La Feria del Libro de Almería se ha despedido este martes con la entrega de premios del IV Certamen de Microrrelatos Improvisados.
Los lectores convertidos en escritores han tenido su protagonismo en este concurso, que ha ganado Noemí López Rodríguez, con un texto fantástico e interplanetario en el que aparece hasta el ‘procés’ catalán. Segundo premio para Macarena Ruiz Esquinas y, tercero, José María García Rubira. La categoría juvenil ha quedado desierta. El premio los ha entregado el coordinador de la Feria del Libro, Manuel García Iborra.
El concurso de microrrelatos improvisados exige a los participantes empezar todos con el mismo texto que conocen al comienzo del premio. En esta ocasión fue “La tarde, de primavera, estaba llena de promesas de fecundidad”, extraído de un libro de la escritora y periodista almeriense Carmen de Burgos ‘Colombine’. El jurado lo ha presidido Manuel Vallecillos, con cuatro vocales: Juan Luis Mena, Aurora Carretero, Luisa Segovia y María Isabel García. Secretaría, Mirian Aguirre.
LA VOZ ofrece a continuación los tres microrrelatos premiados.
Impacto inminente, de Noemí López Rodríguez (Primer Premio)
La tarde, de primavera, estaba llena de promesas de fecundidad. De las Ramblas barcelonesas subía un olor cargado del aroma de mil flores en plena eclosión. Las terrazas estaban llenas. Turistas y locales disfrutaban de cervezas frías, refrescos y aperitivos que se servían sin descanso. La aparente paz se quebró, un súbito temblor de tierra comenzó levemente a surgir del suelo para hacerse cada vez más fuerte, provocando el pánico en toda Cataluña.
A pesar de la fuerza de lo que parecía un terremoto, los edificios, apenas vapuleados, resistieron. Media hora después el temblor cesó. ¿Qué había ocurrido? De las pantallas de televisores de España y el mundo comenzaron a llegar inquietantes noticias: las autodenominadas “Forses Intergaláctiques Independentistes Catalans”, FIIC, se habían adueñado, con ayuda de cosmonautas rusos, de la Estación Espacial Internacional. Habían utilizado su potente rayo láser que permite salvar los 300 metros de distancia con la tierra, y lo habían dirigido sobre el perímetro de Cataluña con la precisión del bisturí de un cirujano. La zona norte de Valencia, el este de Zaragoza, Andorra y los Pirineos tenían ahora costa.
Cataluña, desligada físicamente de España, iba a la deriva hacia Córcega y Cerdeña. El impacto iba a ser inminente...
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Fecundar el alma, de Macarena Ruiz Esquinas (Segundo Premio)
La tarde, de primavera, estaba llena de promesas de fecundidad. El aire recorría la almohada y la brisa me susurraba a solas, quizás sea ésta tu última oportunidad. Nadie me había hablado antes del llanto infinito de cada primavera, de la poesía negra que persigue a las solteras. Yo, rosa púrpura, yo, rosa fucsia que cambia de color cada primavera. Que sueña con florecer y ser germinada al alba, al atardecer, en el crepúsculo. Quizás sea tarde para dar a la naturaleza más mariposas que vuelan y revolotean por mi cabeza, cada primavera. Una luna me pregunta: ¿Por qué? Yo le respondo: ¿Para qué? Los sonidos fríos, cortan la luz de la luna. Los sonidos cálidos acarician mi interior. Yo, luna llena. Yo, luna de color, hago saber al universo, que ningún agujero negro engullirá mis sueños, que ninguna galaxia brillará más que yo. Haré tejer en el cielo la bandera de la mujer, la bandera de la fecundidad, la bandera del eterno placer infinito. Tú mujer, que piensas distinto a mí y me comprendes, tú hombre, que escuchas mis pensamientos y los entiendes, sembrad en vuestro corazón un jardín donde puedan crecer libres todas las flores. Y que la eterna promesa de la fecundidad se convierta en un breve e incómodo silencio. El silencio a veces es sabio y guarda algunos secretos. Prefiero fecundar mi alma y vivir en la eternidad.
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Pensamientos mustios, de José María García Rubira (Tercer Premio)
La tarde, de primavera, estaba llena de promesas de fecundidad. Promesas que no llegaron a cumplirse.
Se presentó allí con la esperanza de crear algo. No tenía ninguna esperanza en ganar... No por pesimismo, sino por pasotismo, quizá.
Llevaba tiempo sin inspiración. Toda la creatividad que alguna vez hubiera tenido se había alejado de él, lo había abandonado, dejando mustios sus pensamientos.
Ya no hacía las típicas figurillas de origami que tanto gustaban a sus amigos. No es que no intentara alguna nueva; ni siquiera rehacía las que ya conocía de memoria, por el simple hecho de crear algo con sus manos, como hiciera antaño.
Tampoco devoraba historias, tantas noches en vela a la luz de un foco o una linterna. Apenas leía unas cuantas páginas y abandonaba el libro sin acabarlo. Hecho insoportable para él tiempo atrás. Si acaso, unos pocos poemas sueltos que germinaban algún que otro haiku. Nada importante.
Incluso había dejado de “jugar” en la cocina, por así decir. Otra de sus grandes pasiones aparcada, hecho que molestaba a sus amigos más que el tema de las figuritas de papel.
Así que minutos antes del evento regó sus pensamientos con un poco de música inspiradora, con la intención de atraer a las musas. Pero las musas no se presentaron. Bajó las escaleras, se sentó, cogió su bolígrafo y se enfrentó a la hoja de papel en blanco. Y, simplemente, las palabras no afloraron a su mente.
El relato quedó nonato, cruel pollo atrapado en su cascarón.
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