En la vida no solo se trata de ser honrado sino que hay que procurar que parezca que la honestidad preside todos y cada uno de nuestros actos. En el caso de las instituciones que rigen algún tipo de actividad vital la transparencia de todos y cada una de sus determinaciones debe estar fuera de toda duda.
Gracias a un beso se ha destapado el caos que reina en la Federación Española de Fútbol, una institución bajo sospecha y formando parte de ella con el deseo de que todo siga igual está la organización arbitral que en lugar de buscar impartir justicia ni encuentra la ecuanimidad ni la busca.
La historia
En Almería el amor a los colores está mucho más arraigado en el pueblo llano, en la afición, que en los medios, incluso del propio club, recuérdese como el gabinete de prensa de la entidad rojiblanca calificaba la acción del segundo gol de Osasuna, a todas luces fuera de reglamento, como de polémica, cuando era una injusticia tan grande o más que nuestra Catedral.
El culpable de esta tropelía en el VAR fue Pizarro Gómez. De vuelta al Power otra vez el enemigo público número uno rojiblanco en el video arbitraje y en el campo un Ortiz Arias cuyo comportamiento con el Almería sólo puede ser calificado de inmoral. Lo fue con la expulsión de Ramazani y con no mostrar roja al meta visitante en una ocasión manifiesta de gol cuando el belga le había superado. Dos acciones que decantaron el resultado final del partido.
A los que se las dan de puritanos, a los que yo califico de fariseos en el sentido de esta palabra que contempla la Biblia, es decir falsos, les concedo que el Almería no ha descendido por los árbitros, pero tampoco ha contado con su imparcialidad. Lo de Soto Grado en el Clásico fue más de lo mismo. La duda siempre favorable a Florentino: penalti si, penalti no; gol sí, gol no. ¡Que país!
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