El nombre de Terriza está escrito en letras grandes en la historia de las zapaterías almerienses. No tuvo una trayectoria tan larga como la de Blanes o como la de la familia Plaza, que aún siguen en plena actividad, pero en su época llegó a convertirse en una lugar de referencia tanto para los vecinos de la ciudad como para los que venían de los pueblos a calzarse.
Cuando Tomás Terriza se instaló en la Casa Nueva (actual Casa de las Mariposas), allá por el año de 1911, ya funcionaba, dos puertas más arriba, la sastrería de la familia Molina, tan ligada a la historia del edificio. Eran los dos comercios más importantes de esa acera, el de los Molina haciendo trajes a medida y el de los Terriza con su taller y sus tres maestros cortadores que fabricaban todo tipo de calzado a gusto del cliente.
La zapatería vivió momentos de gloria en su nuevo establecimiento, pero también tuvo que superar momentos difíciles como el que trajo de la mano aquel movimiento social llamado ‘Liga de la Alpargata’, que surgió en 1920 como una respuesta de las clases medias de la ciudad a la subida de los precios de los productos básicos, y que promovió entre todos los ciudadanos el uso de la modesta alpargata en señal de protesta. En aquella época, la alpargata y el zapato no eran sólo dos artículos distintos de calzado, sino que marcaban la condición social de cada individuo. La alpargata era el calzado de las clases humildes, es decir, de la mayor parte de la población, mientras que los zapatos eran un artículo exclusivo de los que tenían un nivel de vida alto y una sólida profesión que pudiera mantenerlo. Durante unas semanas las zapaterías del centro se vieron afectadas por esta fiebre del calzado más humilde.
Calzados Terriza estuvo presente en aquella esquina de la Puerta de Purchena hasta el año 1932, cuando el empresario Jacinto Asensio instaló en el mismo local la tienda de zapatos ‘El Misterio’, que con el tiempo llegaría a convertirse en un referente en Almería, lo mismo que la mayoría de todos aquellos negocios que formaron parte de la acera del popular cañillo.
Calzados Terriza tuvo que competir con dos gigantes que en los años veinte estaban en todo su apogeo: Almacenes El Águila y Calzados Plaza, ambos en la acera de los números impares del Paseo. ‘El Águila’ era entonces un adversario complicado porque se trataba de una gran superficie comercial donde el cliente podía encontrar toda clase de artículos, desde calzado hasta juguetes, desde maletas hasta los mejores tejidos.
Fue en los años de la posguerra cuando empezaron a nacer establecimientos de zapatería que con el tiempo echaron raíces con tanta fuerza que pasaron a formar parte del inventario sentimental de varias generaciones. Uno de aquellos negocios fue Calzados Rico, en el número dos de la calle Obispo Orberá. En 1943, su propietario, Arturo Rico Abad, se vino de Pechina para montar una zapatería que estuvo más de cuarenta años dando guerra. Su hijo, Juan Rico Góngora, siguió los pasos de su padre y abrió unos años después Calzados San Sebastián en la plaza del mismo nombre.
En aquellos años cuarenta nació Plaza Suizos, que recordaba con su nombre al célebre Café Suizo que hasta 1941 ocupó ese mismo local en el número ocho del Paseo. En los años sesenta vivió sus días de gloria, llegando a contar con un equipo de veinte empleados. Aunque la etapa dorada pasó a la historia, Plaza Suizos sigue siendo un referente después de ochenta años de existencia.
También fue hija de la posguerra la zapatería de Blanes. Cuando los hermanos Blanes llegaron a la ciudad procedentes de Instinción se embarcaron en el proyecto de una tienda de especias y condimentos que bautizaron con el nombre de Casa Blanes. En 1947, Andrés Blanes Alcaraz, quiso seguir su propia senda, se hizo con un local en el número doce de la calle Obispo Orberá y puso en marcha un negocio de calzados. Uno de sus hijos, Guillermo Blanes, recordaba que su padre montó la tienda con cuatro alpargatas y media docena de sandalias de goma, y que de ahí, a fuerza de trabajo, constancia y buen comercio, fue construyendo un imperio.
En plena posguerra dio sus primeros pasos también Calzados La Noche, en la calle de Concepción Arenal, que en aquel tiempo estaba dedicada al General Rada. Pronto se hizo famosa vendiendo sus zapatos tractores y las zapatillas de la marca ‘Gato Periquito’, que fueron precursores de los tenis que llegaron después.
En 1943 el empresario Miguel Zapata abrió Calzados El Barato en la Plaza de Vivas Pérez, que con el tiempo derivó en Calzados Miguel, en la calle Castelar.
En el centro de Almería florecieron otras zapaterías que dejaron su huella: Calzados Bebé en la calle de Hernán Cortés, especializada en zapatos de niño; Diasol en la calle de las Tiendas; Felices en Leal de Ibarra; La Estrella en la calle de Granada, Moreno en la Plaza Flores y Olimpia en la Puerta de Purchena.
Quién no recuerda el ilustre comercio de zapatería de Garach, en la esquina de la calle de las Tiendas con Hernán Cortés. Cuando abrió, en el verano de 1952, llegó con la intención de ser la más importante de su ramo en Almería.
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