Esta última semana ha sido la de las lamentaciones y el dolor por los tremendos efectos de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos de la Atmósfera), conocida anteriormente como ‘gota fría’ que han provocado más de 200 muertos y un nivel de destrucción terrible en varias comarcas levantinas.
En un momento así manda la solidaridad y el dolor, pero hay también espacio para la reflexión que no sólo puede ser positiva, sino que debería servir para saber dónde estamos y si estamos preparados para afrontar riesgos como los que se han cebado con la Comunidad de Valencia.
La provincia de Almería no es ajena a este tipo de catástrofes climáticas y, de hecho, sigue manteniendo el récord europeo y mundial de mayor precipitación recogida en poco más de 24 horas. Fue en un mes de septiembre de 1973 y en unas pocas horas se recogieron más de 800 litros por metro cuadrado, con Zurgena como epicentro de aquella tragedia. Muerte y destrucción que asolaron otras muchas zonas de la provincia.
La pregunta que surge inevitablemente es si de ese y otros episodios similares vividos a lo largo de la historia los almerienses han aprendido la lección y han emprendido una ordenación más segura del territorio. La respuesta, a decir de los expertos en la materia, es desesperanzadora porque lejos de adoptar precauciones, se ha seguido despreciando el “principio de precaución y cautela que recomienda la normativa” y se sigue ignorando que la provincia está ubicada en zona de alto riesgo de inundaciones.
¿Y ahora?
El cruce de datos del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Democrático con los del Catastro y el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables establece, para el caso concreto de Almería, la existencia de ‘al menos’ 25.000 viviendas situadas en zonas de riesgo de inundaciones. Ese ‘al menos’ se cita porque además de las inventariadas hay otras muchas viviendas, almacenes, instalaciones, infraestructuras y otras construcciones que se encuentran en esas zonas, pero en muchos casos fuera de ordenación.
El sistema de cartografía de Andalucía indica que en ese elevado número de construcciones en zonas inundables se puede estimar un volumen de población que superaría los 70.000 habitantes, sólo teniendo en cuenta las que se ubican en zonas de riesgo alto en caso de fuertes precipitaciones que acompañan a una DANA.
Para el Grupo Ecologista Mediterráneo lo más preocupante es que el ingente trabajo realizado para la identificación de las zonas de mayor peligro de inundación no ha tenido, históricamente, reflejo en la ordenación del territorio, “quizá porque la legislación no ha servido para impedir que se puedan crear zonas urbanizables en esos lugares; el riesgo no ha servido para evitar esas construcciones, por más que proliferan los ejemplos de la destrucción que el agua puede causar y las muertes que pueden producirse; y en Almería tenemos lamentablemente numerosos ejemplos de ambos efectos…”
Por número de viviendas y por mayor volumen de población en situación de riesgo dos zonas destacan sobre las demás: Almería capital y la comarca del Poniente. En la primera se contabilizan casi 3.500 viviendas ubicadas en zonas inundables, especialmente en zonas como las vegas de Acá y de Allá o El Puche, por su cercanía al cauce del Andarax.
La provincia
En el Poniente más de 7.000, con los picos más altos en La Mojonera, donde el 34,1 por ciento de todo el parque de viviendas están bajo ese riesgo, o Las Norias. Entre estos dos municipios existe una especie de ‘corredor hídrico’ que canalizaría buena parte de las avenidas de agua.
Sin embargo, el municipio con un mayor número de viviendas en esta situación es el de Vera, donde se han inventariado 3.636 viviendas; y eso sin tener en cuenta otros miles situados en las inmediaciones y que, en muchos casos, están fuera de ordenación
Algo similar ocurre en la cuenca del Río Almanzora donde, en las tres últimas décadas, han proliferado las urbanizaciones creadas de forma irregular, con frecuencia sobre suelos no urbanizables, que se ubican en los entornos de las peligrosas ramblas de esta zona almeriense. Los ayuntamientos no han sabido, o no han querido, enfrentar el grave problema y hoy son casi 19.000 los inmuebles levantados demasiado cerca del río, con el peligro latente que ello significa.
Ordenación rural
Especialmente preocupante es la escasa ordenación territorial en las zonas más prósperas de cultivos intensivos. Los mejores ejemplos el Poniente o la Comarca de Níjar. En el primero la configuración del terreno canaliza el agua hacia el centro de la misma. Su única salida, el único drenaje que queda para esa agua, es la rambla del Cañuelo, en Roquetas, por donde saldría toda el agua de esta amplia comarca, con efectos devastadores si se presentara una DANA como la más reciente de Valencia.
Tanto allí como en la zona de Níjar se han ido cegando numerosas ramblas y torrenteras con el allanado de terrenos para construir sobre ellos más invernaderos. Como señalan desde el GEM, el problema es que, cuando llega el agua de forma torrencial, “siempre viene con las escrituras bajo el brazo” o, lo que es lo mismo, que el agua acaba siempre reclamando su territorio y no respeta ningún obstáculo.
En cualquier caso la lista de zonas inundables establecida por el Sistema Nacional de Zonas Inundables para Almería es muy amplia y abarca a la práctica totalidad de las áreas, tanto de interior como litorales: desde Pulpí y San Juan de Los Terreros a Palomares, Guazamara, Vera, Valle del Este, Puerto Rey, Pueblo Laguna, Mojácar, Río Alías, Carboneras, Las Negras, La Isleta, San José y Pozo de Los Frailes, Cabo de Gata, Pujaire, Ruescas, Rambla Morales, Costacabana, el curso del Río Andarax desde Santa Fe de Mondújar hasta la desembocadura en el Delta de Almería, Aguadulce, Roquetas de Mar, La Mojonera, Las Norias, Playa Serena, El Ejido, Balerma, Balanegra, Adra o Guainos Bajos. Por el interior los valles del Andarax, del Nacimiento o el Almanzora, algunos de los cuales ya tienen experiencia en los efectos de las gotas frías.
Doble efecto
Almería juega además en esta división de zonas de riesgo con varios factores que agravarían las consecuencias de una DANA: por una parte, porque es una de las provincias más montañosas de España, lo que genera valles y pendientes pronunciadas por las que baja el agua a gran velocidad (sólo mitigada por la vegetación natural en algunas zonas). Por otra la profusa ocupación del territorio, echando en el olvido la experiencia de episodios ocurridos anteriormente.
Y para rematar ese escenario el hecho de que hay una nueva vía de inundación que no llega desde el cielo, sino desde el mar: la subida de las temperaturas, causada por el cambio climático, está generando una cada vez más evidente elevación del nivel del mar que literalmente ‘se come’ las playas y alcanza las construcciones ubicadas en primera línea, provocando una pérdida de un recurso turístico difícilmente sustituible.
Para el presidente del Grupo Ecologista Mediterráneo, José Rivera, uno de los problemas para tratar de prevenir los efectos de las inundaciones es que “aprendemos a base de catástrofes, de destrucción y de muerte, que luego, con el tiempo, olvidamos al menos hasta que llegue la próxima gota fría que, de nuevo, nos cogerá sin hacer los deberes y además cada vez tienden a ser más frecuentes”.
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