Ahora que se han puesto de moda los recorridos culturales por la ciudad, unos para mostrar la historia de los lugares que nos identifican y otros para inventar fantasmas que solo existen en la imaginación de los más ingenuos, nuestro Ayuntamiento podría aprovechar el tirón para organizar una ruta dedicada a los impactos visuales urbanísticos, los que forman parte de nuestra historia desde hace más de medido siglo y aquellos que se están incorporando a la lista en los últimos tiempos, que no dejan de sorprender. Teniendo en cuenta la cantidad de impactos habría que poner en marcha varias rutas a lo largo de varios meses para poder hacer un recorrido completo.
Uno de los últimos impactos visuales que nos han regalado lo podemos encontrar en la Avenida de Vílches, desde donde se tiene una perspectiva perfecta de la fachada principal de la Plaza de Toros, un ilustre edificio que fue declarado Bien de Interés Cultural hace tres años y al que le ha salido un vecino inesperado detrás. Cuando desde la calle de Granada miramos hacia arriba buscando la portada del coso, nos sorprende ese gigante que se ha colocado detrás, un piso de once alturas que han construido a los pies de la Molineta.
En las últimas semanas se ha hablado también del impacto visual que va a suponer para la fachada del Mercado Central la construcción en la calle Obispo Orberá, en el solar del antiguo bar Puerto Rico, de un edificio de seis plantas que ya ha empezado a ejecutar Cruz Roja. El Partido Animalista Con el Medio Ambiente envió un comunicado de prensa advirtiendo de este impacto que se avecina, aunque se olvidó de contar en su escrito que sería un segundo golpe para ese flanco de la Plaza que ya sufrió en sus carnes un auténtico mazazo cuando hace unos años el propio Ayuntamiento de Almería le colocó delante la tramoya del parking subterráneo que acababa de construir. Desde entonces los almerienses han convivido sin rechistar, como es habitual en esta tierra, con una torre en forma de chimenea y con el 'chambao' que sirve de entrada al aparcamiento, dos grandes pantallas que ciegan la querida y poco respetada fachada del Mercado Central, un edificio que para nosotros urbanística y sentimentalmente es todo un monumento.
Allá donde vayas por esta bendita ciudad te encuentras con un impacto tras otro, aunque en algunos casos, como el de la estación del ferrocarril, el impacto es del calibre de una bomba. Por mucho tiempo que pase no nos acostumbramos a ver los mastodontes que levantaron en el solar del Toblerone, ejemplos de ese negocio puro y duro que tanto daño ha hecho a esta ciudad desde que en los años sesenta empezaron la revolución urbanística, tan desmesurada, tan disparatada, que por no respetar no respetaron ni los pocos edificios monumentales que teníamos: a escasos 20 metros de la torre de la Catedral la propia Iglesia, con su propia inmobiliaria, construyó el edificio de la librería Pastoral, el más claro ejemplo de la locura de aquellos tiempos.
Pero los impactos visuales no solo tienen como protagonistas a las edificaciones modernas, estamos sufriendo en nuestras carnes el impacto que provocan las terrazas de los bares, que parecen intocables en esta ciudad. Media Puerta de Purchena la tenemos encerrada por dos terrazas monumentales en cuanto a su tamaño y tremendamente pobres por su concepción estética. Qué decir de la Plaza de Vivas Pérez, tomada por las sillas y las mesas de un bar, o de esas calles por las que el peatón tiene que transitar esquivando los chiringuitos.
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