La hoja de servicios de la provincia, a lo largo de la historia, no brilla precisamente por haber dispuesto de un alto número de altos cargos públicos en el Gobierno de la nación. El analfabetismo superior a la media, el alto índice de emigración, las escuálidas comunicaciones y la sequía casi perpetua, hacían que este terregal esquinado del sur de España no fuese precisamente un venero donde hallar cerebros. Sin embargo, alguno hubo capaz de escalar a la más alta tarea de la gobernación, ese que camina inmóvil y de forma perenne por nuestra Puerta de Purchena. De ese ya lo sabemos todo, o casi todo, gracias a la labor detectivesca de su paisana María del Carmen Amate, al igual que de su hermano Francisco Salmerón, ministro de Ultramar y de aquel Francisco de Paula y Figueras, nacido en la Plaza del Pino de la capital almeriense, que fue ministro de la Guerra en el remoto año de 1857, y del virgitano José Barrionuevo y del pulpileño José Guirao. De quien no sabíamos tanto, al menos quien les escribe, es de un huercalense que forma parte de esa exigua nómina de media docena de ministros que ha parido esta provincia.
Y por las casualidades del destino, fueron precisamente los hermanos alhameños -Nicolás y Francisco- los que provocaron que su paisano, este almeriense del Levante provincial, tuviera que interrumpir antes de tiempo sus tareas en el Gobierno de la nación bajo el reinado de la borbona Isabel II.
El protagonista de esta historia se llamó Juan Bautista Trúpita Giménez de Cisneros y además de ser ministro de Hacienda, tuvo el honor y el compromiso de desempeñar la gobernanza del Banco de España. Ningún otro hijo de Almería ha llegado a compatibilizar nunca ambos altos cargos. Sí lo hizo un murciano emparentado con Almería, Antonio García Alix -una calle junto al Mercado Central lleva su nombre- a raíz del casamiento con una Soler de Cuevas del Almanzora. Garcia Alix fue ministro de Instrucción Pública y Gobernador del Banco de España en 1908, además de un notable jurisconsulto.
También hay un Antonio Flores de Lemus que escaló como economista a las más altas cumbres de la administración del Estado, como secretario de 44 ministros de Hacienda, uno de los profesionales que más leyes redactó sobre la economía y la hacienda patria a comienzos del pasado siglo XX. En el caso de Trúpita su valor estuvo en su brillantez como economista moderno y sus aportaciones teóricas y prácticas en el campo de los tributos y contribuciones en una época en la que el erario público nadaba aún bajo los designios de una simpleza casi medieval.
Juan Bautista Trúpita nació en Huércal-Overa en 1813, cuando España empezaba a respirar las primeras ideas liberales insufladas desde Cádiz. Era hijo de José Trúpita Seguí, escribano de esa villa, con orígenes en Cuenca, y de Teresa Giménez de Cisneros, oriunda de Huércal-Overa. Estudió primera enseñanza y latinidad con preceptores de su pueblo natal y la segunda en el Colegio de la Purísima de la ciudad de Lorca.
Sus inclinaciones y opiniones políticas estuvieron siempre vinculadas al Partido Moderado. Cuenta el historiador Enrique García Asensio que en el Instituto de Segunda Enseñanza de Lorca permaneció durante años una inscripción en latín que decía Hic Jacet Spes Joaannis Trupitae (Aquí yace la esperanza de Juan Trúpita), que el propio Juan Bautista grabó en una de las paredes del claustro y que el director de Instituto hizo preservar en un sencillo marco de cristal, hasta que un clérigo posterior hizo quitar y borrar por completo. El protagonista hizo después los estudios de abogado, asistiendo como pasante al acreditado despacho de Pascual Madoz, el mismo que se recorrió España para confeccionar su célebre Diccionario. El Gobierno designo a Madoz para hacer ciertos estudios de Hacienda en el extranjero y éste recomendó al huercalense que con una edad aún juvenil recorrió Inglaterra, Francia y Bélgica.
En 1847 ya figuraba como socio del Ateneo Científico y Literario de Madrid, en cuya biblioteca tiene entrada su obra 'Notas estadísticas de las principales naciones de Europa y América' comparadas con España estudio de demografía, y riqueza económica. Unos años más tarde fue nombrado, por conocer muy bien los resortes de la maquinaria de la Administración, director general de Contribuciones, por el ministro Pedro Salaverría. Y poco tiempo después, bajo el Gobierno de Arrazola, fue nombrado Asesor General del Ministro de Hacienda y entró en política como diputado a Cortes por Cuenca.
En 1864, el almeriense Trúpita fue elevado al rango de ministro de Hacienda, cartera que ocuparía solo unos meses durante el gabinete de crisis del presidente del Consejo de Ministros Alejandro Mon. En el libro de actas capitulares de Huércal-Overa figura la “satisfacción con que ha visto este Ayuntamiento la elección hecha por su Majestad la Reina de un huercalense como ministro de Hacienda, esta elección la recibió el vecindario de nuestra villa con expresivas muestras de júbilo”.
Trúpita fue también embajador de España en Londres, director de Aduanas, presidente del Tribunal de Cuentas y senador vitalicio. Y fue dos años gobernador del Banco de España, 1866 a 1868, hasta que la Gloriosa revolución, apoyada por sus paisanos alhameños, acabó con las tareas de gobierno de este huercalense ilustre.
Se casó con Concepción García Barzallana y se retiró a vivir a las tierras de familia paterna en Cuenca donde falleció en 1873 con solo 58 años y sin dejar descendencia. Dejó como heredero a su sobrino Melchor Ballesta Trúpita, fiscal de la Audiencia. Buscó empleo a familiares huercalenses como Gerónimo Ballesta, que fue empleado de Contribuciones, Miguel Giménez de Cisneros Parra, empleado de Correos, Rafael Giménez de Cisneros, interventor en las minas de Almagrera, Crisóstomo Giménez de Cisneros, Interventor en el Martinete de Garrucha.
*Mi gratitud al historiador Valeriano Sánchez por haberme puesto en la pista de este ilustre personaje almeriense.
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