Que la COP25 que se está celebrando en Madrid cuando debía serlo en Chile, se supone que lo sabe ya todo el mundo. Al menos quienes de una forma u otra están interesados en cómo evolucione el clima. Que la mudanza de esta cumbre a Madrid ha sido algo completamente imprevisto y que ha habido que hacer a toda prisa, con un esfuerzo tremendo por parte de todos los implicados, también es, al menos, imaginable.
Y en ella están participando personas y entidades que se podrían dividir, en esta ocasión y de manera excepcional, en dos categorías: quienes por sus circunstancias profesionales sabían desde hace mucho que iban a estar aquí y quienes hace poco más de un mes no tenían ni la más remota idea de que en unas semanas estarían formando parte de este evento.
Para los primeros, su presencia en Madrid quizá “solo” ha supuesto un cambio en sus planes de viaje. Pero para los segundos su participación en la COP ha sido, primero un sobresalto; luego una exhibición de reflejos, coordinación y entusiasmo a partes iguales; y, finalmente, una enorme satisfacción.
Sus casos, además, bien pueden servir de ejemplo de cómo la aceptación por la ONU de la oferta de España de acoger la COP puso en marcha un resorte que movió a docenas de entidades y cientos de personas con los solos e ilusionados objetivos de sacarla adelante y que saliera bien. Pasada la primera semana ambos objetivos se han visto sobradamente cumplidos.
En la Zona Verde, la dedicada a la participación directa de entidades de diversos ámbitos de la sociedad civil, para que fueran parte fundamental en la cumbre, y todas con el común denominador de la acción climática, y la única que puede acceder el público general, está el stand de las Bibliotecas Verdes.
Son la Red de Centros de Información y Documentación Ambiental, RECIDA, que coordina el CENEAM, (Centro Nacional de Educación Ambiental, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica). En ella están integrados 126 centros de documentación ambiental y bibliotecas, dependientes de organismos públicos, estatales, autonómicos, locales, fundaciones, universidades y ONGs.
Documentalistas
Los bibliotecarios y documentalistas a cargo de estos centros vieron la invitación que Gobierno hacía a la sociedad civil, a través del Ministerio de Transición Ecológica, como una oportunidad histórica de participar en una cumbre en eventos paralelos. Se movilizaron para presentar su propuesta y fue aceptada.
El ministerio recibió cerca de 1.400 solicitudes, de manera que se puede considerar que fueron unos afortunados. Eso sí, como todo en esta COP25, el plazo del que disponían para organizarse era un “poquito” ajustado: recibieron la notificación oficial una semana antes de que la COP abriera sus puertas.
Rosario Toril, documentalista del CENEAM y coordinadora del grupo, recuerda que “fue la primera vez, en los 15 años que hace que existe la red, que pongo un mensaje de ayuda. Con mayúsculas y en rojo”. En el centro de los pensamientos de todos ellos estaba la consideración de que “era una oportunidad increíble de estar todos los centros presentes, tener visibilidad”.
Al final su participación en la Zona Verde de la COP ha resultado un éxito de los que merecen ser contados y sabidos. En sus pocos metros cuadrados han organizado no menos de tres actividades diarias: «hemos tenido un juego de escape de ODS; un debate de youtubers; conectamos por streaming con la presentación del Informe Europeo de Medio Ambiente, SOER 2020”.
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