A media tarde del sábado hay pocos visitantes en el Castillo de Vélez Blanco, que, sin embargo, acoge a un numeroso grupo de personas de todas las edades, desde pequeños con su primer año de vida, a adultos septegenarios . Son los nietos, biznietos y tataranietos de Juan José Cerezuela Granero, y María Martínez Miravete, un matrimonio de Vélez Rubio, ya fallecido, que como a otros muchos almerienses y andaluces lo arrancó de su tierra la emigración a tierras catalanas, concretamente a Tarragona. María y Juan José, conocido como “El molinero”, echaron la llave de su casa mediados de los años 50 para no volver a Los Vélez nunca más. Su historia es la de otras muchas historias que tantas veces se escribieron en los renglones torcidos de una época dura y gris para quienes en estas latitudes dependían de las tareas del campo o de actividades derivadas. La pareja Cerezuela Martínez se fue tras la compañía y el cariño de los diez hijos del matrimonio, de quienes hoy solo sobreviven dos, Isabel y Juan José, el único que ha podido acudir a este reencuentro familiar que por segunda vez celebra esta saga familiar.
Primero en Vélez La idea de reencontrarse toda la familia, que suma casi doscientos descendientes, surgió en el primer encuentro que organizaron el octubre del pasado año en Castellón. “Estábamos hartos de vernos y reunirnos solo para cosas desagradables, como entierros y despedidas”, comenta Juan José Cerezuela Jordán, uno de los nietos del matrimonio que ha acudido junto a su familia desde Tarragona, y uno de los impulsores de esta celebración familiar. “En nuestra anterior reunión –prosigue- mantuvimos una conversación sobre este detalle y entonces pensamos que por qué no organizábamos un encuentro en nuestra tierra de origen, aquí en los Vélez. A todos les pareció bien y desde entonces hemos estado tras esta convocatoria.”
Como un proyector gigante, el sol de la tarde traza sobre los montes besantes de Vélez Blanco los perfiles inconfundibles del Castillo renacentista que construyera el Adelantado de Murcia, Pedro Fajardo Chacón, marqués de este territorio señero del norte almeriense. La fortaleza palacio renacentista está prácticamente tomada por los nietos, bisnietos y tataranietos de la familia Cerezuela Martínez que departen sin cesar, entre la algarabía de los muchos niños descendientes que también participan en esta magna reunión, “que ha costado bastante esfuerzo, pues para poner de acuerdo a tantas personas hemos tenido que emplearnos en el teléfono y en los correos”, subraya María Cabrera Cerezuela, nieta del matrimonio de “El Molinero”, que también ha participado en la organización del encuentro.
La memoria que habla del Sur
Iker, María, Lis y Aaron, son algunos de los más jóvenes de la familia Cerezuela Martínez. Muchos se han conocido en este encuentro. Para otros esta ha sido la primera vez en que han pisado la tierra almeriense de sus antepasados y han descubierto los campos, las calles, las casas y lugares de los que allá, a muchos kilómetros, en Argentina, en Francia, en Cataluña, o en Jaén y Murcia, les ha hablado la memoria viva de los abuelos, de los padres o de los tíos. Es la memoria que ahora les ha devuelto a sus orígenes del Sur. Son las palabras que les cuentan cómo era la vida de Los Vélez en la posguerra. Son los vocablos perdidos al calor de la chimenea en los molinos de Jinte o el de Las Monjas, en los que habitó el abuelo molinero.
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