El pintor de Garrucha ya tiene su calle

El artista de la luz, el genio de la espátula, obtiene un reconocimiento en vida de su pueblo

Félix Clemente junto a su familia y autoridades debajo de la calle con su nombre.
Félix Clemente junto a su familia y autoridades debajo de la calle con su nombre. La Voz
Manuel León
00:27 • 17 sept. 2024

Clemente Gerez -el artistas de la luz, el virtuoso de la espátula, el lugarteniente de los paisajes antiguos, el muñidor de imágenes perpetuas- ya es apóstol en su tierra, en la tierra que le vio nacer a escasos metros de la arena de la playa y de las barcas, del salitre y de la estopa, de quillas hundidas y de velas secándose al sol del mediodía, todo eso que Clemente ha terminado recreando con sus pinceles sin que lo supiera todavía. Clemente Gerez, Félix, el del estudio rodeado de palmeras y buganvillas, ya tiene su calle, la calle del pintor, del retratista, del alquimista de los destellos. 



En el salón cultural, donde un día se encerró a pintar como un poseso cuando era Terraza Cinema,  se presentó para la ocasión, para ilustrar a los presentes, a los invitados, a sus admiradores con un video, con imágenes de su vida y de su obra, de sus paseos por la playa, de su estudio, que es como un laboratorio de ideas, de colores y fisonomías, de soles y de lunas, de su Museo, que es un como una biblioteca de tiempos que se fueron pero que permanecen porque él los ha hecho eternos. Habló el concejal de Cultura Luis Fernández, de la labor hercúlea de Clemente, de su afán por divulgar la cultura en el municipio y en la provincia, de su papel dinamizador del arte genuino y de las esencias de Garrucha; habló el alcalde, Pedro Zamora, de la obra del autor, de la importancia de Clemente, del merecimiento de una calle para el artista garruchero. 



Y rodeado de su esposa María, de sus hijos y nietos, de sus amigos, de sus paisanos, se encaminó el homenajeado con su barba bíblica, con sus ropas blancas, camino de la vieja calle del Darro, que ahora se llama calle ‘Clemente Gerez, el pintor de la luz’: un reconocimiento en vida, de los que no se suelen hacer, de los que  nunca se han hecho en el municipio, rotulando una calle a nombre de un vivo. 



Se descubrió la placa tapada por una bandera de España y se llenó la tarde garruchera de aplausos, de fotos con los móviles en mano, de niños de mayores, de la familia del homenajeado arracimados en torno al patriarca como un pámpano de uvas.



Aunque ya no lleguen cartas del cartero, Clemente Gerez ya tiene una calle a su nombre.  El pintor, hijo de pescador, que se encerraba a pintar de niño entre palangres y maromas ya tiene su calle al lado de su Museo donde se esconde una obra robusta en lienzos, donde se ven cosas que tienen que ver con nosotros, que tienen que ver con la infancia de su autor: redes, candiles, timones,  naufragios y rostros estriados por la sal marina. 



El desayuno de verse así mismo cada día



Clemente tendrá ahora el privilegio de caminar todos los días por la calle que lleva su nombre. Será como un desayuno diario de orgullo, de saberse querido con ese cartel que tiene ya para siempre encima de su Museo de pintura. En ese espacio se aísla como nadie, como una figura más del paisaje del pueblo que lo vio nacer. Allí comienza ese diálogo con el tiempo que nadie como él sabe mantener. Porque Clemente Gerez es un notario del tiempo, como un viejo escriba egipcio que da fe de un mundo que se nos está yendo, que se nos ha ido, un tiempo que dentro de 40 0 50 años se conservará en sus lienzos como piezas arqueológicas: las mulas, las ropas de antaño, los delantales, los velos en la cabeza de las mujeres y tantos otros elementos de su pintura sustantiva. 




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