Cada día al caer la tarde, desde hace más de tres meses, la cubierta de los barcos de arrastre de Garrucha se asemeja más a un taller de desguace que a un reflejo de las capturas pesqueras.
Entre gamba roja, pijotas y gallinetas, emergen, como por ensalmo, palos, troncos de árbol, maletas, frigoríficos o ruedas de camión. Las gaviotas siguen encima del ‘Mar Salá’, del ‘Caballo Rayo’, del ‘Guapo’ pero ya no avistan con tanta claridad las piezas de pescado y marisco entre la maleza selvática que se amontona en las embarcaciones, entre la maraña de restos vegetales que surge cadía de los artes de pesca.
La gran riada del pasado 28 de septiembre en la comarca del Levante almeriense no solo destrozó carreteras y puentes, no solo cuarteó caminos y veredas, granjas y cortijos, restaurantes y bungalows en Pueblo Laguna, Puerto Rey, Antas o Pulpí. También se ha cebado, como una metástasis, con los fondos marinos, con los caladeros de pesca y está haciendo la vida imposible, más si cabe, al sufrido gremio de pescadores de Garrucha y Villaricos.
Lo narra el propio patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Garrucha, Gaspar Giménez: “todos los días sacamos espuertas enteras de basura, de cables, de tuberías, de troncos, yo llevo sacados con mi barcos cientos de naranjos y limoneros”. El problema principal para los armadores es que no solo impiden las capturas de pescado en los caladeros taponados de basura, sino que se destrozan las redes provocando averías.
La Cofradía de Pescadores de Garrucha ha solicitado compensaciones por ejercer esta labor de limpieza de los fondos marinos, pero no ha habido respuesta positiva de la administración.
Ayer, sin ir más lejos, el ‘Mar Salá’ volvía a llegar al Muelle cargado de troncos y e tubos de pvc.
Hay patrones que incluso han sacado trozos de camas y colchones que fueron arrastrados por la fuerza arrolladora del agua del río Antas.
Desde esas fechas, la flota garruchera ha intentado organizar las labores de limpieza para poder pescar con comodidad, no sobre una selva amazónica como ahora.
Han resultado afectados caladeros tradicionales de gamba y pescado como Canto Nuevo, El Congo, Canto La Garrucha, El Playazo y hasta El Berín. Algunos de ellos, como el de Canto Nuevo, indica Giménez “están ya casi limpios, pero nuestro trabajo nos ha costado y también las pérdidas económicas que hemos sufrido todo este tiempo”.
Añade que “hemos llegado a sacar árboles de siete u ocho metros, limoneros, algarrobos, olivos”. Lo más grave es que también ha afectado a los cotizados caladeros de la gamba roja entre 300 y 400 brazas de profundidad.
A la escasez de capturas y los bajos precios en lonja, se une para el sector pesquero garruchero este contratiempo añadido.
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