“La concentración de CO2 de hoy no se ha experimentado en 3 millones de años”

Carlota Escutia, investigadora del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra

Carlota Escutia. Foto: Mujeres A Seguir.
Carlota Escutia. Foto: Mujeres A Seguir.
Silvia Ocaña
07:00 • 28 sept. 2021

Esta historia, publicada por primera vez por Mujeres A Seguir, se ha compartido como parte del Día Mundial de las Noticias 2021, una campaña mundial para destacar el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proporcionar noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters.



Las mujeres están asumiendo un papel protagonista en la lucha contra el cambio climático. Son muchas las activistas y las científicas que han convertido el objetivo de salvar el planeta en la misión de su vida. En el último número de nuestra edición en papel hablamos con algunas de las líderes en nuestro país de esta lucha. Carlota Escutia es una de ellas.



La geóloga Carlota Escutia, investigadora del instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-Universidad de Granada), ha dedicado los últimos veinte años a reconstruir la evolución del casquete de hielo Antártico y analizar los cambios producidos por el calentamiento global. Su trabajo se centra en el estudio de los sedimentos del subsuelo marino, cuyos componentes nos proporcionan mucha información sobre cómo era el clima en nuestro planeta en el pasado. “El polen encontrando en sedimentos de hace unos 50 millones de años nos indica que, por aquel entonces, la Antártida no tenía casquetes polares y, sin embargo, gozaba de un clima cálido que permitía la existencia de bosques subtropicales con palmeras y baobabs. Después hubo un enfriamiento que culminó con la formación de los casquetes de hielo hace unos 34 millones de años. Desde entonces, los sedimentos registran que los casquetes de hielo antárticos han sido muy dinámicos, retrocediendo durante épocas cálidas y avanzando durante épocas glaciares, con las consiguientes bajadas y subidas del nivel del mar”. Analizando los sedimentos que contienen el registro de épocas pasadas con temperaturas y concentraciones de CO2 atmosférico similares a los proyectados para nuestro futuro por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), y asegura que las concentraciones de CO2 que se registran en la actualidad “no las había experimentado nuestro planeta desde hace 3 millones de años”.



Suele decirse que la Antártida es el termómetro del planeta, una afirmación, en su opinión, absolutamente cierta. “Todo lo que sucede en la Antártida tiene un efecto importante a nivel global”, explica, y no solo porque al derretirse el hielo aumente el nivel del mar. “Los mantos de hielo blancos reflejan la radiación solar recibida en más de un 80% Sin embargo, si el hielo se derrite, deja al descubierto la tierra y el océano, que absorben mucha más radiación solar, por lo que aumenta la temperatura terrestre. La Antártida, además, es una de las zonas del planeta, junto a Groenlandia, donde tiene lugar la formación de masas de agua profundas, que son un elemento fundamental de la circulación oceánica global, también conocida como la cinta transportadora (y distribuidora) del calor en nuestro planeta. Cualquier cambio en la formación de hielos puede afectar la formación de aguas profundas y, por lo tanto, a cómo se distribuye el calor en la Tierra”.



Carlota Escutia ha participado en seis expediciones a la Antártida, dos de ellas a bordo de un buque del programa de perforaciones científicas oceánicas con el que ha trabajado en el margen continental de la Tierra de Wilkes (frente a Tasmania) y en la costa oeste de la Península Antártica. Estas plataformas de perforación pueden operar en aguas muy profundas y recuperar miles de metros de sedimento bajo el suelo marino. “Esto nos permite viajar atrás en el tiempo muchos millones de años. En la segunda expedición, en 2010, recuperamos, de siete pozos perforados, 2.000 metros de sedimentos con edades comprendidas entre los 55 millones de años y la época preindustrial”. El resto de campañas en la Antártida en las que ha participado han sido con buques de investigación de diferentes países. Las dos últimas, con el español BIO Hespérides, en la zona de la Cuenca de Powell, al extremo sur del mar de Scotia y el Estrecho de Bransfield. “En estas campañas obtenemos registros de sísmica que nos permiten ver de forma indirecta las capas del subsuelo marino y cómo se distribuyen regionalmente. Estos registros nos permiten inferir etapas en la evolución tectónica como, por ejemplo, los procesos que causaron la separación de América de Sur de la Antártida, con la consiguiente apertura del Paso del Drake”.



Las expediciones pueden durar meses y ser duras, por las inclemencias meteorológicas y la mala mar con la que a menudo se encuentran, sobre todo, al cruzar el citado Paso de Drake o cuando se ven azotados por los fortísimos vientos catabáticos (de hasta 120 kilómetros) que obligan a parar todas las operaciones científicas. “Pero todo queda olvidado al poder contemplar ese continente blanco de inhóspitos parajes pero de una inconmensurable belleza, parajes frágiles que tenemos que conservar porque ya están cambiando en respuesta a las actividades humanas. Y los cambios que tengan lugar en la Antártida, tendrán repercusión en todo el planeta”.





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