Si la Ferretería Zapata, la panadería de Juana, y la confitería Virgen del Carmen tienen denominación de origen en el Barrio de Los Ángeles, nada sería igual sin la relojería de Antonio, que además es joyería y está presente en cada gran acontecimiento de unos clientes que forman parte de su familia. Antonio ha vendido ‘fiao’ (como todos los comercios de Almería), y el que entra en su casa vuelve porque se lleva lo mejor al mejor precio.
Ya está jubilado y ahora sus hijos son los jefes, pero cada tarde echa un café en el barrio y pasa revista al negocio que forma parte de su vida. Desde el año 1972 son el tic tac de unas gentes sencillas que no llegaban a fin de mes, y ahora tienen coche y casa en la playa. Ha cambiado mucho -y para bien- el barrio. Han cumplido 52 años de servicio a sus vecinos porque lo de clientes no se estila. Todos son iguales en la relojería.
Antonio Fernández Hidalgo ha delegado en sus hijos José y Juan Antonio Fernández Calatrava.
¿Su vida es una joya?
Mi vida ha sido trabajar desde los once años que murió mi padre. No veas.
Empezamos bien.
Nací en la calle Amalia junto a Radiadores Marín. Cuatro hermanos con mi padre José Fernández Garre y mi madre María Hidalgo Ceba tan felices hasta que pasó aquello.
Y en aquellos tiempos...
Vivíamos felices y en casa no faltaba de nada porque mi padre era camarero del Español, murió de forma repentina con 42 años y mi madre nos vistió de luto a los cuatro hermanos.
¿Y qué pasó luego?
Entré a trabajar en la pastelería ‘El 11 de Septiembre’ con 11 años y de allí a la Relojería Fénix que estaba al lado, y luego a la Capri...
¿Pastelero o relojero?
Llevar dinero a casa era lo importante y no descuidábamos los estudios porque íbamos a la Almedina a sacarnos el graduado en noches interminables.
En Capri se hace hombre.
Desde los 14 a los 27 años. Conocí a mi mujer, Carmen Calatrava Usero, que es de Tabernas y nos casamos en la Iglesia de San Sebastián.
¿Con la cartera llena?
Sin un duro, dimos la entrada para el piso de la calle César donde estaba ‘Transportes El Triunfo’ y con una letra lo rematamos todo.
¿Y cuándo se hace joyero?
Me gustaba el negocio de la joyería. Abrí en 1972 la Relojería Antonio y me ha ido muy bien. Al principio daba ‘fiao’ a todo el mundo y podíamos tirar, pero me fallaron esos que se dicen amigos y tuvimos que cortar. Hoy no damos crédito.
¿Llegó a hacerse rico?
Mi única riqueza fue comprarme una parcela junto a la Discoteca Galaxia en El Alquián, la vendí, y me compré un ‘chalecillo’ en Retamar donde hemos sido felices toda la familia.
Eran 6 de familia y...
Perder a mi hija María del Mar en accidente de tráfico tan cerca de casa ha sido lo más duro. Ahora Carmen Mari, José y Juan Antonio con mis nietos que me tienen loco. 4 niñas y el niño.
¿Ya no se lía la manta a la cabeza como antes?
No hice otra cosa en mi vida que aprender un oficio y estudiar por las noches. Vengo de una familia que sufrió un duro golpe y nunca he tenido sueños de grandeza ni he querido ser nada en particular. Trabajo y familia es lo que la vida me enseñó y aquí estamos en el barrio.
¿Antonio es el jefe?
No, el negocio está en las mejores manos en comunidad de bienes. Yo paso para saludar a los clientes. Antes venían los veranos y se llevaban de todo a Alemania, Suiza, Italia, Francia...
El trato es lo que importa.
Es nuestro secreto. Tratamos a los clientes como si fueran de la familia y el que entra a mi casa vuelve.
Sus hijos valen mucho.
No han pasado por lo mío y han sabido apuntalar la segunda generación para que el negocio siga fuerte.
Le quieren mucho en el Barrio de Los Ángeles.
Es que me falta algo si no paso todos los días por la tienda aunque sea a decir un “buenas tardes”.
¿Ha merecido la pena?
Cuando echas la vista atrás no debes de olvidar de donde vienes y es algo que va conmigo. Soy el mismo con 5 que con 500 euros en el bolsillo. Y te vuelvo a repetir que mi vida no ha sido fácil, no ha sido una joya.
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