Aquel año tocó el Gordo unas semanas antes del sorteo. El premio se lo llevaron dos humildes familias almerienses que el mismo día del mismo mes del mismo año, el 15 de diciembre de 1962, trajeron al mundo seis hijos en dos partos que hicieron historia. Una mujer de la calle de la Palma de Almería dio a luz tres niñas y una vecina del pueblo de Beires sorprendió con dos niños y una niña.
Los más antiguos del barrio de la Plaza de Toros recuerdan todavía aquel acontecimiento. María Ruiz Salvador tenía treinta y cinco años y su marido, Juan López Rueda, cuarenta y cuatro. Era el último embarazo, la posibilidad de completar la familia con un tercer hijo y cerrar la cuenta. Pero ese último disparo fue tan certero que en vez de uno vinieron tres.
Cuando el médico comprobó en la radiografía que venían tres, se sentó en una silla a pensar de qué forma le daba la noticia al matrimonio. Durante cinco minutos le dio miedo enfrentarse con la realidad: una familia modesta que se iba a encontrar con un ‘premio’ que no esperaba.
Desde entonces, el doctor Ramón Muley estuvo muy unido a la familia y le cogió tanto cariño a las niñas que durante años, mientras que fueron pequeñas, estuvo comprándoles juguetes en el día de Reyes como si formaran parte de su familia.
El parto llegó el 15 de diciembre de 1962, justo cuando se cumplían los nueves meses de gestación, y estuvo asistido por los doctores Antonio Martínez Sicilia y Guillermo Martínez Rodríguez, acompañados de la comadrona Piedad Villegas. La primera, Mari Carmen, nació a las ocho de la mañana: la segunda, María Nemesia, cinco minutos después; y la última, María José, a las ocho y diez. Fue un acontecimiento grande en el ‘18 de julio’, que en aquellos tiempos era el sanatorio donde daban a luz casi todas las mujeres de Almería.
El destino quiso que ese mismo día se celebraran dos partos triples en el mismo centro. Unas horas antes, Josefa Maeso López, una joven de Beires, había traído al mundos dos niños y una niña. Las dos mujeres y los seis niños compartieron habitación en el sanatorio, y algo más. María Ruiz, la madre de las trillizas, amamantó durante los primeros días a uno de los pequeños de su ‘vecina’, que no tenía suficiente pecho para alimentar a sus tres hijos.
El nacimiento de las trillizas fue un espectáculo en el ‘18 de julio’ y un acontecimiento en la ciudad. La noticia no sólo fue portada de la prensa local, sino que trascendió al resto de España con tintes épicos, lo que desató un viento de solidaridad para ayudar a la humilde familia que de la noche a la mañana se había convertido en familia numerosa.
La casa de productos alimenticios Nestle, al enterarse por la prensa del ‘suceso’, se puso en contacto con los padres de las niñas a través del doctor don Luis López Gay y se comprometió a mandarle periódicamente, completamente gratis, un paquete de doce botes de Nido, una papilla especial para bebes, hasta que las trillizas cumplieran ocho meses.
Si el triple parto de la calle la Palma era esperado, el de los trillizos de Beires fue una sorpresa mayúscula, un regalo sorprendente porque su madre tuvo un embarazo tan normal que no visitó médico alguno hasta el momento en el que fue a dar a luz.
El primero, un niño al que luego bautizaron con el nombre de Ramón, nació a las seis y media de la mañana, aunque como apenas pesaba un kilo y no se movía lo dieron por muerto. Lo pesaron y lo dejaron en la báscula, sin limpiarle la sangre que traía en el cuerpo, desnudo sobre el peso.
Unos minutos después, cuando la madre comprobó que una enfermera se llevaba al niño, le ordenó que se lo dejara a ella inmediatamente porque quería que lo viera el padre, aunque el recién nacido estuviera muerto. “No importa que el niño esté muerto, su padre tiene derecho a verlo”, les dijo. Con el trajín de cogerlo, tocarlo, moverlo y cambiarlo de sitio, el pequeño despertó del profundo letargo en el que parecía encontrarse y echó a llorar cuando nadie lo esperaba. En el momento del parto ni el médico ni la comadrona se dieron cuenta de que quedaban dos niños dentro del vientre de la madre, por lo que el parto se dio por terminado.
Unas horas después, como la madre seguía con fuertes dolores, la exploraron y por fin comprobaron que detrás venían dos criaturas más. La niña, María José, llegó a las doce y media de la mañana y su hermano Raimundo cinco minutos después. Ambos necesitaron cesárea.
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