No se han dado muchas pero hubo dos goleadas sonadas en la historia del Mediterráneo. Una en Primera y la otra en Segunda División. Nada parecido a lo que sucedió un 20 de noviembre de 2010 cuando el Almería de Juanma Lillo no había comenzado bien la temporada y recibía al Barça de Pep Guardiola con Andrés Iniesta y Leo Messi con hambre de gol. Alfonso García había renovado al entrenador vasco con ciertas dudas y a las primeras de cambio se lo ‘cargó’. El equipo no arrancaba y aquella tarde le pasó por encima un rival insaciable que se daba un festín fundiendo el marcador y dejando a Diego Alves con rodilla en tierra. El 0-8 daba la vuelta al mundo y tras el partido era despedido Juanma Lillo como máximo responsable técnico. José Luis Oltra estaba en la recámara y fue su sustituto.
La goleada fue espantosa para una afición que venía de salvar la categoría con Lillo y buscaba algo más que la permanencia, una temporada tranquila que acabaría mal con el primero de los descensos a Segunda con el presidente de Águilas Alfonso García Gabarrón. Aquel Almería no era malo a nivel de plantilla pero su entrenador le llevó al cambio de golpes con un rival superior y sin ajustar la defensa daba el Barça una mano de pintura en toda regla.
El partido
No se llenó el campo y fueron 13.000 los aficionados que asistieron al encuentro con la esperanza de ser noticia en la jornada, algo que sucedió pero en sentido negativo. El primero lo hizo Messi a los 16 minutos y dos después le tocaba a Iniesta. El tercero fue de Acasiete en propia meta en el minuto 26. Antes del descanso marcarían Pedrito y otro de Messi. En la pausa fueron cinco los goles en el luminoso del Estadio (solo había uno) y en el antepalco la cabeza de Juanma Lillo ya estaba servida. A la vuelta de vestuarios llegaría el sexto de Bojan y el séptimo lo firmaba para llevarse el balón Leo Messi. Para cerrar la abultada victoria culé llegaría el octavo de Bojan el minuto 73. El Carrusel Deportivo no salía del Mediterráneo a base de goles y goles en una fiesta azulgrana a costa de un triste Almería que no levantaba cabeza y se inclinó ante su afición jugando al ataque ante un poderoso.
El cese
La sede del Almería junto al fondo norte estaba encendida. Alfonso García llamó a los consejeros y a su jefe económico, Pepe Bonillo, para ir buscando el dinero del finiquito para Juanma Lillo. Camino de la sede pasó por el vestuario y le dejó claro que su etapa en el banquillo había terminado. Aquel reencuentro entre Juanma Lillo y Pep Guardiola solo fue feliz para el técnico azulgrana ya que al donostiarra le costaba su puesto de trabajo. Alfonso tenía aparcado su vehículo a las puertas de la sede y anunciaba a la prensa que hacía guardia la destitución del entrenador para poner fin a una noche de humillación en Almería. Hubo que buscar en los años cincuenta del pasado siglo algo similar con Las Palmas como protagonista. Nada parecido desde aquella goleada del Racing de Ferrol (1-6), en la corta vida del Estadio de los Juegos del Mediterráneo.
Goleada y Lillo a la calle.
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