A la concejalía de Urbanismo no le están saliendo las cuentas con los vecinos de la calle Hércules. Las previsiones municipales apuntaban que para esta próxima primavera ya se hubiera derribado la totalidad de las viviendas para despejar el entorno de la Alcazaba y continuar ese macro proyecto que pretende acercar nuestro primer monumento al centro de la ciudad.
Las previsiones más optimistas se habían puesto como objetivo que para antes de que finalizara el año 2022 el edificio que presidía la manzana, situado frente a la subida a la Alcazaba, fuera derribado por fin. La desaparición de ese gran adefesio de hormigón era el primer paso para afrontar después el resto del proyecto.
Pero las cuentas no están cuadrando en el despacho de Urbanismo porque tres vecinos han aguantado la presión y se han negado a abandonar sus viviendas, considerando que las ofertas económicas que le ha realizado el Ayuntamiento de Almería son insuficientes.
Este es el caso del vecino Ángel Martínez Amador, que lleva más de medio siglo viviendo en la calle Hércules, donde es propietario de dos de las viviendas que deben de ser derribadas. Asegura que Urbanismo le ha ofrecido por los dos inmuebles, uno de 125 metros y otro de 90 metros, una cantidad que no llega a 150.000 euros, mientras que a otros vecinos por menos metros, han recibo más dinero. “Le dije al Ayuntamiento que no podía estar conforme y a las primeras de cambio puse el asunto en manos de un abogado, que es el que me está llevando los papeles”, apunta el vecino afectado, que dice estar recibiendo continuas presiones mediante cartas para que firme y se marche de una vez.
“No me voy a ir porque estoy en mi derecho y tengo que defender los intereses de mi familia. No pido nada del otro mundo, sólo que si quieren que deje mis casas que me den otra con los mismos metros en el barrio donde hemos vivido toda la vida o que aumenten la oferta económica para que podamos tener una vivienda digna”, cuenta.
La postura de los tres vecinos afectados parece firme, a pesar de que desde el Ayuntamiento siguen presionando para poder ejecutar por fin una reforma que se ha ido enquistando de forma inesperada. Las palas han entrado ya en la calle Hércules, echando abajo siete viviendas, pero su presencia no ha conseguido cambiar la opinión de los vecinos que esperan la rectificación municipal o que sea finalmente la justicia la que dé una solución.
La situación actual es que el derribo se ha paralizado y que el piso que tanto afea el entorno, y cuyo derribo se había considerado prioritario, sigue en pie y con un aspecto deplorable, ya que al haber sido desalojado hace meses se ha quedado desvencijado, asaltado por los buscadores de puertas y ventanas.
Mientras las máquinas siguen trabajando a buen ritmo en la zona de la Hoya, entre las murallas de San Cristóbal y la Alcazaba, la calle Hércules se ha quedado estancada con siete viviendas derribadas, pero con tres vecinos que se niegan a aceptar el dinero que les ofrecen. Los turistas, que en gran número suben por la calle Almanzor camino del “castillo”, como ellos dicen, se detienen y enfocan sus objetivos sobre el célebre piso que sin inquilinos y desvestido, parece ahora un fantasma.
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