“Estábamos en el despacho del alcalde cuando oímos un ruido muy fuerte y tembló el suelo. Pensamos que era un terremoto hasta que subió la bibliotecaria a decirnos que las vigas de la biblioteca estaban sujetando el suelo del despacho. Bajamos y nos asustamos, no aparecimos abajo de milagro. Entonces ya tuvimos que irnos”. Así cuenta el concejal de Obras Públicas, Manuel Guzmán, cómo arrancaron los diez años de exilio que lleva el Ayuntamiento de su edificio señorial.
La crisis y el desencuentro entre Consistorio y Junta han convertido una de las piezas del patrimonio artístico de la ciudad en un edificio fantasma en el que, para la que suscribe, renacen los recuerdos de sus primeras letras impresas.
Entramos por la puerta trasera, esa que en los último tiempos dirigía a las dependencias socialistas, justo donde apareció una necrópolis nazarí del siglo XI y unos aljibes. Sorprendentemente al subir las escaleras todo parece igual que siempre salvo las catas y la pintura despegada de la pared. Aún permanece colgada la placa del área de Medio Ambiente en el despacho desde el que Esteban Rodríguez preparaba el proyecto para hacer de la ciudad Escoba de Plata y de Oro.
Mapas Con las prisas dejaron en las paredes hasta un mapa de la ciudad en unos pasillos que a pesar del tragaluz, bastante deteriorado, estaban sumidos en la oscuridad del olvido. En la zona de la secretaría general y el área de Servicios Urbanos, este espacio en el que aguardaban pacientemente tantos almerienses, hay que caminar de puntillas y por los laterales, los suelos de ‘cristal’ no están para aguantar el peso de los años.
De aquí a la zona noble. Al pasar sigue impresionando la escalinata en un mármol ya rosado y con los restos del velcro que aguantaba la alfombra roja de recepción.
Allí me pareció ver a Fernando, esperando libro de visitas en mano, a que la pasase la siguiente cita del alcalde. O a Alfredo Salvador dándonos paso a la sala de concejales a cualquier rueda de prensa.
Pero es al entrar al salón de plenos cuando me recorre un escalofrío. Está vacío, con el papel pintado rasgado dejando al descubierto unos frescos que están en estudio, y periódicos del El Yugo del 22 de octubre de 1941 usados por una remodelación.
Allí ocurrió la anécdota del día, Juanjo Alonso, que no llegó a ser concejal allí, se encontró con su yo de hace diez años con la prensa de su nombramiento como presidente de Nuevas Generaciones. Se los llevó de recuerdo.
Y cerramos la visita donde empezó la información, el despacho del alcalde. Prácticamente desmontado, el techo caído, el suelo para no pisar y hasta placas repartidas tras la mesa. Todo quedó allí por la premura de la huida.
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