado, que fueron a instalar un teatro cinematográfico”.



Los trabajos de ‘La Instaladora Moderna’ eran continuos en aquel tiempo, siendo los encargados de montar la mayoría de los timbres en las casas de la burguesía local, cuando esta modalidad de llamadores eléctricos se acababan de poner de moda. 



También fueron los responsables de las modernas instalaciones eléctricas que en los años veinte se llevaron a cabo en el Salón Hesperia, en el Café Colón, en el Café Suizo, en los bancos Español de Crédito e Hispano Americano, en el Gobierno Civil, en la Diputación Provincial y en la afamada Casa Ferrera, que en Navidad y para la Feria preparaba los escaparates más llamativos y mejor iluminados de toda la ciudad. 



No había un acontecimiento público: desfiles, procesiones, conciertos, verbenas populares, bailes de Feria, donde no estuvieran los operarios de la Casa Segado. Al terminar la Guerra Civil iban por los pueblos poniendo las bombillas en las fiestas patronales. 



A pesar de las restricciones de la época, en la Feria de 1941 Segado se encargó de llenar con bombillas de colores el Paseo y el lugar de la verbena. En 1943 iluminó también la Glorieta de San Pedro y realizó un trabajo especial en el trono de la Virgen del Mar, sustituyendo los clásicos focos azules por otros blancos de mayor intensidad.



La Casa Segado se hizo omnipresente en la ciudad. Eran los tiempos de Francisco Segado Ruano, un trabajador infatigable que además de dirigir las labores de montaje aparecía después al lado de su obra: si iluminaba algún paso de Semana Santa, allí estaba él delante del trono para que nada fallara; si le ponía luces especiales a la Virgen del Mar, allí estaba Segado pendiente del paso. En abril de 1946 embelleció con sus focos especiales los pasos de la Oración del Huerto, del Cristo del Escucha, del Cristo del Amor, del Santo Sepulcro y de la Soledad. 


Para la Feria de ese año, Segado iluminó desde las farolas de la Puerta de Purchena, pasando por toda la avenida del Paseo, la calle Reina Regente, el Parque Nuevo hasta la desembocadura de la calle Real, y hasta las verbenas populares que aquel año se celebraron. También se encargaba de alumbrar con suntuosidad la célebre tómbola de la Caridad que montaba el Obispado. 


En los años cincuenta la empresa siguió creciendo. Francisco Segado Ruano incorporó a su hijo Juan Manuel y ambos emprendieron una década intensa.Tenían firmado un contrato con el Ayuntamiento desde 1949 para la iluminación extraordinaria del Paseo, de todo el Real de la Feria, de la Caseta Popular, del templo de la Virgen del Mar, del teatro Cervantes, del Parque, del Puerto y de la terraza del Tiro Nacional, por el precio de cincuenta mil pesetas. La cantidad se elevó a setenta mil en 1955, atendiendo a la solicitud del señor Segado, basándose en el aumento del coste de los materiales y la elevación de los jornales de los obreros. A cambio, el Ayuntamiento incluyó en el lote de encargos el alumbrado de los dos primeros recintos de La Alcazaba para los festejos que ese año empezaron a celebrarse allí.


Los operarios de la Casa Segado llegaron a ser, en aquella época, los más conocidos de la ciudad; estaban siempre en la calle, poniendo las luces de Navidad, adornando cada rincón de Almería para la Feria, siempre tirando de aquellas primitivas e inmensas escaleras para llegar a lo más alto. 


En mayo de 1956, con motivo de una de las visitas que Franco hizo a Almería, fue la Casa Segado la encargada de la iluminación eléctrica extraordinaria que se instaló en el chalet de Santa Isabel, donde se alojó el entonces Jefe del Estado. 


Durante varios días, los operarios de la empresa trabajaron duro en la finca para colocar ciento setenta y siete reflectores de y otros veintitrés que puso el Ayuntamiento. Por este trabajo, Segado cobró 13.000 pesetas, además de otras 25.000 que ingresó por la iluminación de la Plaza Circular, Puerta de Purchena, Paseo, y la instalación de ochenta y ocho reflectores en la plaza y fachada del Ayuntamiento, Cruz de los Caídos, Plaza de Santo Domingo y fachada de la iglesia, con motivo también de la visita de Franco.


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