Hay restaurantes que forman parte del patrimonio de una ciudad por su larga historia y sus longevas recetas, pero sobre todo se convierten en auténticos templos de la gastronomía gracias a su capital humano. En Almería, una de las personas que se ha ganado a pulso ser considerada toda una institución en el mundo hostelero de la capital es, sin duda alguna, Eduardo Fernández, que este sábado Día de Reyes cerrará una importante etapa de su vida después de 48 años trabajando en el restaurante Club de Mar.
A sus 66 años de edad, el popular metre dará su último servicio en este negocio con vistas al Mar Mediterráneo en el que ha vivido inolvidables anécdotas, donde ha ejercido como un anfitrión inmejorable para miles de clientes a lo largo de casi medio siglo. Pero no será su despedida de la hostelería.
Eduardo se ‘mudará’ a unos pocos metros, al restaurante Catamarán, para estar a las órdenes de la tercera generación de la saga hostelera de los Sierra, familia que ha ostentado desde hace casi 70 años la concesión del restaurante Club de Mar que ahora cambia de manos.
Cambio de manos
La Junta Directiva de la Sociedad Recreativa del Club de Mar seleccionó al grupo hostelero Entrevinos-La Jábega para la nueva concesión del restaurante público y también para la bodega privada para socios, taberna que de hecho ya gestionan desde hace unos meses los nuevos inquilinos.
Este cambio ha provocado que Eduardo Fernández ponga fin a su larga estancia en los salones del restaurante Club de Mar que arrendó por primera vez, en 1956, Francisco Sierra López. Lo continuó el hijo, Francisco Sierra Sánchez, que falleció en 2017, y recogió el testigo el nieto, Paco Sierra Zapata, que seguirá contando en su equipo, en el Catamarán, con el conocido metre que desde el 1 de mayo de 1975 siempre ha sido fiel a esta familia.
Profesionalidad
Camarero, jefe de sala, relaciones públicas... Muchas han sido las labores que ha realizado Eduardo durante casi cinco décadas en el Club de Mar, dejándose la piel, aunque su mayor aportación es su profesionalidad, las guisas de un metre de la vieja escuela, prestando atención a cada detalle, al bienestar de una clientela a la que se ha ganado con bondad y humildad.
Numerosas personalidades han pasado por esos salones en los que Eduardo ha sido testigo de enlaces, reuniones y acuerdos políticos o empresariales. Ahora, a unos pocos metros, iniciará una nueva etapa en el Catamarán, donde seguirá siendo un anfitrión excepcional.
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