El miércoles pasado me encontré con dos parejas de turistas de Valencia que a la entrada de la cuesta de la Alcazaba estaban fotografiando, no el monumento, como sería lo lógico, sino ese paisaje desolado en el que se ha convertido el solar que quedó tras el derribo de las viviendas que ocupaban el flanco derecho de la subida. Retrataban la miseria y el abandono, en contraste con la grandiosidad de los muros de la Alcazaba que se alzan detrás. Los turistas me estuvieron contando que venían recorriendo Andalucía desde Sevilla, pasando por Córdoba, Granada y Almería, y que estaban retratando ese paisaje inesperado de vallas derrumbadas y derrota que no habían visto en ningún otro lugar de los que habían visitado. Les sorprendía encontrarse así la avenida principal de acceso al monumento, cuando todavía tenían en la retina la impresión que les había dejado el perfecto estado de conservación y limpieza de escenarios como la Alhambra y su entorno, del que habían disfrutado 24 horas antes.
De nuevo aparece ese abandono nuestro que tanto nos perjudica. Es un problema colectivo, que empieza por los ciudadanos y toca directamente a la casta política. Las autoridades pueden argumentar que este lamentable estado de la subida a la Alcazaba es pasajero, que se están acometiendo unas obras importantes que afectan a todo el entorno y que cuando llegue su momento se arreglarán también los accesos. Pero esta realidad no puede justificar que el pavimento de la calle Almanzor sea un camino de cabras y que el solar que lo recorre presente un estado ruinoso. Han pasado dos años desde el derribo de las viviendas, un tiempo suficiente para haberle dado ‘una mano de pintura’ y que se pudiera caminar por la calzada sin riesgo de caer en un socavón y que se pudiera mirar de frente al monumento sin sentir vergüenza.
La puesta en valor de la subida tenía que haber sido preferente en los planes del proyecto de reforma del entorno de la Alcazaba, ya que es la principal vía de acceso, el paso por donde llegan casi todos los turistas que nos visitan. A la vez que se están desarrollando los trabajos de lo que va a ser el nuevo parque de la Hoya, se tenía que haber acometido el arreglo de la calle de Almanzor y la integración del solar como parte fundamental del entorno del monumento. ¿Es tan complicado echar mano del sentido común cuando estamos poniendo en juego a diario la imagen de la ciudad? ¿De qué sirven tantas campañas de promoción de nuestra tierra si no somos capaces de tener una calle digna para que aquellos que nos visitan puedan subir tranquilos a la Alcazaba?
La actuación sobre esta zona debe de ser urgente y no puede limitarse únicamente a mejorar el entorno, sino también a su conservación. Si al Parque de la Hoya cuando esté terminado y a los accesos a la Alcazaba cuando se arreglen, los dejamos al pairo, no tardaremos en volver a la miseria. Hay que tomar medidas que garanticen su puesta en valor y su mantenimiento, y éstas pasan por una vigilancia permanente y porque de una vez por todas se cumplan las ordenanzas municipales que pongan orden en un barrio dejado de la mano de Dios.
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