En el
pequeño municipio de Canjáyar, en plena Alpujarra almeriense, reside
José Francisco Simón Clárez que a sus 37 años, el único
espartero en activo de su pueblo. José fue diagnosticado
una enfermedad degenerativa de las conocidas como "raras",
y ha encontrado en el esparto una razón para seguir luchando, “para
mi el esparto es vida”, y así este canjilón asegura que
continuará realizando esparto hasta que la vida se lo permita.
José recuerda con cariño a José Navarro Ferre, más conocido
como "José el de Pura", su tío abuelo, quien fue su
maestro en el arte de trabajar el esparto. "Me metí por él,
fue quien me enseñó. Desde pequeño me crie a su lado y aprendí
el oficio", comenta con una sonrisa en el rostro. A lo largo de los años, José ha perfeccionado sus habilidades y
ha incorporado nuevas técnicas de otros esparteros, convirtiéndose
en todo un referente de la tradición espartera no sólo en Canjáyar,
sino más allá de las fronteras de Almería.
Y es que José ha conseguido situar a su pueblo como capital del
Esparto, “Hace dos años que organizo una quedada de esparteros en
el pueblo”, un evento que lejos de ser una simple reunión, se ha
convertido en un acontecimiento de gran éxito. De hecho en la última
quedada se reunieron alrededor de 80 artesanos llegados desde lugares
tan distantes como Málaga, Cádiz o Jaén. "Empecé con la idea
en Facebook, en la página ‘Amigos del Esparto’, y lo tomé como
una broma. No imaginaba que iba a tener tanto éxito. El próximo año
volveremos a hacerla", explicaba este canjilón.
José es consciente de que el esparto es un oficio que,
lamentablemente, está perdiendo fuerza entre las nuevas
generaciones. "A la gente joven esto les aburre. El esparto
necesita mucha dedicación, paciencia y tiempo, y hoy en día todo
tiene que ser rápido", lamentaba el protagonista. La gente
busca lo fácil, lo inmediato, pero el esparto es sinónimo de
trabajo, de horas de dedicación y de un profundo amor por lo que se
hace.
Sin embargo, para este vecino de la Alpujarra almeriense, el
esparto es mucho más que una tradición. "Es mi vida, mi
escape", confiesa. "El esparto me da la vida. Me permite
desconectar, olvidarme de los problemas y sentirme bien". José
no vende sus trabajos porque "nadie va a pagar lo que realmente
vale esto", y prefiere compartir su arte con quienes lo
aprecian, “muchas obras las regalo cuando alguien pasa por mi
taller, pero la mayoría lo guardo aquí”.
Cestas, bolsos, burros, cruces, servilleteros, hueveras nada se le resiste al canjilón. José también se ha aventurado en el arte del esparto tintado,
una técnica que le permite dar vida a piezas únicas. Para ello,
utiliza tintes especiales adquiridos en Barcelona, y la técnica
consiste en hervir el esparto con estos tintes durante un día
completo. "Es un proceso largo, pero merece la pena. Me gusta
hacerlo bien", explica orgulloso.
Este año, ha querido añadir un toque especial y navideño a sus
creaciones y ha confeccionado una estrella gigante de esparto,
decorada con luces que coloca en la puerta de su casa a modo de
decoración. "Es mi manera de contribuir a la alegría de la
Navidad". José Francisco Simón Clárez, el último espartero de Canjáyar,
continúa con su labor, no solo por amor al esparto, sino también
por preservar una tradición que corre el riesgo de desaparecer.
"Creo que soy el último espartero de Canjáyar, pero seguiré
mientras pueda. Es mi pasión, y para seguir con la tradición, a
veces hay que hacer sacrificios". En un mundo que cada vez valora menos los oficios tradicionales,
la historia de José es un recordatorio de que el verdadero valor
está en lo que se hace con el corazón.
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