“Mi cena de Nochebuena será un puñado de arroz cocido en la cabina del camión”

El chófer almeriense José Antonio Fuentes lleva más de 50 horas atrapado en la frontera inglesa

José Antonio Fuentes, ayer, en la cabina de su camión.
José Antonio Fuentes, ayer, en la cabina de su camión.
Manuel León
09:47 • 24 dic. 2020

Nunca imaginó José Antonio Fuentes, un camionero almeriense de 55 años del barrio de la Cruz de Caravaca, que su silla de Nochebuena estaría hoy vacía. Él, como tantos otros chóferes de la provincia, pasará la Navidad en la cabina del camión envuelto en una pelliza, acordándose de su mujer y de su hija a más de 1.000 kilómetros de distancia.  “Que qué voy a cenar mañana, posiblemente un puñado de arroz cocido y una lata de melocotón en almíbar, algo es algo”, decía ayer por teléfono con la voz resignada de quien lleva más de cincuenta horas sin moverse del mismo trozo de asfalto, como en un video mannequin challenge. Tan conformado está con la situación -porque nada puede hacer más allá de desesperarse- que en su estado de Whatsapp ha colocado un logo que dice ‘Jose: un atrapado en el Reino Unido’.



Este conductor almeriense, como miles que le preceden y anteceden en la M20 en una fila infinita de remolques, chasis y neumáticos, es el paradigma de la vergüenza en esta Unión Europea cada vez menos unida que se ha convertido en una ratonera para los jornaleros del volante por el caos al que no ha sabido poner remedio el Gobierno francés, que por toda inventiva  para solucionar el problema  ha cerrado fronteras sin ningún miramiento para los  transportistas. José Antonio salió el sábado de un almacén agrícola de Vícar cargado con 26 palés de berenjenas y pimientos, pasó el Eurotunnel y descargó el lunes la verdura dorada bajo el sol almeriense en un polígono mayorista al sur de Inglaterra, cerca de Kent.



Cuando emprendió la vuelta, a nueve kilómetros del paso de Folkestone, tuvo que detener la marcha y cayó en la cuenta de que se había metido en una ratonera. “Desde el lunes no me he movido ni un metro, lo único que nos dan los gendarmes son botellas de agua y la nevera ya la tengo casi vacía” asegura. De vez en cuando hace café en un hornillo y para orinar recurre a un vaso. Para las aguas mayores dice que prefiere no contarlo. “Estamos  tirados peor que los perros”, afirma. 



Desde que está allí retenido no ha parado de llover y a las cuatro de la tarde es de noche. Charla un poco con polacos e italianos a base de gestos internacionales y el resto del tiempo en la cabina a ver alguna película o hablar con la familia. “Espero al menos llegar por Nochevieja”. Así hay cientos de chóferes almerienses que cenarán una lata de conservas esta noche.







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