Si pudiéramos volar hasta hace siete millones años, contemplaríamos un hecho curioso: a parte de encontrarnos en una región tropical (aunque con el cambio climático cada vez cuesta menos imaginarlo...) veríamos perfectamente como lo que conocemos como Sierra Alhamilla era una imponente isla rodeada de mar y de arrecifes de coral. La originalidad de Sierra Alhamilla es ese carácter de isla natural, con una serie de características que la hacen especial.
Según los expertos, constituye un "horst", un macizo tectónico que sobresale al incidir dos fallas, y limita el norte de la depresión formada por el campo y el Desierto de Tabernas, y al Sur con el Valle Bajo de Andarax y el Campo de Níjar.
Así, destaca en su Paraje Natural la presencia de una gran masa de encinas, una verdadera reliquia de la vegetación que, en otros tiempos y bajo otras condiciones climáticas, debió extenderse por gran parte de los territorios almerienses.
Y en la actualidad, dichas encinas se han quedado acantonadas en esta isla montañosa, donde se han refugiado acorraladas por las condiciones de extrema aridez que las rodean. Esto ha hecho que habiten diversas especies faunísticas de gran valor como el águila perdicera, el búho real así como mamíferos como jabalíes, zorros, ginetas y comadrejas.
Desde su parte norte, podemos acceder para subir a su pico más alto , el Colativí (1.389 m) Para ello, tomaremos la carretera a Tabernas y pasado esta, un desvío nos llevará a estas alturas que tienen en su cima una estación de seguimiento aéreo del ejército.
En el camino, Turrillas es una parada obligada por ser un pueblo especial, agazapado a la ladera y ofreciendo unas magníficas vistas desde su mirador, que veremos nada más pasar la ermita de San Antonio,hasta los Filabres, con el desierto de Tabernas de cinematográfico protagonista.
A partir de Turrillas irán apareciendo en su ladera pinos y encinas que son el último ejemplo de lo que debió de ser la protagonista de buena parte de loq ue ahora vemos yermo. Hay que pensar que se llegó a censar los árboles de los Filabres y solo allí, se contabilizaron más de veinte millones.
Desde el mirador, y aprovechando las corrientes térmicas de aire que se originan en el desierto, no será raro ver el planeo de rapaces como el águila perdicera y teniendo mucha suerte, pero mucha, algún vuelo del majestuoso del águila real. Y es que hay que señalar que esta zona de Alhamilla está considerada como zona especial de protección de aves (ZEPA) y por ello, su presencia es sinónimo de conservación.
Teleféricos en la sierra No me estoy a aquellos que vemos en Sierra Nevada o Madrid, sino a otros artefactos que transportaban en vez de turistas, mineral. Sierra Alhamilla fue explotada tanto en su cima como en sus laderas y hasta en ese hijo adoptivo geológico que es Peña Alfaro.
A principios del siglo XX, se realizaron unas mastodónticas instalaciones para salvar la sierra y llevar el mineral hasta donde ahora está el Toyo mediante cables (el término técnico de estos teleféricos) que debieron cambiar radicalmente el tranquilo paisaje que vemos ahora.
Fue una explotación efímera, pues se abandonó a los pocos años y solo quedan como testigos planos inclinados, castilletes de enlace con los cables mineros y un cargadero por donde transcurrió un pequeño ferrocarril.
En la cima de Sierra Alhamilla una pista forestal nos ofrece un sendero para meternos en este corazón de bosque mediterránea y andando sobre ella hasta las antenas de televisión, se nos regalará a nuestra visión una vista excepcional de Almería capital.
Pero Sierra Alhamilla también dispone en otra vertiente con un buen numero de socavones y bocas de minas que rodean a lo que es hoy los baños, un enclave especial donde, además de probar sus afamadas aguas salutíferas (que emanan a una temperatura de 57º C), se puede comer un excelente arroz con conejo en los restaurantes que lo acompañan. Abajo, en sus faldas, el rodaje de la película Exodus, en los terrenos de El Chorrillo,llena de actividad y de magia una sierra de por sí ya especial.
Yendo hacia el este, desde Turrillas se llega hasta Lucainena de las Torres, por un camino que es más recomendable realizar a pie que hacerlo en coche, pues si no disponemos de la pericia de Carlos Sainz y una buena suspensión, la probabilidad que se nos desarme el vehículo es considerable. En medio, tendremos un desvío hacia Huebro y en él, uno de los vergeles más espectaculares de Almería, con una fuente que riega aún los bancales de la vega que baja hasta Níjar y que daban movimiento a molinos moriscos, habitantes primigenios de esta pedanía nijareña y que aún se puede ver su impronta en la amalgama de casitas blancas.
Desde su privilegiada posición, a más de 600 metros sobre el nivel del mar, aparece vigilante de la villa a la que pertenece y que mira con suficiencia. Huebro es un agradable remanso de paz donde el silencio sólo se rompe por el gorgoteo del agua de su citado manantial y el piar de pájaros. La Casa Enriqueta es punto y aparte pues es el único bar de la pedanía y el guardián de platos tan auténticamente almerienses como las gachas colorás.
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