Historias de cuando las flores llegaron al andén de costa

Almería importó las batallas de flores como ‘actividad culta’

Una página le dedicaba el programa editado por \'La Llave\' a la Batalla de Flores y Serpentinas
Una página le dedicaba el programa editado por \'La Llave\' a la Batalla de Flores y Serpentinas La Voz
Lola González
19:00 • 23 ago. 2021

De dianas musicales, verbenas y elevación de globos y fantoches andaban plagados los programas de las fiestas de finales del siglo XIX en la ciudad de Almería. No es que no les gustara eso a los almerienses, ni mucho menos, pero sí es verdad que cada vez eran más las voces que pedían una renovación de las actividades y que se echara un vistazo a lo que se hacía en las tierras vecinas como Málaga -en eso no hemos cambiado mucho- o Valencia que habían renovado sus celebraciones con lo que habían llamado una ‘batalla de flores’.



Así se lo pedían el día que arrancaba la feria de 1900 en La Crónica Meridional a la Comisión de Festejos. Lo hacían porque “atraen a mucho público” sobre todo de otras provincias y si algo había conseguido la repetición de actividades de los últimos tiempos era perder visitantes. A pesar de la petición, y de que la prensa recree durante años las magníficas batallas de flores de otras provincias, no sería hasta esa rompedora feria de 1903 cuando Almería se decidiera a dar el paso para incluir en su programa esta “actividad tan culta”.



Dos días se programaron de ‘batalla de flores y serpentinas en el andén de costa’, el 19 y el 25 de agosto. La prensa recibió con júbilo el anuncio porque “ya era tiempo de que en Almería se rompiera con los tradicionales festejos. Impropios de una población que por su riqueza y por sus condiciones topográficas debe aspirar a ser el corazón del movimiento mercantil en las citas del Mediterráneo”, decía El Regional del 11 de agosto de ese año. 



Pero como cada vez que alguien decide apostar por algo nuevo hubo críticas. Había quien pensaba que eso de tirarse flores a modo de batalla de carruaje a carruaje -y al público-  suponía que se lanzaran verdaderos ramos con el riesgo a la integridad física que eso podía suponer y el volumen de flores que serían necesarias para su desarrollo en una ciudad en la que, por aquellos agostos, estas no abundaban tampoco. Así que le tocó a los medios, para eso eran los que lo habían pedido, explicarle a la gente que se lanzarían pequeños ramos formados por una flor con un “ligero follaje”. 



Invitación
Hubo días de publicaciones sobre la importancia de que se involucraran aquellas clases pudientes de Almería que tanto habían criticado las actividades programadas por “arcaicas y rutinarias” para convertirla en un éxito y hasta se crearon tres premios para los carruajes mejor engalanados. No sé si es que no lo leyeron o si no estaban ellos para involucrarse pero lo cierto es que el día del estreno, ese 19 de agosto, nada tuvo que ver lo que en el andén de costa aconteció con una batalla de flores.



“Confieso que allí pasé el rato más malo de mi vida. ¡Qué vergüenza! ¡Qué indignación! ¡Qué rabia!”. Así describía el cronista de El Radical su sensación ante lo que vivió esa jornada criticando que los que tiraban “cosas que se parecían a las flores” lo hacían “como esclavos que hubiesen sido condenados a hacer una cosa fea en presencia del público. Tenían todo el entusiasmo que puede sugerir un sueldo”. 






No la ponía mucho mejor La Crónica Meridional quien culpaba a la falta de previsión del Ayuntamiento por no haber convocado a la gente adinerada y a los comerciantes para que se comprometieran a adornar sus coches los primeros, y a los segundos para que se abastecieran de flores y serpentinas. Total, que aquella primera batalla de flores quedó muy desangelada.


A pesar del fracaso, y teniendo en cuenta que había otra jornada programada ese mismo año, las crónicas quisieron dar un voto de confianza a esta ‘culta celebración’ que querían implantar en la ciudad y recordaron que todo debe adaptarse a la idiosincrasia de cada lugar en el que se realiza. Razón no les faltaba. Así que esperaron a esa cita del día 25 como quien aguarda con los dedos cruzados a que Rafa Nadal consiga un ace con un segundo saque en Roland Garros, es decir, con nervios y esperanza en algo que parece imposible pero que puede pasar.


Llegó ese martes y todos estaban expectantes cuando comenzaron a llegar los coches al andén de costa. El público se unió a la fiesta -nada como un fracaso previo para despertar curiosidad entre los vecinos- y comenzaron a pasar carruajes con “lo más distinguido de nuestra sociedad”. Eso sí, lo de adornarlos lo dejaron ya para otro año porque solo cinco se decidieron a dar el paso aunque con el esmero esperado solamente se destacaron dos: el de José Meca que estaba “tirado por cuatro caballos y decorado con una sombrilla hecha con ramos de flores” y el del banquero José González Canet “figurando una ostra”. Ambos se repartieron el primer y el segundo premio del concurso.


Está claro que los estrenos nunca son fáciles pero es cierto que esta batalla de flores que tanto costó que llegara a la ciudad se arraigó en la cultura almeriense, se adaptó a su idiosincrasia y nadie es capaz de pensar 118 años después en la celebración de una feria normal sin que los claveles cubran el Paseo de Almería la tarde-noche del lunes. Quizá cuando le toque volver habrá que retomarla con las ganas e ilusión con la que llegó en 1903.


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