Pocos empresarios en la provincia -quizá ninguno- han tocado tantos palos en las procelosas aguas de los negocios como Cecilio Guillén: debutó con la adquisición de Agromarina, un pequeño almacén de compraventa de hortalizas en su barrio natal roquetero cuando era aún un intrépido veinteañero y se hizo fuerte como intermediario en la venta de parcelas de Tierras de Almería a agricultores.
Los terrenos de la antigua Corporación Banesto, que fueron adquiridos por Juan Cantón y un grupo de empresarios locales, le hicieron ganar un dinero que le permitió poner un pie en Agrupaejido.
Eran tiempos en los que entre los ejecutivos figuraban gente como Adrián Martínez, Juan Santana o José Manuel Azuaga y competía con alhóndigas ya extintas como Mullor Sánchez, Agrocañada, o Alhondiguistas de Roquetas.
De ahí a la presidencia de Cehorpa y a actuar de maestro de ceremonias en una de las primeras fusiones entre alhóndigas almerienses que le aupó a la presidencia con una holgada participación familiar cuando amanecía el siglo XXI.
Flirteó después con Góngora y Barranco para fabricar un gigante de la subasta con las patas de Agrupaejido, Femago y La Unión, pero esta operación de concentración de oferta, alentada por el entonces delegado Ruiz Orta, no cuajó.
Una vez se sintió fuerte, Cecilio, en el sillón del Consejo de La Redonda, inició la conquista de nuevos negocios, una fiebre de aventuras solo comparable la de un explorador que no se arredra ante ningún nuevo territorio por desconocido que sea. Lo hizo, según fuentes financieras, sin un sólido conocimiento del sector donde irrumpía y arriesgando en inversiones valientes pero temerarias.
Creó Yara Alborán en 1999, en alianza con uno de los líderes de los fertilizantes, con fábrica en La Mojonera con una inversión de 500 millones de pesetas. Irrumpió en el negocio de la desalación con un socio noruego, cuando la Junta de Andalucía inició también una campaña frenética bajo la dirección de Cristina Narbona y de Martín Soler. Después se fue a México a constituir Almerimex y vender tomates en alianza con La Soriana, un grupo azteca con un centenar de supermercados.
Voracidad
Pero la voracidad de Cecilio no tenía fin: irrumpió en Copo con la pretensión de ir a por la mayoría (nunca le ha gustado a Cecilio estar de segundón, de ahí su salida también de Ecohal) y también invirtió en vinos entrando en el capital de la Bodegas Ferre y, por qué no, en el segmento de los geles de baño y colonias con la adquisición de la afamada marca Nelia, además de la creación de un grupo de comunicación audiovisual.
Amén, claro, de una actividad inmobiliaria a la que nunca renunció tras sus primeros escarceos en Tierras de Almería que continuó con el Grupo Inmobiliario Las Marinas, con el apoyo de su cuñado Francisco Juárez. Una actividad frenética que ahora se ve frenada en seco.
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