Cuenten que viví en los tiempos de Héctor, domador de caballos, que viví en los tiempos de Aquiles” -exclamó un soldado al caer con honor en Troya. No son éstos, sin embargo, tiempos de épica para los almerienses; días menos de nadar y más de guardar la ropa: tiempos de bajo coste, de mercadillo de saldos. Proliferan por todos los rincones de la provincia, en el Palacio de Aguadulce, en la Plaza Vieja de la capital, en Cuevas del Almanzora, esas ferias outlet para cazar gangas llenas de público.
Las compañías de bajo coste le están ganando de mano a las tradicionales; los dos por uno triunfan en los lineales de los escaparates, tanto como las marcas blancas y los chinos del todo a un euro. Quien tenga intención de abrirse camino en los negocios, en estas kalendas light, debe buscar un caladero de bajos precios. El negocio que se mueve, con esta crisis cainita, es aquel trufado de ofertas y descuentos: desde bolsos a colchones, desde móviles a comida rápida. Hasta el santuario de El Corte Ingles ha tenido que claudicar y bajar el 20% artículos para que Mercadona no le siga mojando la oreja.
Pero este temperamento low cost , que corre ahora por las venas de nuestra economía, se ha traslado también al pensamiento: lo mostrenco se desvanece, vence lo superficial; lo profundo aburre ante el auge de lo liviano. Twitter no admite un pensamiento de más de 140 caracteres. Lo hondo es enemigo. Escritores y cineastas se quedan cortos ante el pánico a ser aburridos. Hasta el amor dura lo que duran dos peces de hielo en un whisky de Sabina. No, no vivimos en los tiempos de Aquiles.
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