El cine es una tremenda fuente de inspiración para estos Homo insolitus que, de un tiempo a esta parte, me he empeñado en recopilar. Claro que, siendo estrictos, en realidad es al revés: estos Homo insolitus son una fuente de inspiración tremenda para el cine. Lo que pasa es que, en este caso, como en tantos otros, he conocido la historia de uno de estos personajes gracias a que ha decido llevarla a la gran pantalla.
En esta ocasión, el lumbreras ha sido el genial director estadounidense Spike Lee, autor de algunas de las más grandes películas de los últimos años -destaco, especialmente, Plan oculto (2006) y Summer os Sam (1999)-, y de algunas basuras que, para nada, le restan prestigio ni calidad a su carrera -o sí-. Hace unos meses, Lee estrenó una cinta titulada Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKlansman), que, por estas cosas curiosas de la vida, se convirtió en un exitazo de taquilla y de crítica; tanto que está nominada a unos cuantos Oscars -entre otros, mejor película, mejor director y mejor guion adaptado-. Y resulta que, para mi sorpresa, la peli está inspirada en un hecho real, una historia tan fascinante como perturbadora, que hizo que, nada más acabar de verla, me pusiese a investigar.
Ojo, si no han visto la peli, aquí hay spoilers. El que avisa no es traidor.
El protagonista, nuestro Homo insolitus de hoy, es un señor llamado Ronell Eugene Stallworth, un afroamericano nacido en 1953 en Chicago, aunque se crió en El Paso, en la frontera entre Texas (Estados Unidos) y México. Es muy posible que gracias a eso pudiese tener una vida bastante digna, alejado de las bandas y de la pobreza de los suburbios de la gran ciudad. De hecho, desde niño destacó en sus estudios y llegó a ser votado -ya saben cómo son los yanquis- como «el más popular» en su high school.
En 1972, con diecinueve años recién cumplidos, se mudó junto a su familia a Colorado Springs (en el estado de Colorado). Fue allí, donde, para sorpresa de todos, decidió alistarse en la policía, ingresando como cadete en noviembre de aquel año y convirtiéndose en el primer policía negro de la ciudad. En realidad, fue aceptado porque, por eso de lo políticamente correcto, el Gobierno estatal había pedido a las comisarías que incluyesen, si era posible, a peña de las minorías étnicas. No piensen que le pusieron a patrullar las calles. Al contrario, le asignaron un puesto en el archivo policial. Aceptó, claro, pero su sueño era ser un agente encubierto.
Allí, en aquel archivo, estuvo trabajando durante un par de años. Pero, por un curioso giro del destino, se le encargó una misión en la que tenía que ir infiltrado: en un club nocturno de la ciudad iba a dar una charla Stokely Carmichael, un importante líder socialista del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos, relacionado con el Black Power Movement y los Panteras Negras. Las autoridades policiales, preocupadas por la presencia de Carmichael, y por su retórica feroz y grandilocuente, le pidieron a Stallworth que se infiltrase en el evento para recopilar información.
Lo hizo tan bien que, al poco tiempo, acabó siendo ascendido al departamento de inteligencia de la comisaría local. Fue una buena decisión.
Cuatro años después, en 1979, ojeando un periódico, se topó con un anuncio sorprendente: el grupo local del Ku Klux Klan -una organización racista, xenófoba, antisemita y homófoba que, desde su fundación en 1865, tras la Guerra de Secesión, y tras varias reconversiones, se ha dedicado a promover sus ideales supremacistas en el sur profundo de Estados Unidos- estaba buscando gente para nutrir sus filas. A Stallworth no se le ocurrió otra cosa que escribir una carta al apartado de correos que aparecía en el anuncio y ofrecerse como un hombre blanco que odiaba a los negros y estaba deseando entrar en el Klan. Para su sorpresa, le propusieron un encuentro. Obviamente, él no podía ir, así que le pidió a un agente de narcóticos que se hiciese pasar por él para así poder investigar desde dentro qué tramaban aquellos fanáticos. Eso sí, tuvo un fallo: dio su nombre real.
Infiltrado
Durante nueve meses, Stallworth y su alter ego blanco estuvieron infiltrados en el KKK. Hasta tal punto llegó la locura que nuestro protagonista llegó a entablar una relativa amistad telefónica con David Duke, Gran Mago del renacido KKK de los setenta. Duke, como bien muestra la peli de Spike Lee, se encargó personalmente de hacerle llegar a Stallworth su carnet de miembro; carnet que estuvo durante años colgado de la pared de la comisaria de Colorado Springs -y que luce orgulloso en la foto que acompaña este texto.
Para más inri, su jefe le pidió que sirviese de guardaespaldas para Duke durante una visita que este iba a hacer a Colorado Springs. Imaginen…
No solo consiguió exponer a este ridículo grupúsculo de racistas, sino que, gracias a sus pesquisas, pudo demostrar que algunos miembros activos de las fuerzas armadas de Estados Unidos estaban en el KKK. No se piensen que en aquella época la vetusta asociación racista era solo un recuerdo del pasado. Aquel mismo año, el 3 de noviembre de 1979, mataron a cinco manifestantes en Greensboro, Carolina del Norte.
La investigación, por cierto, fue cancelada después de que sus correligionarios klaneros le pidiesen que asumiese el liderazgo del grupo local porque era un klansman bueno y leal. Aquello había ido demasiado lejos, así que desapareció silenciosamente. No quiero pasarme con los spoilers, pero en la cinta de Spike Lee no es así la cosa…
Eso sí, en su momento nadie conoció esta historia. Stallworth se trasladó poco después al Departamento de Seguridad Pública de Utah, en Salt Lake City, donde trabajó hasta su retiro, en el año 2005, investigando a las pandillas negras -labor que le brindó un gran prestigio profesional y que le permitió escribir cuatro libros-. Un año después, veintisiete años más tarde de su aventura, decidió contar la historia al periódico Deseret News.
“Una página web publicó una foto a color mía, lo que pensaban que era mi dirección y teléfono. El FBI me notificó que había amenazas de muerte en mi contra y que tomara precauciones. Empecé a cargar mi arma otra vez y a estar alerta en la calle”, le contó a no hace mucho a la BBC. Así está en el país de Trump…
Nunca se ha sabido quién fue su alter ego. Stallworth siempre se refirió a él como Chuck.
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