La fiebre del calamar vuelve a espigones y escolleras de Almería

Arranca la temporada de pesca del suculento cefalópodo que roza los 30 euros el kilo

El espigón de San Miguel es un lugar muy concurrido por aficionados a la pesca pese a las restricciones portuarias. (FOTO: Francisco G. Luque)
El espigón de San Miguel es un lugar muy concurrido por aficionados a la pesca pese a las restricciones portuarias. (FOTO: Francisco G. Luque)
Francisco G. Luque
12:29 • 10 nov. 2023

Con la llegada del frío, diferentes espigones y escolleras de la capital se convierten en puntos de reunión de decenas de aficionados a la pesca marítima recreativa. Bien abrigados, con una caña, un cubo, diferentes aparejos, una red con poste telescópico y una linterna, se les ve pasar cuando llega el ocaso por lugares como Parque de las Almadrabillas, Paseo Marítimo o bajando por la calle San Miguel. Ponen rumbo a las rocas estos días, si el tiempo es idóneo, con un objetivo claro: ir a por los calamares.   



La bajada de temperaturas, como cada otoño, suele marcar en noviembre el arranque de la temporada de captura de este cefalópodo que se mantendrá cerca de la costa hasta que comience la primavera. Su pesca es relativamente fácil, con una inversión asequible en el equipamiento que se necesita e incluso "divertida", como comenta Javier, un almeriense de 48 años de edad que desde que tiene uso de razón recuerda ir con los amigos de su barrio a escolleras y espigones para intentar volver a casa con un delicioso botín.



"La pesca del calamar, al igual que la de la jibia, es más amena, porque no tienes que estar sentado en una silla mirando a la caña esperando para ver si pican. Aquí lanzas, esperas unos segundos y empiezas a recoger lento para ver si se engancha alguno al señuelo (en forma de pez y con una corona de agujas en su extremo posterior). Y cuando lo hace tienes que engañar al calamar. La estrategia es clave, porque no pican fácilmente. A veces suele tentar con un par de tentáculos y si no eres paciente y actúas con inteligencia se retira", detalla este carretillero de profesión que aprovecha para bajar por las noches al espigón de San Miguel "para echar un rato y despejarme".






Un negocio y modo de supervivencia para muchos aficionados



Como Javier, otros aficionados a la pesca del calamar lo hacen para distraerse tras la jornada laboral. Sin embargo, hay un buen número de personas que están deseando que llegue esta época para desempolvar el equipo de pesca y plantarse en las mejores ubicaciones de la capital para la captura de este cotizado cefalópodo con el que posteriormente pueden llevarse un dinero al bolsillo. Y es que la pesca del calamar desde los espigones que hay a lo largo del Paseo Marítimo, las escolleras del Club de Mar o las del propio Puerto de Almería ha dado cobijo, desde tiempos inmemoriales, a un buen negocio en esta ciudad.



Pese a que la normativa en las costas andaluzas prohíbe la venta de las capturas para estos aficionados, que están obligados además a poseer su correspondiente licencia de pesca marítima recreativa en aguas interiores, no es extraño ver a jóvenes y no tan jóvenes haciendo un 'tour' por diferentes bares y restaurantes, horas después de haber realizado la captura de los calamares, para negociar su venta. Si se da un buen día, pueden vender el kilo a unos 25 euros, aunque en la negociación rara vez suelen salir perjudicados los hosteleros.





Actualmente, a pocas semanas de que suban los precios con la llegada de las fechas navideñas, el calamar nacional fresco se vende en pescaderías por no menos de 20 euros, estando en algunas a 22 euros y alcanzado en otras los 28 euros con certificado de pesca de arrastre. En supermercados como Carrefour se puede comprar a 18 euros, incluso en otros lugares el kilo está mucho más barato, pero hay que tener en cuenta que puede que no sean frescos ni del país.    

 

"Por aquí pasan muchas veces, en la moto, te enseñan los calamares que tienen y ya pactas un precio si te interesa. Yo alguna vez los he comprado entre 20 o 25 euros, porque tenía carencia de género y eran muy buenos", asegura el dueño de un negocio de hostelería de la capital, que prefiere permanecer en el anonimato. Y es que al igual que no se permite la venta de las capturas de estos pescadores de recreo, también el hostelero puede ser sancionado si compra dichas piezas. Cabe destacar que por una ración de calamar en aceite se puede cobrar a los comensales hasta 60 euros por kilogramo.

Normas y algunas prohibiciones
Por licencia, la normativa para aguas interiores permite un máximo de seis piezas de cefalópodos al día. Además, cada captura debe ser marcada con un corte en la aleta para evitar su comercialización. En el caso de que las autoridades encuentren a un aficionado a la pesca con calamares sin marcar, podrían proceder a sancionarle al igual que lo harían con un restaurante si encuentran en su interior un calamar marcado. 



Generalmente los pescadores aficionados no suelen marcar, por lo menos en el momento, las piezas capturadas. La mayoría también aprovecha que espigones y escolleras están oscuras a altas horas de la noche para portar una linterna con la que se ayudan también para atraer a los calamares. El uso de luces artificiales también está prohibido por normativa

En teoría, según la Ley de Puertos del Estado, en zona de dominio público portuario no se puede pescar, salvo si hay concursos autorizados para pescadores federados. En Almería a veces se hace caso omiso a esta prohibición, puesto que los lugares más frecuentados por las personas que buscan los deliciosos calamares son las zonas portuarias, "como se ha hecho toda la vida", afirma Javier, que admite que alguna que otra vez ha recibido la visita de las autoridades y ha tenido que recoger sus aparejos y marcharse, "por suerte sin ser sancionado". Aprovecha para reivindicar que los pescadores desde tierra puedan tener sitios habilitados dentro del Puerto para poder practicar la pesca de una forma segura y legal.   

¿Qué se necesita para pescar calamares?
Al amanecer y cuando llega el ocaso es cuando jóvenes y mayores aficionados a la pesca del calamar van en busca de una buena roca a San Miguel, a la altura de Calle Sorrento, alrededor del Club de Mar o en el espigón de 'Los Gatos', entre otros lugares (permitidos o no), para probar suerte un día más. Suele decirse que en los que hay luna llena son los idóneos, pero lo cierto es que ni bajo las mejores condiciones climatológicas o con la ayuda divina se ve a todos estos pescadores yendo a casa con los cubos desbordados de calamares.




Para su captura se necesita una caña con carrete, siempre pidiendo consejo a profesionales a la hora de comprarla. Un buen hilo de pescar, los señuelos de pez con la corona de agujas, que suelen ser de diferentes colores, tamaños y formas, y una red con mango telescópico para poder alcanzar el calamar desde las rocas cuando ya esté clavado. Esto sería lo más básico, pero habría que unirle una buena ropa de abrigo (si es vieja mejor), pequeñas tijeras, cubo y linterna. Evidentemente también una licencia en regla de pesca marítima recreativa y conocer las normas y ubicaciones en las que poder desarrollar esta actividad sin problemas. Y cómo no, maña. Mucha maña.  

La humedad se cuela por cada parte del cuerpo pese a ir abrigados hasta las cejas, pero esas horas de pesca que para algunos es la mejor medicina para reducir el estrés y para otros puede ser una buena ayuda económica si se da bien la jornada, mantienen cada vez que llega el frío una tradición que sobrevive pese a las numerosas restricciones, normas y posibles sanciones. Parejas, familiares o amigos siguen quedando para pescar los calamares que luego se pueden comer fritos, a la plancha, en aceite, con un buen arroz, unos gurullos o en un bocadillo al estilo madrileño. También es buena opción congelarlos para cuando llegue la Navidad, que su precio estará por las nubes.  

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