Almerienses en la II Guerra Mundial: la Batalla del río Kuban

Tras los desastres de los combates por el control de Rzhev que narramos en la entrega anterior, la acción de los almerienses y los españoles en la Gran Guerra Patria se dirige hacia el río Kuban, de más de 800 kilómetros y que discurre por el Cáucaso. 

Los alemanes confiaban en una conquista rápida de la URSS usando la táctica de “guerra relámpago” que tan bien les había funcionado en el frente occidental con la conquista de Francia y Europa Central. Pero al igual que Napoleón, Hitler se encontró con una defensa sin cuartel por parte de las tropas soviéticas. La necesidad de mantener los ejércitos preparados y abastecidos hacía imperiosa la necesidad de controlar los pozos petrolíferos del Cáucaso. La “Operación Edelweiss” tenía como objetivo cruzar el sistema montañoso que separa Europa de Asia y así controlar y adquirir recursos casi ilimitados para proseguir con la campaña soviética. 

El 31 de julio de 1942 da comienzo la operación. Para poder llegar hasta los pozos petrolíferos había que cruzar el río Kuban. Los alemanes movilizaron a gran parte de su ejército, en especial al Primer Ejército Panzer y al XVII Ejército, para establecer un puente seguro que permitiera a los blindados y a las tropas cruzar el ancho río. Los primeros combates se saldaron con derrotas del Ejército Rojo que, alarmado por los rápidos movimientos alemanes, movilizó a más de 500.000 soldados de seis Ejércitos. Los alemanes lograron establecer de forma provisional una cabeza de puente en Novorisk, en el Mar Negro. Y aquí es cuando comienza la participación de nuestros paisanos. 

Almerienses

Un grupo de 26 hombres fueron los encargados de volar las líneas defensivas alemanas el Novorosisk con el objetivo de retrasar el cruce de los panzer alemanes. En ese grupo había 20 españoles expertos en la guerra española y formados en técnicas de combate rápido en la academias militares. En esa operación participaron Luis Galdeano Cortés (Carboneras, 1909), Antonio Carretero Díaz (Almería, 1911) y José García Martínez (Almería, 1907). Estos tres almerienses, junto al resto de españoles y los mandos rusos, fueron lanzados en paracaídas al río Kuban tras ser trasladados en un viejo biplano Polikarpov Po-2. El objetivo de este pequeño grupo era minar las carreteras y las vías férreas así como interceptar cualquier correo que viajase fuera de Novorosisk.

La operación, que debía durar 10 días, se prolongó el doble y los suministros se agotaron. Según cuenta Antonio Carretero Díaz, “tuvimos que comer durante más de una semana pellejo de caballo muerto. Era nuestra única fuente de alimento. El miedo a que nos descubriesen era más poderoso que el hambre y así tuvimos que sobrevivir hasta que nos vinieron a recoger”. El grupo, dirigido por el Capitán Chapang, logró destrozar una docena de trenes, inutilizó las vías férreas y consiguió retrasar la entrada de los panzer alemanes hasta Georgia. A partir de aquí, gracias a varias operaciones en la retaguardia soviética, especialmente en Georgia y Azerbaiyán, los alemanes vieron frustrados sus planes de avanzar y se sucedieron una serie de batallas que julio de 1942 y enero de 1943 se saldó con la muerte 247.000 soviéticos y 34.000 alemanes. 

Piloto

Pero la participación de los almerienses en la zona del Cáucaso tiene también una pequeña historia de la que sabemos poco: un piloto que marchó en plena guerra española a la URSS para aprender pilotaje de guerra en Kirovabad (Azerbaiyán) participó en la cruenta batalla aérea del río Kuban: Adolfo Torres Gómez (Almería, 1917). En abril de 1943, tras el estancamiento del frente del Cáucaso, se produjo una de las batallas aéreas más espectaculares de la II Guerra Mundial en la que participaron más de 1800 aviones de ambos ejércitos. 

Casi todos los almerienses lograron salvar sus vidas. Solo Alarcón Maturana y García Gamboa no lograron contar sus historias. Hasta aquí llega la historia de unos hombres que perdieron una guerra en España pero vencieron al fascismo en la URSS. Su vida tras la finalización de la II Guerra Mundial sería objeto de interesantes aventuras, pero eso es otra historia.