De niño escuchaba con frecuencia a algunas personas mayores de mi barrio que cuando hablaban del final de la guerra civil utilizaban el sustantivo ‘liberación’. No se referían a una liberación personal, que también la hubo, sino que lo hacían sobre todo para definir un tiempo y ese nuevo orden político y social que empezó al día siguiente de terminar la guerra.
En Almería, las autoridades acuñaron la palabra liberación para explicar que la ciudad se había “salvado del dominio rojo” gracias a la victoria de los ejércitos de Franco. Aquella Almería que llamaban ‘liberada’ llevaba marcadas a fuego las cicatrices de los tres años de contienda: edificios destruidos, una economía machacada y el miedo y la incertidumbre que golpeaban con dureza a una parte importante de la población.
La ciudad, que había sido víctima de las bombas, necesitaba entonces una reconstrucción profunda que se inició con una serie de obras civiles que pusieron en marcha las autoridades. Entre los primeros trabajos que se ejecutaron en los primeros años de la posguerra estuvo la reconstrucción del salón de actos de la Casa Consistorial, que había quedado medio destruido por una bomba.
También se puso especial énfasis en la recuperación del monumento del Sagrado Corazón de Jesús y de su entorno, construyéndose una nueva escalinata de acceso y adecentando el camino de subida. En esa lista de obras que se llevaron a cabo estuvo la construcción de un puente y dos pasarelas sobre la Rambla y las puesta en valor del cauce con la plantación de 3.800 moreras traídas de Murcia y Orihuela. De esta forma, Almería se unía a un proyecto nacional que invitaba a todos los municipios de España a “repoblar el país de moreras para contribuir a la riqueza de la patria”. En el invierno de 1943 se inició la plantación masiva a cargo de una centuria de Aprendices y otra de Rurales de las Falanges Juveniles de Franco.
Otro proyecto crucial al terminar la guerra fue el de la prolongación del Parque. El proyecto de prolongar el Parque Viejo con otro gran escenario de esparcimiento que uniera la desembocadura de la calle Real con el puente de las Almadrabillas era una vieja aspiración de la ciudad. En marzo de 1942, la Dirección general de Puertos autorizó a la Junta de Obras del Puerto de Almería para que realizara el pago de las expropiaciones necesarias para la prolongación del entonces llamado Parque de José Antonio. En el amplio plan de reconstrucción de Almería, elaborado por la Jefatura Provincial de Falange, la prolongación del Parque en la zona marítima del andén de costa era uno de los puntos fundamentales. Las obras comenzaron el lunes 16 de marzo de 1942, con la incertidumbre del presupuesto.
En aquella Almería de posguerra tan marcada por la pobreza, que amenazaba de forma brutal a la población infantil, se puso en marcha una obra encaminada a sacar a los niños de la calle y de la mendicidad. Para ello se habilitó un albergue infantil en la barriada de las Almadrabillas y se pusieron en marcha dispensarios en los barrios más deprimidos donde se servían comidas a los más necesitados y se realizaban servicios sanitarios.
Los trabajos de reconstrucción llegaron también al centro de la ciudad. Se sanearon y consolidaron los refugios antiaéreos que se excavaron en la guerra, se procedió al desescombro de las calles que se encontraban invadidas de tierra y se levantaron nuevos kioscos en la entrada de algunos refugios. En la Puerta de Purchena los operarios trabajaron durante semanas para poner de nuevo en funcionamiento el evacuatorio que existía en el centro de la plaza, que había sido utilizado también para que la población se resguardara de los proyectiles enemigos. Además se reformó el edificio del Matadero, se reconstruyeron los lavaderos del Diezmo y de las Cuevas de los Medinas, así como el monumento de la Cruz de Caravaca, que también había quedado dañado, y se reformó la manzana del Lugarico, junto a la calle Real.
Como obra principal en aquella ciudad de la posguerra se recuperó el viejo proyecto del barrio de Ciudad Jardín, que se había quedado parado por la guerra. El Ayuntamiento, acogiéndose a los beneficios concedidos por el Instituto Nacional de la Vivienda para la construcción de viviendas protegidas, se puso al frente de los trabajos con un presupuesto que rozaba los catorce millones de pesetas y que contemplaba la contrucción de 245 casas para la clase media, un grupo escolar de seis grados, un edificio para servicios públicos, una iglesia con casa rectoral, un mercado y nueva tiendas, a lo largo de veintidós calles de nueva creación, un paseo y tres plazas.
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